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¿Cuánto cuesta un gramo de cocaína?

Las drogas son caras porque son productos ilegales. El prohibicionismo es el factor principal que explica una dispersión de precios que va, en el caso del gramo de cocaína, de los 1.8 dólares que cuesta en Colombia, uno de los principales países productores, a los 169 dólares que vale en Estados Unidos, el principal país consumidor, a los más de 300 dólares a los que puede ascender en Australia. Cuantas más barreras se vencen para lograr llegar al consumidor, más caro es el producto.

A principios de los años setenta, Estados Unidos declaró una guerra al comercio de drogas que, se esperanzó el presidente Richard Nixon, aumentaría los precios. A mayor precio, habría menos consumidores. Pero ocurrió todo lo contrario, porque desde entonces los precios de las drogas se desplomaron y se hicieron más accesibles.

De acuerdo con informes de la JIFE, el gramo de cocaína en Estados Unidos pasó de 278 a 169 dólares entre 1990 y 2010. El de heroína se redujo de 1031 a 450 dólares, es decir, a menos de la mitad, en el mismo lapso. Lo mismo ocurrió en la Unión Europea, el segundo mercado más importante de consumidores, en donde el premio del gramo de cocaína bajó, en promedio, de 117 a 82 dólares, y el de la heroína, de 173 a 68 dólares. Con el agravante, además, de que la pureza y la potencia de las drogas aumentó. El gramo de marihuana en Estados Unidos bajó de 25 a 12 dólares en veinte años, pero la calidad de sus sustancias psicoactivas creció del 4 al 12%.

En el desglose de los precios por kilogramos, las cifras se vuelven astronómicas. En los años setenta, un kilogramo de cocaína en Colombia costaba 7 mil dólares, pero hoy su precio se ha reducido a mil 500 dólares. Cuando llega a Estados Unidos, después de atravesar Centroamérica y México, o la ruta marítima de las islas del Caribe, ya vale hasta 35 mil dólares. Si la trasladan a Europa vía España, el precio supera los 50 mil dólares y puede aumentar incluso a 70 mil si los narcotraficantes logran introducirla en las costas británicas. Pero en realidad, los precios han bajado tanto en su distribución al menudeo que una dosis de cocaína en Europa equivale a beber una copa de vino en algún bar italiano.

Si quieres saber más sobre las drogas y la forma en que circulan por todo el mundo, entonces debes leer Todo lo que necesitas saber sobre narcotráfico, de Cecilia González.

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Todo lo que necesitas saber sobre narcotráfico, de Cecilia González, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.

Todo lo que querías saber sobre el estrés pero nunca habías preguntado

¿Por qué el estrés en lugar de salvarnos de una dificultad, de un peligro que nos amenaza, se convierte en un problema para la salud? ¿Por qué esta compleja interacción de nervios, músculos hormonas, órganos y sistemas que constituyen el estrés pueden desencadenar irritabilidad, insomnio, dolores de cabeza, taquicardia, diabetes, demencia, cáncer o un infarto de miocardio?

El estrés es un mecanismo de supervivencia que forma parte de la vida diaria de las personas, los animales, las bacterias e incluso de las plantas. Es un mecanismo fisiológico que, cuando se pone en marcha a su debido tiempo y con la intensidad precisa, no solo no causa daño, sino que casi siempre permite al organismo superar situaciones críticas, mantener su capacidad de reproducción o salvar su vida. Veamos algunos ejemplos.

Cuando una planta sufre una sequía, responde con lo que los agrónomos denominan «estrés hídrico»: pierde hojas y frutos para ahorrar agua y sólo mantiene las funciones mínimas para sobrevivir hasta que vuelven las lluvias. Otra situación parecida puede darse en un rebaño de ovejas que apenas tenga hierba que comer. En este caso, la hambruna pone en marcha una respuesta de estrés que inhibe la reproducción en las hembras hasta que se produzcan mejores condiciones para ello. Por ejemplo, la ausencia de vegetales y la falta de animales ocasiona que una tribu de cromañones apenas tengan comida con la que saciar su hambre. La falta de nutrientes desencadena en ellos una respuesta de estrés que tiene por misión permitir su supervivencia hasta que logren encontrar alimento.

El problema surge cuando esa respuesta de estrés es excesiva, desproporcionada o se reitera de manera constante a lo largo de días, meses o años. La sequía se prolonga tanto, que la planta se seca; el rebaño de ovejas no se reproduce y los adultos desaparecen; los individuos más débiles de la tribu de cromañones van muriendo por la falta de nutrientes indispensables para mantener la vida.

Pero el estrés crónico es un suceso raro en la naturaleza. Para la mayoría de los seres vivos (incluidos nuestros ancestros paleolíticos) y en las más variadas circunstancias, la respuesta de estrés frente a un determinado acontecimiento que pone en riesgo su vida o su reproducción es siempre una crisis transitoria: o se acaba la crisis (vuelven las lluvias) o se acaba el ser vivo que la padece (se secan las plantas, desaparecen los herbívoros, mueren los cromañones). Hay algunas excepciones, como veremos más adelante.

La situación en el ser humano moderno, sobre todo en el que habita en países desarrollados y opulentos, es diferente a la de nuestros ancestros o a la de seres humanos que aún viven hoy en condiciones paleolíticas. Nosotros podemos estar sometidos a diferentes amenazas que nuestro cerebro interpreta como un riesgo para nuestra vida y nuestra reproducción, y que persisten durante semanas o años. En estas condiciones, los mediadores hormonales y nerviosos que se liberan para organizar y controlar la reacción de estrés, así como los cambios metabólicos, inmunológicos y cardiovasculares que se desencadenan como parte de la reacción de estrés, en lugar de cumplir su función beneficiosa (resolver el conflicto), cronifican sus efectos, se tornan agresores del propio organismo y desarrollan todas las enfermedades relacionadas con el estrés.

Por eso es fundamental que tengamos una idea precisa de qué es realmente el estrés; esta es la única vía para prevenirlo y tratar con eficacia sus consecuencias negativas.

Si quieres saber todo sobre el estrés y cómo evitarlo, entonces lee El mono estresado, de José Enrique Campillo Álvarez.

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El mono estresado, de José Enrique Campillo Álvarez, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Crítica.

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Todo lo que usted necesita saber sobre el estrés, su prevención y su tratamiento, como nadie supo contarle.

Así funciona el «star system» hollywoodense: el legendario caso de Theda Bara

Una de las características más notables del cine es su inmediatez. No tenemos que hacer demasiado esfuerzo por creer que aquello que vemos moverse en la pantalla se está moviendo de verdad, y que el ambiente, todo aquello que rodea lo que está en movimiento, efectivamente existe. Tendemos a ver una película como quien mira a través de una ventana. La famosa «magia del cine» debe consistir, básicamente, en esa capacidad que tiene para suspender nuestra incredulidad y convocar nuestra fe: creemos efectivamente en lo que vemos.

Uno de los primeros vehículos de esa fe lo constituyeron las estrellas. El término tiene orígenes controvertidos, aunque es evidente que refiere a algo que brilla por sí solo. Cuando los estudios se establecieron en Hollywood, quedó claro que esa identificación con los real tenía como vehículo al actor, y que cuanto más atractiva fuera la figura, mayor sería su capacidad de convocar al público. Era muy obvio que el trabajo de una actriz como Lillian Gish en los films de Griffith, de Chaplin en las comedias de Sennett o en las propias, y de un acróbata como Douglas Fairbanks en films de aventuras habían creado alrededor de las personas-personajes un aura. No se iba a ver The Thief of Bagdad (El ladrón de Bagdad, Raoul Walsh, 1924), sino la última aventura de Fairbanks. No se veía The Gold Rush (La quimera del oro, Charles Chaplin, 1925) sino lo que Chaplin tenía para ofrecer. El inglés es, quizás, quien mejor comprendió la potencia del personaje como vehículo y lazo con el espectador.

Por cierto, no hay que olvidar que los dueños de los estudios eran empresarios que sabían de cine, y que en las dos primeras décadas del siglo XX la publicidad sentó sus raíces definitivas. El star system, denominación al mismo tiempo estética e industrial, nace de esa necesidad de combinar lo real con la fantasía. De paso, solicitamos al lector que mantenga esta idea de la fusión entre la real y lo inventado durante el resto del libro, pues vamos a volver a eso. De regreso a las estrellas, cuenta la leyenda que la primera fue Theda Bara y que su aparición en el cine fue producto de una serie de operaciones publicitarias notables. Theodosia Goodman era una chica nacida en 1885, de padres de clase media, un poco atraída por la actuación. En una versión de la leyenda, la chica no tenía formación actoral, y en otra, logró trabajar de extra en algunos films. Sea como fuere, en 1915 el director Frank Powell vio que tenía el rostro justo para interpretar a la protagonista del film A Fool There Was (Esclavo de una pasión), producida por William Fox, a quien le pareció momento de cambiar el nombre de la chica e incluso inventarle una historia, una «película» en la vida real. Acortó su nombre, explicó que su padre era árabe (de allí el «Bara», «arab» al revés, aunque otra versión del mito dice que Theda Bara era anagrama de «muerte árabe»), le rebajó cinco años de edad y la rodeó de un halo de misterio: era la primera vampiresa, la mujer come-hombres, etcétera. Y esto porque el film trataba de un intachable corredor de bolsa corrompido por las malas y lujuriosas artes de la fémina. Todo fue un éxito: tanto la película como la «instalación de marca» de Theda Bara, que filmó ese mismo año otras seis.

Si quieres saber más sobre los secretos del mundo del cine, entonces no puedes perderte Todo lo que necesitas saber sobre cine, de Leonardo D’Espósito.

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Todo lo que necesitas saber sobre cine, de Leonardo D’Espósito, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.

4 principios que siguen las personas que quieren cambiar el mundo

Dice Chris Guillebeau, autor de El arte de no conformarse (Paidós), que la mayoría de las personas que han logrado un cambio fundamental en el mundo lo han hecho mediante el uso de estos 4 principios.

Chécalos y aplícalos cuanto antes, si tu objetivo es cambiar el mundo y vivir la vida que quieres.

1. Debes ser receptivo a ideas novedosas.

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No me interesa si eres liberal o conservador, creyente o agnóstico, rico o pobre, o de cualquier otra de esas categorías en que suelen agruparnos quienes gustan de discutir. De hecho, creo que muchas de estas descripciones excluyentes son dicotomías artificiales, diseñadas para enfrentar entre sí a las personas sin una buena razón. En el mejor de los casos, son irrelevantes para nuestra discusión y, en general, vamos a ignorarlas.

No obstante, debes ser receptivo a las ideas novedosas. Esto no significa que debas aceptar ciegamente las ideas nuevas sino que las consideres cuidadosamente antes de desecharlas. Asimismo, deberás poner en duda algunas ideas viejas que tal vez tengas todavía. Trátese de este libro o de cualquier otra fuente, casi nada será 100 por ciento pertinente para tu situación. Tu objetivo será concentrarte en lo que sí es pertinente y poner en práctica esas ideas en tu vida.

2. Debes sentirte insatisfecho con el status quo

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Debes sentir el deseo de ir más allá de lo que ves alrededor. Si estás satisfecho con el estado actual de las cosas, te deseo lo mejor pero este libro no te ayudará. A lo largo de las siguientes páginas voy a librar un ataque brutal contra el status quo. El status quo cuenta con sus defensores y con una mayoría pasiva que acepta las cosas como son; el público de este libro consta de las personas que se sienten insatisfechas y están listas para un cambio. Para darte una idea de lo que representa el status quo, échale un vistazo a la lista de las «11 reglas para vivir una vida ordinaria y mediocre». Esta lista y sus variantes representan una vida estable y cómoda. No es exhaustiva, y es posible que puedas agregar algunas entradas a partir de experiencias propias o de personas conocidas.

Así como pocos te criticarán por lanzarte de un puente si todos los demás están haciéndolo, una vida como esta te aísla de los desafíos y los riesgos. También es una vida de muda desesperación que te deja con una pregunta persistente: ¿Esto es todo lo que la vida tiene para ofrecer? ¿Me perdí de algo? Si quieres algo diferente a una vida de muda desesperación, continúa leyendo.

3. Debes estar dispuesto a responsabilizarte de ti mismo

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Debes hacerte responsable de lo que ocurra en tu futuro, bueno o malo. Nuestro pasado puede tener cierta responsabilidad en definir quiénes somos actualmente, pero no tiene por qué marcar nuestro futuro. Si tuviste una infancia terrible o alguien te hirió profundamente en el pasado, esta es tu oportunidad para desafiarlos. Si tu infancia fue feliz y no sabes de dolor ni de desventajas sociales, estás en mejor posición que todos los demás. A mayores privilegios, mayores responsabilidades: es momento de echarle ganas.

Cualquiera que sea tu posición en ese continuo, a partir de ahora, ganes o pierdas, debes estar dispuesto a responsabilizarte de ti mismo.

4. Debes estar dispuesto a trabajar duro

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Muchas personas creen que la clave para mejorar su vida es trabajar menos. Yo considero que es trabajar mejor. Creo que la mayoría es trabajar duro, pero en una actividad que nos dé energía e influya positivamente en los demás. Ese es un trabajo por el que vale la pena luchar, y el otro es uno que vale la pena abandonar, lo hayamos terminado o no. A menudo, los momentos más memorables de nuestra vida son los más difíciles, no los fáciles. Resulta satisfactorio superar los desafíos, pero el hecho mismo de enfrentarlos también es valioso.

Si quieres conocer más tips para alcanzar la vida que quieres y cambiar el mundo, entonces no te pierdas El arte de no conformarse, de Chris Guillebeau.

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El arte de no conformarse, de Chris Guillebeau, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.

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Chris Guillebeau

Sienta tus propias reglas. Vive la vida. Cambia el mundo

¿Quiénes son los ‘Ángeles de la muerte’ y por qué debemos temerles?

¿Qué hace que un hombre o una mujer que se ha comprometido por ética profesional a cuidar a personas vulnerables o enfermas se desvíe de modo dramático de esa exigencia moral y llegue a convertirse en el asesino de esas mismas personas? Ésta es la cuestión que se dilucida aquí, y la respuesta ciertamente no es sencilla.

Los psiquiatras han cuñado la etiqueta diagnóstica de «síndrome de Munchhausen por proximidad» para describir a los padres (típicamente la madre) que hieren o enferman a sus hijos a propósito porque tienen la necesidad inconsciente  de ser atendidos y considerados padres competentes y abnegados. El nombre procede de un barón alemán que contaba historias extraordinarias e inventadas a sus amistades. El nombre oficial actual es Trastorno facticio (fingido) por poderes.

Cuando los padres llevan al hospital a sus hijos, una y otra vez, están diciendo al mundo «qué dura es su vida y cuánto quieren a sus hijos que siempre están dispuestos a ayudarles». No buscan incentivos externos, sólo satisfacer la necesidad patológica de ser valorados ante los demás. El mejor modo de demostrar que son padres sacrificados sería poner a las personas a las que más aman (sus hijos) en situación de riesgo -más o menos grave- para que, gracias a su entereza, reciban los cuidados que al final les devolverán la salud. Claro que, en determinados casos, la lesión o herida puede ser muy grave o tener complicaciones inesperadas, con el resultado de que esa ayuda llegue tarde o sea inefectiva, o que sean tantas las ocasiones en las que el niño enferma o sufre lesiones que finalmente no consigue sobrevivir.

Esta patología, sin embargo, sólo explicaría una parte de los llamados casos de los «ángeles de la muerte» -expresión que agrupa al personal sanitario o de prestación de cuidados que atiende a enfermos o personas vulnerables-, los casos en los que una enfermera, por ejemplo, busca esa sensación de reconocimiento y competencia haciendo enfermar a los niños a los que cuida para luego desvivirse en salvarles la vida o en cuidarlos de modo obsesivo. Podemos decir que aquí la madre ha sido sustituida por la enfermera. Ésta no quiere matar al niño al que atiende tan solícitamente, sólo ponerlo en peligro, herirlo, para al fin devolverle la salud… y de nuevo volver a empezar.

En efecto, la mayoría de los ángeles de la muerte no pretenden simular que salvan a alguien o no buscan cuidar con esmero al sujeto al que repetidamente enferman, sino que directamente persiguen matarlo. No, desde luego, nada más tener relación con él o ella, pero sí pasado un tiempo más o menos largo (semanas o meses, generalmente) como consecuencia de una determinada relación que el profesional ha establecido con su paciente, y cuyas claves para tomar la decisión de matarlo o dejarlo con vida no son siempre comprensibles. Lo único cierto es que son «sus pacientes», y que éstos pueden vincularse con su psicología mórbida de múltiples formas: el asesino puede considerarlo molesto, ofensivo o demasiado débil como pare merecer seguir viviendo. En otras ocasiones, raras, hay motivos económicos, o bien ciertos deseos de venganza por algún agravio que el cuidador pensó que no debió de recibir de quien ahora es su víctima. Tampoco podemos descartar en algunos casos un sentimiento erótico profundo derivado del acto de matar.

Si quieres conocer casos específicos de estos «ángeles de la muerte», no dejes de leer Perfiles criminales: un acercamiento a los asesinos en serie más famosos de la historia, de Vicente Garrido Genovés.

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Perfiles criminales: un acercamiento a los asesinos en serie más famosos de la historia, de Vicente Garrido Genovés, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Ariel.

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Los libros de Garrido, aparte de ser rigurosos, fascinan por su lenguaje divulgativo y por incluir siempre ejemplos reales.

¿Quién carajos es Michel Foucault?

Cuando apareció la Historia de la locura, algunos historiadores franceses, de los mejor predispuestos (entre ellos, el autor de estas líneas) no advirtieron de entrada la trascendencia del libro. Foucault solamente mostraba -creí yo- que el proyecto que nos hemos formado de la locura ha variado mucho a través de los siglos. No nos decía nada nuevo; en definitiva, ya lo sabíamos: las realidades humanas revelan una contingencia radical (es la ya conocida «arbitrariedad cultural») o cuando menos son diversas y variables. No hay ni constantes históricas, ni esencias, ni objetos naturales. Nuestros antepasados tenían ideas muy extrañas acerca de la locura, la sexualidad, el castigo o el poder. Pero era como si admitiésemos calladamente que esos tiempos del error habían quedado atrás, que nosotros lo hacíamos mejor que nuestros abuelos y que conocíamos la verdad alrededor de la cual ellos habían estado dando vueltas. «Este texto griego habla del amor según la concepción que se tenía de él en la época», decíamos; pero ¿valía nuestra idea del amor más que la suya? No nos atreveríamos a asegurarlo, si hoy se nos plantease esa pregunta ociosa e inactual; pero ¿pensamos en ellos seriamente, intelectualmente? Foucault se detuvo a pensar seriamente en la cuestión.

Yo no entendí que Foucault estaba participando sin decirlo en un gran debate del pensamiento moderno: ¿la verdad es o no adecuación a su objeto, se parece o no a lo que enuncio, tal y como el sentido común supone? A decir verdad, cuesta ver por dónde acertaríamos a saber si es parecida, puesto que no tenemos otra fuente de información que nos permita confirmarlo, pero pasemos. Para Foucault, al igual que para Nietzsche, William James, Austin, Wittgenstein, Ian Hacking y muchos otros, cada uno con sus puntos de vista, el conocimiento no puede ser el espejo fiel de la realidad; al igual que Richard Rorty, Foucault no cree en ese espejo, en esa idea «especular» del saber; según él, el objeto en su materialidad no puede separarse de los marcos formales a través de los cuales lo conocemos y que Foucault, con una palabra mal elegida, llama «discurso». Todo está ahí.

Mal entendida, esta noción de la verdad como no correspondencia con lo real ha llevado a creer que, según Foucault, los locos no estaban locos y que hablar de locura era ideología; incluso Raymond Aron interpretaba así la Historia de la locura y me lo dijo sin ambages. La locura es demasiado real, basta ver un loco para saberlo, protestaba, y tenía razón: el propio Foucault profesaba que la locura, a pesar de no ser lo que su discurso dijo, ha dicho y dirá de ella, tampoco «no era nada».

¿Qué es entonces lo que Foucault entiende por discurso? Algo muy sencillo: es la descripción más precisa, más exacta de una formación histórica en su desnudez, es la puesta al día de su última diferencia individual.

Si quieres saber más sobre la figura y obra de Michel Foucault, uno de los filósofos más importantes del siglo XX, entonces no dejes de leer Foucault: Pensamiento y vida, de Paul Veyne.

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Foucault: Pensamiento y vida, de Paul Veyne, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.

Procomún colaborativo: el sistema económico que llegó para derrocar al capitalismo

En la escena mundial está apareciendo un sistema económico nuevo: el procomún colaborativo. Es el primer paradigma económico que ha arraigado desde la llegada del capitalismo y el socialismo, a principios del siglo XIX. El procomún colaborativo está transformando nuestra manera de organizar la vida económica y ofrece la posibilidad de reducir las diferencias en ingresos, de democratizar la economía mundial y de crear una sociedad más sostenible desde el punto de vista ecológico.

Ya estamos presenciando la aparición de una economía híbrida, en parte mercado capitalista y en parte procomún colaborativo, dos sistemas económicos que suelen actuar conjuntamente y que, a veces, compiten entre sí. Se benefician de las sinergias que surgen a lo largo de sus perímetros respectivos y, al mismo tiempo, se añaden valor mutuamente. En otras ocasiones se oponen con fuerza y cada uno intenta absorber o sustituir al otro.

La pugna entre estos dos paradigmas económicos rivales será prolongada y muy reñida. Pero incluso en esta etapa tan temprana, está quedando cada vez más claro que el sistema capitalista, que ha ofrecido una narración convincente de la naturaleza humana y un marco organizativo general para la vida cotidiana comercial, social y política de la sociedad durante más de diez generaciones, ya ha alcanzado su apogeo y ha iniciado su lento declive. Sospecho que el capitalismo seguirá formando parte del panorama social, pero dudo que siga siendo el paradigma económico dominante de la segunda mitad del siglo XXI.

Aunque los indicadores de la gran transición a un sistema económico nuevo aún son endebles y en gran medida anecdóticos, el procomún colaborativo está en alza y es probable que hacia 2050 se establezca como el árbitro principal de la vida económica en la mayor parte del mundo. El capitalismo habrá dejado de reinar, pero seguirá prosperando una forma de capitalismo más racionalizado y práctico que hallará suficientes vulnerabilidades que explotar, sobre todo como agregador de servicios y soluciones en red, lo cual le permitirá desempeñar un papel importante en la nueva era económica. Estamos entrando en un mundo que, en parte, se encuentra más allá de los mercados, un mundo en el que aprendemos a convivir en un procomún colaborativo mundial cada vez más interdependiente.

Comprendo que esto sea inconcebible para la mayoría de la gente porque estamos condicionados para creer que el capitalismo es tan indispensable para nuestro bienestar como el aire que respiramos. Sin embargo, a pesar de los intentos de filósofos y economistas que durante siglos han afirmado que sus supuestos operativos reflejan las leyes que rigen la naturaleza, los paradigmas económicos no son fenómenos naturales, sino simples constructos humanos.

Como paradigma económico, el capitalismo ha tenido mucho éxito. Aunque su trayectoria ha sido relativamente breve en comparación con otros paradigmas económicos de la historia, es de justicia reconocer que su impacto tanto positivo como negativo en la aventura humana quizá haya sido más profundo y más amplio que el de ninguna otra era económica, con la excepción de la transición de la caza-recolección a la agricultura.

Lo irónico es que el declive del capitalismo no se debe a ninguna fuerza hostil. Frente al edificio capitalista no se agolpan hordas dispuestas a echar sus puertas abajo. Todo lo contrario. Lo que está socavando el sistema capitalista es el éxito enorme de los supuestos operativos que lo rigen. En el núcleo del capitalismo, en el mecanismo que lo impulsa, anida una contradicción que lo ha elevado hasta lo más alto y que ahora lo aboca a su fin.

Si quieres saber de qué estamos hablando, entonces no puedes perderte La sociedad de costo marginal cero: el internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo, de Jeremy Rifkin.

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La sociedad de costo marginal cero: el internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo, de Jeremy Rifkin, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.

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Jeremy Rifkin, el analista de tendencias económicas más importante de nuestro tiempo, nos acompaña en un viaje hacia un futuro que va más allá del sistema capitalista

‘El invierno del lobo’, la nueva historia de suspenso de John Connolly

El lobo era un macho joven, solo y dolorido. Le sobresalían las costillas bajo el pelaje de color pardo herrumbre, y se aproximaba al pueblo cojeando. Aquel invierno, su manada había sido aniquilada a orillas del río San Lorenzo, pero para entonces ya se había adueñado de él el impulso de vagar, y cuando llegaron los cazadores, acababa de iniciar la marcha hacia el sur. La suya no era una manada muy numerosa: una docena de animales en total, guiados por la hembra alfa, que era su madre. Ahora todos habían muerto. Para eludir la matanza, él había atravesado el río por encima del hielo invernal, encogiéndose al oír las detonaciones. Cuando se acercaba a la línea divisorio de Maine, se cruzó con un segundo grupo de hombres, menor que el anterior, y recibió el impacto de bala de un cazador en la pata delantera izquierda. Había mantenido la herida limpia, y no se le había infectado, pero tenía dañado algún nervio y ya nunca sería tan fuerte o rápido como antes. Tarde o temprano esa herida le causaría la muerte. Le obligaba a ir más despacio, y al final los animales lentos siempre se convertían en presas. De hecho, era asombroso que hubiese llegado tan lejos, pero algo -una especie de locura- lo había impulsado a seguir hacia el sur, hacia el sur.

Se acercaba ya la primavera y pronto se iniciaría el lento deshielo. Si conseguía sobrevivir lo que quedaba de invierno, el alimento empezaría a ser más abundante. Por ahora se veía reducido a la condición de carroñero. Estaba al borde de la inanición, pero esa tarde había detectado el olor de un ciervo joven, y su rastro lo había llevado hasta las afueras del pueblo.

Olía el miedo y la confusión del otro animal. Era vulnerable. Si lograba acercarse lo suficiente a él, quizá le quedaran aún las fuerzas y la velocidad necesarias para abatirlo.

El lobo husmeó el aire y captó un movimiento entre los árboles a su derecha. El ciervo permanecía inmóvil entre unas matas, con la cola en alto en señal de alarma y angustia, pero el lobo intuyó que no era él la causa de ese malestar. Volvió a olfatear el aire. Metió el rabo entre las patas y retrocedió con las orejas pegadas a la cabeza. Se le dilataron las pupilas y enseñó los dientes.

El miedo unió por un momento a los dos animales, el depredador y la presa. A continuación se separaron: el lobo se dirigió hacia el este, el ciervo hacia el oeste. El lobo no pensaba ya en el hambre ni en la comida. Únicamente sentía la necesidad de correr.

Pero estaba herido y cansado, y el invierno aún pesaba sobre él.

Extracto de El invierno del lobo,  un caso más para el detective Charlie Parker, escrito por John Connolly.

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El invierno del lobo, de John Connolly, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Tusquets.

El neoextractivistmo: un modelo económico que está acabando con los recursos naturales y la paz social

Un boom de los commodities incentivado por la demanda de energía, minerales y metales industriales, productos agroalimentarios y otros recursos naturales por parte de la industria y de la creciente clase media asiática (especialmente de China), combinado con la especulación financiera sobre los mercados de commodities, ha provocado que los precios de las exportaciones de materias primas a lo largo de la última década se disparen, generando ganancias extraordinarias para el capital extractivo en todo el mundo, incluyendo los países latinoamericanos supuestamente progresistas. Los elevados precios de los commodities mantienen una tendencia de crecimiento continuo de las exportaciones, al tiempo que las oportunidades de tener mayores ganancias están llevando a las inversiones de carácter global a la exploración y extracción (perforación, minería, procesamiento intensivo, cosecha, etc.) de minerales, metales, combustibles fósiles (petroleo y gas), productos agroalimentarios, biogás y combustibles. Debido al implacable afán de lucro, estas actividades -dirigidas por las empresas multinacionales en esos países-han expandido y extendido la frontera extractiva hacia áreas remotas donde aún quedan enormes reservas sin explotar de minerales, fuentes de energía y productos agroalimentarios. Como resultado, Latinoamérica se ha convertido en  escenario de importantes conflictos sociales por los derechos territoriales de la tierra, el agua y los recursos naturales. Los territorios y comunidades indígenas se encuentran en el borde tanto de la frontera del capital extractivo como de los conflictos sociales relacionados.

Estos conflictos -y las presiones y luchas asociadas a ellos- enfrentan a los movimientos indígenas y campesinos con los agentes del capital global y, muy a menudo, con los estados-nación en los que se localizan las actividades extractivas y las comunidades indígenas. Ante esta situación, las comunidades indígenas y campesinas que se encuentran en las zonas donde se ubican los tan condiciados recursos y donde estos son extraídos se enfrentan a las fuerzas y a las condiciones que llevan al despojo de sus tierras, a la pérdida de su sustento, al robo y el saqueo de los recursos del subsuelo, a la degradación del medio ambiente y de su hábitat y, también, a la privatización, comercialización y contaminación del agua, de la cual dependen no solo su sustento, su salud y su bienestar, sino también su vida misma. Al mismo tiempo, mientras las compañías mineras obtienen ganancias caídas del cielo gracias a que se han montado en la ola de los precios crecientes asociados al boom de los commodities, los gobiernos han llegado a depender cada vez más de la inversión extranjera directa (IED) para la extracción de la riqueza de recursos naturales de sus países, así como de los ingresos públicos recaudados en el proceso derivado de las rentas procedentes de los recursos.

El punto en cuestión en estos acontecimientos -el neoextractivismo, según el término que se utiliza en latinoamérica- es la dinámica de un sistema en crisis. Esta dinámica de desarrollo capitalista -la cual se basa en una frontera extractiva en expansión con conflictos sociales cada vez más intensos por los derechos territoriales, la tierra, el agua y los recursos naturales asociados- puede verse a través del cristal de la lucha de clases, los conflictos políticos y las guerras por los recursos que han acompañado al proceso de extracción. El proceso de acumulación de capital y el proyecto de desarrollo asociado a él se han alejado del énfasis en la explotación de un «suministro ilimitado de plustrabajo» generado por el desarrollo capitalista de la agricultura (la extracción de plusvalor) y se han dirigido hacia la extracción y explotación de los recursos naturales. Esta es una forma de ver y comprender la dinámica política del conflicto y las fuerzas rivales desencadenadas  por el mecanismo de funcionamiento del capital extractivo y el capitalismo rentista contra el telón de fondo de un sistema en crisis: como un proceso de desarrollo de las fuerzas de producción al interior de un sistema capitalista y de su marco institucional y político. Otra forma de ver este proceso consiste en centrarse en la dinámica de lo que podríamos llamar el Estado imperial -el Estado capitalista que se encuentra en el núcleo del sistema y que activamente al capital extractivo-, que despeja el camino para la operación del capital extractivo y respalda estas operaciones con el poder que tiene a su disposición; un proyecto que, generalmente, se ha descrito y entendido apropiadamente como imperialismo.

Si quieres entender cómo el neoextractivismo está acabando con los recursos naturales y provocando numerosos conflictos sociales, no dejes de leer El Neoextractivismo, de Henry Veltmeyer y James Petras.

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El Neoextractivismo, de Henry Veltmeyer y James Petras, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Crítica.

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James Petras | Henry Veltmeyer

¿Un modelo posneoliberal de desarrollo o el imperialismo del siglo XXI?