“La Canción Número 7” ¿Te atreves a dejarte seducir por la magia de una canción? un libro de Lena Blau

I ENCUENTRO

Carlos

El espejo retrovisor de mi coche reflejaba la lejana silueta de los edificios de Madrid, Sumido en aquel desesperante y monumental embotellamiento de la A-6, no dejaba de preguntarme por qué demonios había cedido al chantaje de mi abuela. A mi alrededor, los demás conductores parecían fastidiados por la lentitud con la que nuestros vehículos se alejaban de la capital. Aunque ellos, con toda seguridad, se iban voluntariamente de escapada de fin de semana. Yo, en cambio, me hallaba atrapado en aquel denso tráfico camino de un lugar al que no quería ir y sun perspectiva de regresar por el momento. Mi mal humor no se debía al simple hecho de que tan solo avanzáramos unos metros antes de volver a detenernos; tenía motivos mucho más preocupantes para estar crispado. Me veía obligado a mudarme a una casa con una familia a la que no conocía en absoluto. Ir de chico amable y gentil por la vida no era lo mío. Y tampoco me veía interpretando el papel del huésped ejemplar.

Mi vida era gris y solitaria, una mierda probablemente, pero yo ya me había acostumbrado a ella. No sentía la necesidad del calor de hogar, y tampoco quería tener que rendirle cuentas a nadie. Aquel experimento que mi abuela había preparado iba a ser un rotundo fracaso; no me cabía la menor duda. Pero como no me iba a dejar en paz hasta que se los demostrara, no me quedaba más alternativa que dar mi brazo a torcer. El tiempo me daría la razón y ella reflexionaría sobre la idea tan estúpida que había tenido.

En vista de que el tráfico volvía detenerse por completo, aproveché para introducir los datos de mi destino en el navegador. Estación de Trenes Suburbanos de Renfe, Montegrís.

Blanca

El estacionamiento de la pequeña estación de Montegrís estaba prácticamente desierto, pero no me extrañó en absoluto. Debido a la huelga de trenes que sufríamos desde hacía tres días, muy pocos utilizaban el ferrocarril para ir y venir de la ciudad. Aquello era una gran faena para todas las personas que trabajaban en la capital, quienes se veían obligadas a conducir hasta Madrid soportando los larguísimos embotellamientos.

La expansión inmobiliaria de los últimos años había ido atrayendo a nuestro pueblo a mucho madrileños que buscaban vivir con algo más de paz. Treinta años atrás, Mentegrís era tan solo una pequeña y apacible localidad ganadera situada a las faldas de la sierra madrileña. Sin embargo, con la inauguración del inmenso campus universitario (que había traído consigo multitud de estudiantes), sumada a la llegada de la autopista y el tren suburbano (que nos permitía llegar a la capital en menos de una hora), Montegrís se había convertido en lugar de residencia para aquellas familias que huían de los minúsculos departamentos de Madrid. Nuestro pueblo era un lugar ideal para criar a sus pequeños, así que el número de habitantes no paraba de incrementarse.

cancion7

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *