Los ataques de pánico fueron creados por las farmacéuticas

Actualmente los ataques de pánico son un elemento habitual de la clínica psiquiátrica y de la cultura popular. Hasta once millones de estadounidenses serán diagnosticados formalmente, en algún momento de su vida, de un trastorno de pánico. Y sin embargo, todavía en una fecha como 1979 no existían oficialmente ni los ataques de pánico ni el trastorno de pánico. ¿De dónde surgieron estos conceptos? De la imipramina.

En 1958, Donald Klein era un joven psiquiatra del hospital Hillside de Nueva York. Cuando la imipramina estuvo disponible, Klein y uno de sus colegas empezaron a administrarla indiscriminadamente a la mayoría de los doscientos pacientes psiquiátricos que tenían a su cargo en Hillside. “Dábamos por supuesto que sería como una especia de supercocaína que arrancaría a los pacientes de su parálisis -recordaba Klein-. Increíblemente, aquellos pacientes apáticos, anoréxicos e insomnes empezaron a dormir y a comer mejor, y a decir, tras varias semanas, que “el velo se había alzado”.

Lo que más interesó a Klein fue que catorce de esos pacientes, que previamente sufrían de modo intermitente episodios agudos de ansiedad caracterizados por “respiración acelerada, palpitaciones, debilidad y una sensación de muerte inminente” (síntomas de lo que se llamaba entonces, en la tradición freudiana, neurosis de angustia), experimentaban una remisión considerable o total de su ansiedad. A Klein le llamó la atención un paciente en particular. El hombre acudía despavorido al puesto de las enfermeras, diciendo que temía que iba a morirse. La enfermera lo tomaba de la mano y le hablaba con tono tranquilizador y, al cabo de unos minutos, el ataque remitía. El proceso se repetía cada pocas horas. La Torazina no había funcionado con él. Tras medicarlo varias semanas con imipramina, sin embargo, las enfermeras advirtieron que sus visitas regulares en pleno acceso de pánico se habían interrumpido. El paciente aún sufría un alto nivel de ansiedad crónica, pero los paroxismos agudos habían desaparecido por completo.

A Klein este caso le dio que pensar. El hecho de que la imipramina pudiera anular los paroxismos de ansiedad sin suprimir la ansiedad general o inquietud crónica indicaba que había algo equivocado en la teoría imperante de la ansiedad.

Klein llegó a la conclusión de que estos paroxismos de ansiedad -que acabaría llamando ataques de pánico– tenían su origen en un fallo biológico que provocaba una alarma de asfixia, como el designaba a la cascada de actividad fisiológica que conduce, entre otras cosas, a lo que subjetivamente parece un ataque espontáneo de terror.

El trastorno de pánico fue la primera enfermedad psiquiátrica en cuya creación resultó ser determinante el efecto de un fármaco. La imipramina cura el pánico, por tanto, debe existir un trastorno de pánico.

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