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¿Cómo saber si tu hijo(a) es una posible víctima de bullying?

Nadie desea que su hijo sea lastimado. ¡Cómo nos duele cuando lo vemos sufrir por un romance que termina! Es mucho más intenso aún cuando se convierte en objeto de tortura, crueldad y/o maltrato. Queriéndolo como lo hacemos, lo único que nos interesa es alejarlo lo antes posible del potencial depredador. Nuestras estrategias se concentran en analizar el exterior, en lo que rodea al niño, para idear la manera de protegerlo y evitar que lo dañen.

Por supuesto, hay muchas situaciones en las que puedes ser una “víctima circunstancial”. Por ejemplo, si estás en el banco en el momento de un asalto o si, sencillamente, un rayo te cae encima, sufrirás las consecuencias de lo que te sucedió sólo por estar en el lugar y momento equivocados. Pero, en muchos otros casos, tratas de cuidar cada uno de los detalles para que tu hijo no padezca ningún mal. Así, llamas a los padres del amigo que lo invitó a dormir para verificar que todo esté en orden o procuras no estar en sitios inadecuados para niños en horas imprudentes.

Si has visto en televisión documentales sobre la vida animal, habrás notado que cuando la leona sale a cazar no persigue a los miembros jóvenes y fuertes de la manada. De alguna manera, logra localizar al cachorro, al enfermo o al viejo, y a ese lo convierte en su presa. Sabe distinguir para poder alimentarse ese día.

Estoy convencida de que algo similar sucede con las personas. Todos “emitimos” señales distintas que otros pueden leer, indicando características específicas sobre nuestra personalidad. Si un hombre controlador va a un bar, sabrá identificar cuáles son las mujeres más dóciles y fáciles de manejar, e irá tras algunas de ellas. Sería absurdo que se acercara  a una que también fuera controladora, pues a él le costaría mucho trabajo tener el mando en la relación, que finalmente es lo que está buscando.

Estas conductas, gestos y expresiones que permiten a la gente conocer parte de nuestra personalidad suelen ser inconscientes. Puedes pasar años emparejándote con personas con las mismas características, preguntándote por qué te pasa esto a ti.

Tu hijo, de la misma manera, entrega señales de su carácter: su comportamiento, tanto en el colegio como fuera de él, expresa quién es, y los agresores, abusadores, aprovechados e incluso los criminales del mundo sabrán identificar si es o no una de sus víctimas potenciales.

Pero no he respondido la pregunta que titula este capítulo: ser víctima, ¿se nace o se hace? En el caso de la “circunstancial”, sabemos que esta surge por el contexto. Es su presencia en un lugar y momento determinado lo que finalmente le perjudica. En cambio, de toda una sala de clases el agresor selecciona a un niño en particular para lastimar. A pesar de que muchos pequeños tengan las características físicas y la edad que atraen a un abusador sexual, este elegirá sólo a quien detecte que puede seducir. Y estas señales son una combinación entre la personalidad de tu hijo y la manera en que fue criado. En este sentido, entonces, la víctima nace (temperamento), pero también se hace (crianza).

Hay rasgos con los que se nace y cada persona tendrá esas particularidades hasta el día de su muerte. Sin embargo, como padre de familia puedes enseñarle a tu hijo a conocerse mejor para que él pueda identificar sus fortalezas y debilidades, manejarlas para lograr sus objetivos y aprender a protegerse. Por otro lado, con tu estrategia educativa tu pequeño puede ir fortaleciendo su carácter para que sepa defenderse sin ser violento; mostrar seguridad y confianza en sí mismo sin ser prepotente; tener una vida digna y valiosa, resguardándose de los abusadores del mundo, y construir una vida buena y feliz.

Si quieres saber cuáles son las claves para construir el carácter de tu hijo y evitar que sufra de bullying, tienes que leer No más víctimas, de Mónica Bulnes.

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No más víctimas, de Mónica Bulnes, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.

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Mónica Bulnes

Consejos para criar hijos con buena autoestima, capaces de defenderse de posibles abusos.

2 formas de entender el crimen, según el cine mexicano

La película “Todo el poder” (Fernando Sariñana, 1999) se concibe bajo la perspectiva que considera al Estado una organización criminal que provoca la reacción de una sociedad justiciera. Se trata de un thriller de humor negro que nos hace ver que los hechos de violencia alguna vez considerados incidentes extraordinarios ocurren a todas horas, de manera que la cámara de Gabriel Castro (Demián Bichir) captará, sin proponérselo, algún asalto, disparo o robo en cualquier punto de la Ciudad de México. En una de las primeras secuencias, Gabriel se encuentra reunido con sus amigos en un restaurante elegante cuando irrumpe un grupo de enmascarados -que pronto sabremos que son los mismos policías que se habrán de encargar de las investigaciones del asalto-, que además de despojar a los comensales de sus objetos de valor, le roban a Gabriel la camioneta de su ex esposa. Semidesnudo entre las demás víctimas, jura que esta será la última vez que lo roban. Significativamente, su amiga Frida esconde la cámara de la vista de los asaltantes. Instrumento preciado de registro y denuncia, la cámara va a desempañar un papel central en la trama: es una forma eficaz de combatir a las fuerzas criminales que han instalado el estado de inseguridad. Gabriel emprende el juego del detective ciudadano (que veremos también en las novelas de tema policial) y, finalmente, coordina un grupo que roba a los ladrones, asalta a los asaltantes y secuestra a los secuestradores, acciones que sustentan lo que sería la tesis de la película: la solución irónica de que el crimen perpetrado por los policías sólo podría detenerse si los ciudadanos emprendieran la increíble hazaña de espiarlos, asaltarlos, secuestrarlos y denunciarlos a través de los medios, deseo ficticio que se estrella contra nuestra desesperanzada certeza de que todo el filme es un juego irrealizable. De ahí su humor negro. Reírse de la desgracia nacional parece ser la única forma de sobrevivirla. La audiencia responde al unísono con una amarga carcajada ante el incesante sucederse de hechos delictivos.

Jorge Ayala Blanco, en una crítica poco amable de esta cinta, apunta a que “Todo el poder” se restringe a la visión clasemediera del postsalinismo (1995 en adelante) con su “crítica superficial y frivolaza” de la inseguridad. La clase media honesta y trabajadora es víctima de las bandas de delincuentes organizadas y comandadas por las propias autoridades. Mientras que la película “El criminal” identifica como víctima al hombre de bien del medio rural, y con ello defiende una moral del patriarcado tradicional, “Todo el poder” presenta como víctima a la clase media urbana, donde hombres y mujeres comparten en papel heroico. Esta distinción de género se aleja de la figura del hombre justiciero cuya habilidad con las armas es clave en la lucha contra el Estado criminal. Por ello es importante notar que “Todo el poder” se realiza bajo el supuesto de que la reducción del crimen es posible gracias al azar perfecto en favor de las víctimas y el espionaje inadvertido a los policías por los ciudadanos. Utopía que no cree en sí misma, en esta película convergen, sin embargo, la visión del gobierno como enemigo de la sociedad, propia de las disidencias políticas, y el discurso conservador de la clase media que percibe en los delincuentes al sector inmoral y lumpen al servicio del crimen organizado de alta jerarquía oficial.

Aunque se construyen sobre estéticas completamente distintas y describen estructuras sociales opuestas (campo versus ciudad, sociedad basada en valores patriarcales versus sociedad con mayor equidad de género, etcétera), “El criminal”, “El infierno” y “Todo el poder” coinciden en plantear las siguientes hipótesis con respecto a cómo se presenta la criminalidad en el cine mexicano reciente:

1. El Estado es un aparato criminal. El Estado de terror que surgió como una necesidad de mantener la hegemonía ante la amenaza de los disidentes políticos durante la Guerra Fría continua como parte de un negocio que incluye robo, secuestro, asesinato por encargo, tráfico de estupefacientes y armas, donde los miembros de la policía y los funcionarios públicos son imaginados como los principales enemigos de la sociedad civil.

2. Se propone como una posición política legítima la lucha contra el aparato del crimen oficial, donde la población civil, identificada como agente de bien, toma en sus manos la responsabilidad de luchar contra el Estado. Esto sugiere un deseo utópico de vivir en un mundo libre de coerción oficial donde el control estaría a cargo de los ciudadanos.

Si quieres saber más sobre la forma en que el crimen es representado en el cine y la literatura mexicanos, y qué dice esto de nuestra sociedad, entonces lee Nación criminal: narrativas del crimen organizado y el Estado mexicano, de Héctor Domínguez Ruvalcaba.

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Nación criminal: narrativas del crimen organizado y el Estado mexicano, de Héctor Domínguez Ruvalcaba, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Ariel.

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Héctor Domínguez Ruvalcaba

Narrativas del crimen organizado y el estado mexicano.

Las ventajas y desventajas de tirar la hueva

Rainer María Rilke era una persona sensible, no compatible con su época. La Europa de los primeros años del siglo XX fue testigo del nacimiento brutal de la economía industrial moderna y de los horrores de la Primera Guerra Mundial. Durante ese periodo, también nació la creciente obsesión de la clase capitalista por medir el tiempo y maximizar la eficiencia del trabajador. Y fue entonces también cuando los primeros atisbos de la naciente industria de la administración del tiempo empezaron a envolver la cultura con sus tentáculos. Por primera vez, se multiplicaban los relojes en oficinas, fábricas y hogares. Los trabajadores se concebían como máquinas insertas en un sistema ideado para producir ganancias para los propietarios de la economía. Con ese telón de fondo, el introspectivo y sensible Rilke sacrificó el amor romántico, la familia y las comodidades materiales en aras de su arte.

Rilke sabía que dedicar tiempo a no hacer nada era fundamental para su proceso creativo. Aspiraba a entregarse al ocio con alegría, lo que para nuestros oídos de un siglo XXI sobrecargado de trabajo y atiborrado de tareas suena sorprendente. Gozar del ocio es anatema a nuestra creencia cultural de que si no desarrollamos una continua actividad, no aprovechamos al máximo nuestro potencial, creencia que nos enseñan de manera implícita desde nuestra infancia.

Investigaciones recientes han revelado que es probable que algunas formas de autoconocimiento  solo se nos presenten en estado de ocio. La red neuronal por defecto se activa solo cuando estamos en reposo, pero también cuando centramos nuestra atención en nosotros mismos y nos entregamos a la introspección. La mente empieza a vagar, y los contenidos de nuestro inconsciente se filtran en la conciencia. La red neural por defecto nos permite procesar información vinculada a relaciones sociales, nuestro lugar en el mundo, nuestras fantasías respecto al futuro y, por supuesto, las emociones.

Desde una perspectiva neurocientífica, Rilke estaba aprendiendo a permitir que regiones cerebrales, como la corteza prefrontal medial, informara acerca de imágenes y asociaciones provenientes de regiones cerebrales como el hipocampo o el neocórtex, cuyos contenidos más profundos no ingresan, a veces, en la conciencia. En nuestra lucha continua por alcanzar el éxito o incluso conservar nuestro trabajo, usamos las partes de nuestro cerebro que procesan los eventos externos inmediatos.  Esa red, centrada en el exterior, apaga la red neural por defecto y nos impide acceder a lo que puede ocurrir en el resto del cerebro. No obstante, nuestro cerebro está generando emociones y respondiendo a ellas de manera continua, y toda esa energía emocional debe disiparse en algún lugar.

Rilke también debió lidiar con ciertos accesos de depresión, debidos posiblemente a su implacable actitud respecto de sí mismo en el autoexamen: permitía que todos los aspectos desagradables de su mundo interno afloraran en la conciencia para poder analizarlos. Y aquí vemos la delgada línea que separa la cumbre de la genialidad del abismo de la depresión y la locura. Rilke vivió buena parte de su vida adulta en las proximidades de esa línea.

Si quieres saber más sobre las ventajas y desventajas de tirar la hueva, tienes que leer El arte y la ciencia de no hacer nada, de Andrew J. Smart.

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El arte y la ciencia de no hacer nada, de Andrew J. Smart, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.

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Andrew Smart

Aprende a optimizar tu tiempo con los descubrimiento más actuales de la neurociencia

Si conoces a alguien con estas características, podría ser un maldito asesino en serie

La psicopatía representa un cuadro clínico clasificado como un trastorno de personalidad, que incluye un conjunto de rasgos de naturaleza interpersonal, afectiva, conductual (estilo de vida) y antisocial. En el ámbito interpersonal, los psicópatas se caracterizan por poseer encanto superficial, narcisismo o grandioso sentido de la autoestima, mentir de manera patológica y emplear con maestría la manipulación y el engaño. Por lo que respecta a la faceta afectiva, destaca la falta de sentimientos de culpa, la ausencia de empatía y las emociones superficiales, junto con la incapacidad de responsabilizarse de los actos cometidos. En la faceta de la conducta o del estilo de vida predomina la irresponsabilidad en el cumplimiento de las obligaciones, la búsqueda de excitación, la impulsividad, la falta de metas realistas y un ánimo de vivir a costa de los demás (vida parásita). Finalmente, en la faceta antisocial, los psicópatas muestran una notable falta de autocontrol, problemas precoces de conducta, delincuencia juvenil, una amplia versatilidad delictiva y el quebrantamiento frecuente de las condiciones de la libertad vigilada o condicional.

Los psicópatas que presentan un historial criminal ya desde jóvenes son los más activos, los que cometen delitos más graves, los más versátiles. De entre los delincuentes conocidos por la policía y la justicia, éstos son los que tienen mayor riesgo de reincidencia, los que peor funcionan en los programas de tratamiento. Muchas veces su comportamiento desafiante aparece incluso mientras cumplen pena de prisión, al generar numerosos conflictos con los otros presos y con los funcionarios. Estos psicópatas identificados como tales son muy impulsivos, abusan generalmente del alcohol y de las drogas, y prolongan su carrera delictiva más allá de los cuarenta años. Dejan de delinquir al ser demasiado viejos para el crimen, o cuando las drogas les dejan hechos polvo, o bien, si tienen suerte, porque algún familiar o institución les permiten algún retiro donde la violencia ya no les aporta gran cosa.

Los psicópatas “integrados” son otra cosa. Estos individuos tienen un mejor control de los impulsos, planifican más, y cuando al fin deciden delinquir tienen muy claro que merece la pena correr los riesgos con tal de lograr sus propósitos. Puede ser dinero, propiedades, librarse de alguien incómodo, vengarse de un agravio… Nadie espera esa violencia porque no tienen antecedentes penales (o al menos estos no son por delitos graves), trabajan y muchas veces tienen una familia. Sin embargo, el núcleo de personalidad de ambos es el mismo: falta de empatía, emociones superficiales, profundo egocentrismo, acentuaso narcisismo… Las diferencias radican en que el psicópata criminal (no integrado) ha ejercido el delito desde joven, probablemente porque sus ansias hedonistas, su deseo de gratificación inmediata y su impulsividad y deseo de vivir situaciones límites le llevaron muy pronto a quebrantar las leyes y a explotar a los demás. Los psicópatas integrados manipulan mejor, tienen menos necesidad de vivir al filo de la navaja y han tenido el suficiente autocontrol como para llegar a adultos respetando las leyes.

Si quieres saber más sobre psicópatas y asesinos seriales, y te gustaría detectarlos en tu vida diaria, tienes que leer Perfiles criminales, de Vicente Garrido.

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Perfiles criminales, de Vicente Garrido, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Ariel.

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Los libros de Garrido, aparte de ser rigurosos, fascinan por su lenguaje divulgativo y por incluir siempre ejemplos reales.

Los estudios de mercado se inventaron en una lavandería

Un día de 1930, en Viena, los dueños de una nueva lavandería pidieron a Paul Lazarsfeld -profesor de Psicología de la famosa universidad de aquella ciudad- que los ayudara a hacer crecer su negocio. Según descubrió el instructor, muchas mujeres austriacas se mostraban renuentes a enviar su ropa a lavar, pues pensaban que hacerlo reducía su imagen de buenas amas de casa. Cuando entrevistó a los clientes de la lavandería, Lazarsfeld averiguó que las mujeres que utilizaban la lavandería con frecuencia habían llevado a lavar su ropa por primera vez a partir de una “emergencia”; por ejemplo, cuando uno de sus hijos se había enfermado o habían tenido huéspedes inesperados en casa. Sin embargo, una vez que experimentaban la alegría de que alguien más lavara su ropa sucia, quedaban enganchadas y se volvían clientes regulares. Esta revelación llevó a Lazarsfeld a sugerir a los dueños de la lavandería que enviaran una carta describiendo los servicios de su negocio a toda casa en la que un miembro de la familia hubiera fallecido recientemente, a sabiendas de que a los dolientes se les dificultaría lavar su propia ropa. Los dueños del negocio pusieron a prueba la idea y el negocio inmediatamente se fue para arriba, encendiendo una chispa bajo una nueva clase de investigación que a lo largo de las siguientes décadas revolucionaría la cultura global del consumo.

El uso ingenioso -aunque éticamente ambiguo- que dio Paul Lazarsfeld a lo que él denominó el “enfoque psicológico” para el estudio del comportamiento del consumidor reveló el valor indiscutible de lo que pronto se conocería como investigación de la motivación (o motivacional). Aunque realmente no es popular, Lazarsfeld fue una de las figuras más importantes en la historia de la publicidad y la mercadotecnia, y su tratamiento de la información obtenida de los consumidores es muy parecido al que sigue aplicándose en la actualidad.

Si quieres saber más sobre el origen de la investigación motivacional y la publicidad subliminal, no te puedes perder Freud en Madison Avenue, de Lawrence R. Samuel.

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Freud en Madison Avenue, de Lawrence R. Samuel, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.

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Samuel Lawrence

¿Qué quieren realmente los consumidores?

13 señales de que tu hijo(a) podría ser autista

Cuando los padres observan o sospechan que el desarrollo de su hijo(a) no es lo que se denomina “típico”, es importante realizar una consulta con un especialista para tener un diagnóstico completo y un tratamiento.

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Estas son algunas de las señales de que un desarrollo es “atípico” y nos podrían alertar sobre un posible autismo:

1. Ausencia de sonrisa social.

2. Falta de contacto visual: evita la mirada y el contacto con los demás.

3. Ausencia del balbuceo.

4. Detención en la entrada en el lenguaje verbal y no verbal.

5. Tendencia al aislamiento.

6. Ausencia de demandas (por ejemplo, no estira los brazos).

7. Repetición de sílabas o palabras-frase aisladas y fuera de contexto.

8. Repetición de fragmentos escuchados en algún lugar.

9. Aparición de la angustia en situaciones aparentemente normales.

10. Dificultad para aceptar los cambios de rutina.

11. Manipulación estereotipada de los objetos y fijación exclusiva con algunos en concreto, más que jugar con ellos o usarlos de forma funcional.

12. Estereotipias y rituales obsesivos.

13. Agresión a sí mismo o a otros.

Si quieres saber más sobre el autismo o comprender con más profundidad esta compleja condición, te recomendamos leer Autismo: guía para padres y profesionales, de Matías Cadaveira y Claudio Waisburg.

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Autismo: guía para padres y profesionales, de Matías Cadaveira y Claudio Waisburg, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.

Según este señor, la Tercera Guerra Mundial será un conflicto cultural

A finales de la década de 1980, el mundo comunista se desplomó y el sistema internacional de la guerra fría pasó a ser historia. En el mundo de la posguerra fría, las distinciones más importantes entre los pueblos no son ideológicas, políticas ni económicas; son culturales. Personas y naciones están intentando responder a la pregunta más básica que los seres humanos pueden afrontar: ¿quiénes somos? Y la están respondiendo en la forma tradicional en que los seres humanos la han contestado, haciendo referencia a las cosas más importantes para ellos. La gente se define desde el punto de vista de la genealogía, la religión, la lengua, la historia, los valores, costumbres e instituciones. Se identifican con grupos culturales: tribus, grupos étnicos, comunidades religiosas, naciones y, en el nivel más alto, civilizaciones. La gente usa la política no solo para promover sus intereses, sino también para definir su identidad. Sabes quiénes somos sólo cuando sabemos quiénes no somos, y con frecuencia sólo cuando sabemos contra quiénes estamos.

Los Estados-nación siguen siendo los actores principales en los asuntos mundiales. Su conducta está determinada, como en el pasado, por la búsqueda de poder y riqueza, pero también por preferencias, coincidencias y diferencias culturales. Los agrupamientos más importantes de Estados ya no son los tres bloques de la guerra fría, sino más bien las siete u ocho civilizaciones principales del mundo. Las sociedades no occidentales, particularmente en el este de Asia, están desarrollando su riqueza económica y sentando las bases de un poderío militar y una influencia política mayores. A medida que su poder y su confianza en sí mismas aumentan, las sociedades no occidentales van afirmando cada vez más sus propios valores culturales y rechazan los que les “impone” Occidente. El “sistema internacional del siglo XXI -ha señalado Henry Kissinger- incluirá al menos seis grandes potencias -los Estados Unidos, Europa, China, Japón, Rusia y, probablemente, la India- así como una multitud de países de tamaño medio y más pequeños”. Las seis grandes potencias de Kissinger pertenecen a cinco civilizaciones diferentes, y además hay importantes Estados islámicos cuya posición estratégica, gran número de habitantes y/o recursos petrolíferos les convierten en influyentes en los asuntos mundiales. En este nuevo mundo, la política local es la política de la etnicidad; la política global es la política de las civilizaciones. La rivalidad de las superpotencias queda sustituida por el choque de las civilizaciones.

En este nuevo mundo, los conflictos más generalizados, importantes y peligrosos no serán los que se produzcan entre clases sociales, ricos y pobres u otros grupos definidos por criterios económicos, sino los que afecten a pueblos pertenecientes a diferentes entidades culturales. Dentro de las civilizaciones tendrán lugar guerras tribales y conflictos étnicos. Sin embargo, la violencia entre Estados y grupos procedentes de civilizaciones diferentes puede aumentar e intensificarse cuando otros Estados y grupos pertenecientes a esas mismas civilizaciones acudan en apoyo de sus “países afines”. Y, en este sentido, los conflictos culturales más peligrosos son los que se producen a lo largo de las líneas divisorias existentes entre las civilizaciones.

Si quieres saber más sobre las posibles razones de que estalle la Tercera Guerra Mundial, no dejes de leer El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, de Samuel P. Huntington.

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El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, de Samuel P. Huntington, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.

Los ataques de pánico fueron creados por las farmacéuticas

Actualmente los ataques de pánico son un elemento habitual de la clínica psiquiátrica y de la cultura popular. Hasta once millones de estadounidenses serán diagnosticados formalmente, en algún momento de su vida, de un trastorno de pánico. Y sin embargo, todavía en una fecha como 1979 no existían oficialmente ni los ataques de pánico ni el trastorno de pánico. ¿De dónde surgieron estos conceptos? De la imipramina.

En 1958, Donald Klein era un joven psiquiatra del hospital Hillside de Nueva York. Cuando la imipramina estuvo disponible, Klein y uno de sus colegas empezaron a administrarla indiscriminadamente a la mayoría de los doscientos pacientes psiquiátricos que tenían a su cargo en Hillside. “Dábamos por supuesto que sería como una especia de supercocaína que arrancaría a los pacientes de su parálisis -recordaba Klein-. Increíblemente, aquellos pacientes apáticos, anoréxicos e insomnes empezaron a dormir y a comer mejor, y a decir, tras varias semanas, que “el velo se había alzado”.

Lo que más interesó a Klein fue que catorce de esos pacientes, que previamente sufrían de modo intermitente episodios agudos de ansiedad caracterizados por “respiración acelerada, palpitaciones, debilidad y una sensación de muerte inminente” (síntomas de lo que se llamaba entonces, en la tradición freudiana, neurosis de angustia), experimentaban una remisión considerable o total de su ansiedad. A Klein le llamó la atención un paciente en particular. El hombre acudía despavorido al puesto de las enfermeras, diciendo que temía que iba a morirse. La enfermera lo tomaba de la mano y le hablaba con tono tranquilizador y, al cabo de unos minutos, el ataque remitía. El proceso se repetía cada pocas horas. La Torazina no había funcionado con él. Tras medicarlo varias semanas con imipramina, sin embargo, las enfermeras advirtieron que sus visitas regulares en pleno acceso de pánico se habían interrumpido. El paciente aún sufría un alto nivel de ansiedad crónica, pero los paroxismos agudos habían desaparecido por completo.

A Klein este caso le dio que pensar. El hecho de que la imipramina pudiera anular los paroxismos de ansiedad sin suprimir la ansiedad general o inquietud crónica indicaba que había algo equivocado en la teoría imperante de la ansiedad.

Klein llegó a la conclusión de que estos paroxismos de ansiedad -que acabaría llamando ataques de pánico– tenían su origen en un fallo biológico que provocaba una alarma de asfixia, como el designaba a la cascada de actividad fisiológica que conduce, entre otras cosas, a lo que subjetivamente parece un ataque espontáneo de terror.

El trastorno de pánico fue la primera enfermedad psiquiátrica en cuya creación resultó ser determinante el efecto de un fármaco. La imipramina cura el pánico, por tanto, debe existir un trastorno de pánico.

Si quieres saber más sobre la ansiedad, el pánico y cómo superar estos trastornos, debes leer Ansiedad, de Scott Stossel.

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Ansiedad, de Scott Stossel, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.

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El gran ensayo sobre la ansiedad convertido en un éxito de ventas en Estados Unidos.

Al parecer, Porfirio Díaz no fue un presidente tan jodido como nos dijeron

Pocos dictadores en la historia de América Latina son tan conocidos como Porfirio Díaz. La historiografía (la escritura de la historia) sobre la época porfiriana siempre ha sido un tema de controversia, y uno que ha inspirado un sinfín de mitologías, no solo por las inevitables asociaciones políticas negativas con un régimen derrocado por una revolución, sino por el simple hecho -supremamente irónico, por cierto- de que es en esta época cuando se establece por primera vez en la historia de México la consolidación de una narrativa nacional coherente y la versión de una historia patria liberal que fue evolucionando con los textos clásicos de finales de siglo XIX: Vicente Riva Palacio, Justo Sierra, Emilio Rabasa, por mencionar solamente los textos más conocidos. La gran ironía consiste en que a la poderosa visión posrevolucionaria de la historia patria se han incorporado partes de la versión liberal decimonónica -sobre todo de la Insurgencia (personalizada, como siempre, en las figuras de Hidalgo y Morelos) y de la Reforma (en la figura de Juárez)- pero que excluyó tajantemente por tanto tiempo a su progenitor, Porfirio Díaz, y al régimen porfiriano que dio luz a la historia patria oficial en México, y también a los mismos cultos a Hidalgo, Morelos y, sobre todo, a Juárez, el culto más perdurable hoy en día. En ese sentido, tenemos que entender que la época que conocemos como el “porfiriato” (una etiqueta que se pondrá adelante en tela de juicio) es, al mismo tiempo, creadora y víctima de poderosas mitologías históricas.

También es muy cierto que las versiones más satanizadas se han ido desmoronando y revisando en los últimos treinta años. Compárense, por  ejemplo, los dos comentarios de Octavio Paz sobre el régimen de Díaz (uno de 1950, el otro de 1986), que sirven de epígrafe de este capítulo. Pero el compás del revisionismo historiográfico ha seguido distintos ritmos en sus distintos ámbitos -el historiográfico y el político-. Ahora en la historiografía profesional se puede afirmar que la renuencia a estudiar temas porfirianos murió hace tiempo. Como indicaron Mauricio Tenorio Trillo y Aurora Gómez Galvarriato en un análisis de la historiografía porfiriana, publicado en 2006, el porfiriato (etiqueta que no cuestionan) “ha dejado de ser un no tema”. Este cambio profundo en la historiografía profesional se refleja en la nueva versión de los libros de texto que ahora presentan una imagen más positiva de un porfiriato modernizador, una versión que por cierto ha influido mucho en la percepción de la nueva generación de jóvenes escolares mexicanos sobre esta época. En cambio, en la esfera pública y política, los cambios en la satanización de la figura de Díaz y su régimen han sido más lentos, y más difíciles de erradicar.

Extracto de Porfirio Díaz: entre el mito y la historia, de Paul Garner.

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Porfirio Díaz: entre el mito y la historia, de Paul Garner, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Crítica.

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Paul Garner

Porfirio Díaz es una de las figuras más controvertidas de la historia de México, tanto, que a cien años de su muerte en París, sus restos todavía reposan en el exilio.

Política e Internet: ¿enemigos a muerte o amigos con derecho?

Con la desconfianza popular hacia los poderes convencionales que se extiende y se hace más profunda y la estima popular del potencial poder para el pueblo de Internet alzándose hacia el cielo a través de los esfuerzos conjuntos del marketing de Silicon Valley y la poesía al estilo de Hillary Clinton recitada y transmitida a través de miles de despachos académicos, no sorprende que la propaganda progubernamental tenga más oportunidades de ser escuchada y absorbida si llega a sus objetivos a través de Internet. El más astuto de los autoritarios lo sabe muy bien; después de todo, los expertos informáticos están ahí para ser contratados, dispuestos a vender sus servicios al mejor postor. Hugo Chávez está en Twitter y supuestamente alardea de tener medio millón de amigos en Facebook; mientras que en China hay, por lo visto, un verdadero ejército de blogueros subvencionados por el Gobierno (bautizados como “el partido de los cincuenta céntimos”, que es lo que cobran por cada entrada). Morozov recuerda a sus lectores que, como afirma Pat Kane en el Independent del 7 de enero de 2012, “para el joven operario sociotecnológico, el servicio patriótico puede ser una motivación tan grande como el anarquismo bohemio de Assange y sus amigos”. Los hackers de la información también se unirían con entusiasmo y el mismo grado de buena voluntad y sinceridad a una nueva “Internacional de la transparencia” que a las Brigadas Rojas. Internet apoyaría ambas decisiones con idéntica ecuanimidad.

Se trata de una vieja, viejísima historia vuelta a contar: las hachas pueden usarse para talar madera o para cortar cabezas. La decisión no es de las hachas, sino de quienes las usan. Al hacha no le importa lo que elija quien la sostiene. Independientemente de lo afilada que esté, la tecnología en sí misma no “hará avanzar la democracia y los derechos humanos” para nosotros y en lugar de nosotros…

Vuelves a tener razón al negarte a depositar tus esperanzas para la inversión de la actual insensibilización del lenguaje político en las instituciones existentes en la política de los Estados-nación. Y ello por razones que hemos debatido siquiera someramente: la avanzada separación que tiene como objetivo el divorcio entre el poder (la capacidad de hacer cosas) y la política (la capacidad de decidir lo que hay que hacer), y la resultante incapacidad, absurda, degradante y manifiesta de la política de los Estados-nación para cumplir con su cometido. Pocas personas esperan la salvación desde las altas esferas; las promesas de los ministros se reciben, como mucho, con incredulidad salpicada de ironía. El montón de esperanzas frustradas crece día a día. Bajo la luz deslumbrante de las pantallas de televisión se reproduce el espectáculo de hombres y mujeres de estado que anuncian orgullosamente, en el telediario de la noche, los pasos decisivos que acaban de dar -sus medidas para restablecer el control sobre el curso de los acontecimientos y poner fin a otro problema angustioso- solo para esperar nerviosamente a que la Bolsa abra a la mañana siguiente para comprobar si esas medidas tienen la más ínfima oportunidad de aplicarse, y si es así, si esa aplicación tendrá algún efecto tangible.

Extracto de Ceguera moral, un libro de Zygmunt Bauman y Leonidas Donskis.

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Ceguera moral, de Zygmunt Bauman y Leonidas Donskis, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.