Max Weber entendió la política como una lucha por el poder que conlleva la utilización de la violencia, pues el uso de la «violencia legítima» es, según él, el instrumento característico que el Estado utiliza para realizar sus fines. Pero quien se ve obligado a emplear tales medios ha de saber que de sus actos se derivarán a veces consecuencias que pueden resultar inaceptables para una conciencia moral demasiado escrupulosa. En este sentido, Weber distinguió entre la ética de las convicciones y la ética de la responsabilidad. La ética de las convicciones es una ética que antepone los principios morales a cualquier otra cosa y que no se presta a claudicar ante las exigencias de la realidad, aún cuando de su aplicación puedan derivarse consecuencias desastrosas. La ética de la responsabilidad, por el contrario, se basa en la consideración de las consecuencias de nuestras acciones y, según Weber, se trata de la ética que debe prevalecer en la política, donde, no lo olvidemos, hay que utilizar a veces la violencia, con todas las consecuencias que ello implica. Por eso decía Weber que la dedicación a la política supone una especie de bajada a los infiernos, pues el recurso a la fuerza y la violencia conlleva la firma de «un pacto con los poderes diabólicos». De lo cual parece deducirse que el político difícilmente puede aspirar a salvar su alma, al menos desde el punto de vista cristiano, pues los Evangelios prohíben el uso de la violencia y aconsejan poner la otra mejilla cuando uno es víctima de una agresión. «Quien busque la salvación de su alma (escribió Weber) y la salvación de otras almas, que no la busque por el camino de la política, que tiene otras tareas muy distintas, unas áreas que sólo se pueden cumplir con la violencia».

Extracto de Política para bufones: una historia alternativa del poder y sus teóricos, de Pedro González Calero.

Política para bufones: una historia alternativa del poder y sus teóricos, de Pedro González Calero, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Ariel.