‘Tras las huellas de la ciencia’, un libro que analiza el vínculo entre el arte y la ciencia

Reflexionar sobre ámbitos heterogéneos en apariencia, como la literatura y las matemáticas, o bien como la poesía y la tecnología, pero cuyos nexos son más profundos y frecuentes de lo que pensamos, quizá también nos permita escoger mejor nuestras lecturas y gustos en este mundo caótico, lleno de adversidades estéticas. Es un entrenamiento para extraer un poco de orden en medio del apetito y la anorexia, así como para suavizar el inevitable choque emocional que sobreviene una vez que entendemos el significado del vacío interestelar. Eso hacen los escritores y los matemáticos: alimentar nuestro espíritu para sobrellevar la melancolía y aprender a resignarnos cuando comprendemos que somos simples mortales y que nuestro tiempo es corto.

La tecnología, hija de las técnicas y oficios tradicionales, confía en la enorme diversidad de máquinas y herramientas que ha heredado, desafiando el paso del tiempo. Sabe que su fin no parece estar cercano, de manera que siente la necesidad de seguir transformando el mundo. Inventa, pues, artefactos que satisfagan nuestras necesidades biológicas elementales, al igual que aquellas que hemos refinado con el paso de los siglos. La tecnología es, desde luego, un ingrediente de la evolución humana.

Por otro lado está la literatura, el mundo de lo posible y lo imposible, el meridiano de nuestros deseos y frustraciones. Una historia que nadie necesita pero que, por su estructura y su aliento, nos permite entender lo que el autor tiene que decirnos. En sentido estricto, la literatura podría prescindir de cualquier artefacto tecnológico. Pero no lo hace, como tampoco lo intenta la ciencia. ¿Por qué? Simplemente porque sus oportunidades evolutivas le han descubierto la posibilidad de usar sustratos alternativos como el papel y algunos medios electrónicos en vez de recurrir a la creación de genes para heredar cultura a nuestros descendientes.

Es así como la literatura y la tecnología se tocan; ambas dependen de la invención para sobrevivir. Los inventores, los escritores y los matemáticos comparten, por lo general,  tres reglas en su quehacer cotidiano:

1. La forma sigue a la función.

2. La forma sigue al defecto.

3. La forma sigue a la imaginación.

Desde luego, uno puede pensar que no hay escapatoria posible a estas tres fatalidades. Y, de hecho, no la hay. Tal vez por ello los inventores, al igual que los escritores y los matemáticos, tienen vidas azarosas, agitadas (por ejemplo, la del precoz Evaristo Gailois, genio de las matemáticas que murió de forma trágica en 1832, a los 22 años de edad), a veces tristes y con la obsesión de subir más alto en la colina. Trayectorias salpicadas de «glamour», vidas tragicómicas y esclavizadas por un solo problema: el del diseño contra el tiempo.

Extracto de Tras las huellas de la ciencia, un libro de Carlos Chimal sobre el vínculo inédito entre el arte y el conocimiento científico.

Tras las huellas de la ciencia portada

Tras las huellas de la ciencia, de Carlos Chimal, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Tusquets.

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Carlos Chimal

El vínculo inédito entre el arte y el conocimiento científico

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