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Un reportero en la montaña mágica: cómo la élite económica de Davos hundió el mundo

Por mucho que las sesiones sobre “social skills” y psicología de gestión empresarial (que siempre las hay en Davos) enfaticen la importancia de hacer el primer contacto con el nuevo socio o rival mirándole directamente a los ojos, la primera mirada en Davos se dirige invariablemente a la tarjeta de acreditación que cuelga del cuello del participante. Una acreditación color azul con holograma es el nivel top, que identifica a un jefe de Gobierno o a un CEO multimillonario del ranking de Forbes; el estatus va bajando por una cuesta empinada de categorías con sus correspondientes colores, como el funicular que recorre la montaña desde Schaztalp a Davos Platz en un descenso vertiginoso. Una paulatina bajada de categorías que va desde jefe de Estado a socio estratégico del WEF, corporaciones multinacionales desde Swiss Re a Saudi Basic Industries Corporation, Deutsche Bank a Dow Chemical; luego a “young global leader”, “global shaper”, “technology pioneer”, “media leader”, reportero del “reporting press”, informador sin derecho a entrar, etc. Y enumero tan solo algunas de las categorías del escalafón de Davos. En un capítulo anterior ya hemos comentado cuán duro resulta para la autoestima pertenecer a la categoría de “reporting press” frente a los privilegiados líderes mediáticos. Pero los acomplejados no éramos solo los reporteros que ejercen labores normales y corrientes en el campo de la información. Incluso Howard (el nieto del hombre simpático más rico del mundo, Warren Buffett), de veintisiete años, pelirrojo y con gafas Harry Potter, que más pronto que tarde heredará los 44 mil millones de dólares de patrimonio y las riendas de la compañía de inversión Berkshire Hathaway, parecía estar preocupado por su estatus en Davos. “Este año soy un global shaper. Puede que el año que viene sea un young global leader pero no es seguro”, le oí comentar en el WEF del 2012. Hasta Buffettito sabe que no hay sensación peor que ser excluído por pertenecer a un estatus inferior. Pero así funcionan las cosas en la “montaña mágica” y así funciona el mundo, poblado de gente y países sometidos a la férrea jerarquía del poder sin posibilidad de ascenso de categoría mediante el catch up económico (ni los irlandeses y su Tigre Celta lo consiguieron), pero poco propensos a quejarse o juntarse con los otros parias por temor a caer aún más bajo.

Extracto de Un reportero en la montaña mágica, de Andy Robinson.

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Un reportero en la montaña mágica, de Andy Robinson, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Ariel.

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