Toda gran serie de televisión explica la trama completa en su episodio piloto. A menudo en una sola frase.

Pensemos, por ejemplo, en The Wire, en la cual un joven negro explica por qué su grupo de amigos le había permitido participar en sus partidas de dados a un ladrón (ahora muerto) llamado Snot Boogie. «Porque sí», dice el chico, en una frase extraída de un detective de homicidios de Baltimore en la vida real. «Es un país libre».

A Mad Men, en la que Don Draper y una conquista potencial tienen esta conversación:

Don: La razón por la que no lo has sentido (el amor) es porque no existe. Lo que llamas «amor» fue inventado por tipos como yo para vender medias… Naces solo y mueres solo y este mundo sólo te impone un montón de reglas que te hacen olvidar esos hechos. Pero nunca me olvido. Vivo como si no hubiera mañana, porque no hay.

Rachel: Creo que hasta este momento no me había dado cuenta de que también debe de ser duro ser un hombre.

O más breve y suavemente en Six Feet Under: «Nadie se salva». O The Shield, más breve y nada suave: «El policía bueno y el policía malo se han ido. Yo soy un poli diferente».

Un episodio piloto es un animal extraño. Tiene que conseguir varias cosas a la vez. Lo más importante, por supuesto, es que tenga suficiente gancho para convencer, en primer lugar a los ejecutivos de la cadena, de que vale la pena rodar una temporada entera y, a continuación, a los telespectadores de que deberían seguir viéndola. Al mismo tiempo, tiene que hacer un tremendo trabajo de creación de un escenario (basicamente crear un mundo), sin empantanarse en su presentación. (Al disponer únicamente de media hora para lograrlo, los episodios piloto de los sitcom han fracasado estrepitosamente por dedicarse demasiado a la «situación» y no lo suficiente a la «comedia»).

Extracto de Hombres fuera de serie, de Brett Martin.

Hombres fuera de serie, de Brett Martin, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Ariel.