Con frecuencia nos engañamos en las elecciones económicas. Un poco como Charlie Brown, que se queda confundido y pasmado cuando ve a la chiquilla pelirroja, también nuestra cabeza a menudo es «caliente y estúpida». Cuando se trata de ahorrar, gastar e invertir no somos esos racionales y fulminantes calculadores de «utilidades» que pueblan los modelos matemáticos de los libros de economía. Es más, el ordenador personal que llevamos de paseo entre las orejas tiene un procesador muy lento, poca memoria y más gusanos de los que estamos dispuestos a admitir. Como si no bastara, en la vida de cada día sentimos alegría, miedo, ira, celos, envidia, disgusto, y muchos otros sentimientos que condicionan nuestras decisiones de manera muy poco calculada.
No tiene nada de malo, siempre que se sepa. Y no hay mejor manera de adquirir semejante conciencia que ponerse a prueba. Cosa que el lector podrá hacer en las próximas páginas, midiéndose con una serie de pequeños experimentos, casos concretos, tests, problemas y acertijos que ilustran paradojas y anomalías recurrentes en nuestras elecciones económicas cotidianas. Es una invitación a entender cómo estamos hechos, a investigar nuestros procesos cognitivos y el funcionamiento de nuestro cerebro. Obviamente con la esperanza de que se pueda aprender a usarlo mejor. Para poder decidir con mayor discernimiento, por ejemplo, o simplemente para convertirnos en consumidores más espabilados.
Extracto de Economía emocional, de Matteo Motterlini.
Economía emocional, de Matteo Motterlini, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.