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5 escritores que debieron trabajar en otra cosa para pagar sus cuentas

Por más exitosos que sean hoy en día, algunos escritores famosos pasaron momentos muy difíciles al principio de sus carreras (económicamente hablando, por supuesto). Tanto así que, para sobrevivir y pagar sus cuentas, algunos de ellos se emplearon en trabajos que no se asociarían normalmente con un escritor.

Por eso, hoy te compartimos una lista de 5 escritores que debieron conseguir empleos «normales» para pagar sus cuentas, y te contamos de qué empleos se trataron.

1. Hilary Mantel

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Antes de ganar el Premio Booker 2009 por su novela En la corte del lobo, y el Booker 2012 por Una reina en el estrado, Hilary Mantel se empleó como trabajadora social en un hospital geriátrico. En una entrevista, la autora dijo que, en ese lugar, ganaba un poco más de mil Euros al año y que resultaba muy desgastante, pues no contaban con los recursos suficientes para ayudar a todos los internos.

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¿Conoces sus libros?

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2. Stephen King

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Antes de convertirse en uno de los autores más populares del mundo e icono definitivo del género de terror, Stephen King sufrió mucho para encontrar el trabajo de profesor que deseaba (pese a estar titulado por la Universidad de Maine). Lo que hizo, sin embargo, fue conseguir el puesto de prefecto en una escuela local. Quizá no era lo que buscaba en un principio, pero definitivamente fue lo mejor, pues con base en la experiencia que dicho empleo le proporcionó se inspiró para escribir su primer éxito, Carrie.

3. Franz Kafka

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Como muchos saben, Franz Kafka no gozó del gran reconocimiento que su obra tiene hoy en día. De hecho, este escritor austríaco mantuvo una vida bastante discreta y ordenada. Tanto así que, para pagar las cuentas, trabajaba de 8 de la mañana a 2 de la tarde en el Instituto de Seguros contra Accidentes para Trabajadores de Praga, empleo que le permitió dedicar el resto del día a sus quehaceres personales y, por supuesto, literarios.

4. Henry Miller

Henry Miller

Aunque su libro Trópico de Cáncer fue prohibido en numerosos lugares por su contenido (en muchos sentidos) explícito, los inicios de Henry Miller no fueron tan escandalosos: fue jefe de personal en la Western Union Telegraph Company. Nada que ver con la vida de excesos y escándalos que protagonizó después.

5. Haruki Murakami

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Antes de convertirse en un fenómeno literario de alcance mudial (gracias a libros como Tokio Blues y Kafka en la orilla), Haruki Murakami trabajó en el bar de jazz que él y su esposa tenían en Tokio, un lugar pequeño, poco iluminado y muy inspirador llamado El Gato Pedro. Después de 10 años dedicado a ese negocio, Murakami habló con su esposa, le dijo que quería dedicarse a ser escritor de tiempo completo, vendieron el bar y, bueno, este japonés es, hoy en día, uno de los escritores con mayor éxito de público y crítica en el planeta.

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¿Conoces otros casos parecidos?

7 libros que fueron censurados por su contenido sexual

¿Qué razón más obvia para censurar un libro, que su contenido sexual? Además del contenido violento, este motivo es el más utilizado por los censores para imponer barreras entre ciertos libros y sus lectores potenciales.

A continuación, te compartimos una serie de 6 libros que, en algún momento y algún lugar, fueron censurados por su contenido sexual.

1. Lolita, de Vladimir Nabokov

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Era la misma niña: los mismos hombros frágiles y color de miel, la misma espalda esbelta, desnuda, sedosa, el mismo pelo castaño. Un pañuelo a motas anudado en torno al pecho ocultaba a mis viejos ojos de mono, pero no a la mirada del joven recuerdo, los senos juveniles. Y como si yo hubiera sido, en un cuento de hadas, la nodriza de una princesita, reconocí el pequeño lunar en su flanco.

2. Memoria de mis putas tristes, de Gabriel García Márquez

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El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen. Me acordé de Rosa Cabarcas, la dueña de una casa clandestina que solía avisar a sus buenos clientes cuando tenía una novedad disponible. Nunca sucumbí a ésa ni a ninguna de sus muchas tentaciones obscenas, pero ella no creía en la pureza de mis principios. También la moral es un asunto de tiempo, decía, con una sonrisa maligna, ya lo verás.

3. Madame Bovary, de Gustave Flaubert

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Tantas veces le había oído decir estas cosas, que no tenían ninguna novedad para él. Emma se parecía a las amantes; y el encanto de la novedad, cayendo poco a poco como un vestido, dejaba al desnudo la eterna monotonía de la pasión que tiene siempre las mismas formas y el mismo lenguaje. Aquel hombre con tanta práctica no distinguía la diferencia de los sentimientos bajo la igualdad de las expresiones. Porque labios libertinos o venales le habían murmurado frases semejantes, no creía sino débilmente en el candor de las mismas; había que rebajar, pensaba él, los discursos exagerados que ocultan afectos mediocres; como si la plenitud del alma no se desbordara a veces por las metáforas más vacías, puesto que nadie puede jamás dar la exacta medida de sus necesidades, ni de sus conceptos, ni de sus dolores, y la palabra humana es como un caldero cascado en el que tocamos melodías para hacer bailar a los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas.

4. Anna Karenina, de Leon Tolstoy

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Kitty estaba agradecida a su padre por no haberle dicho nada acerca de su encuentro con Vronsky. Durante el paseo que según costumbre dieron juntos y por la particular dulzura con que la trató, Kitty comprendió que su padre estaba satisfecho de ella. También ella misma estaba satisfecha de sí. Nunca se había creído capaz de poder manifestar ante su antiguo amado la firmeza y tranquilidad que manifestó, de poder dominar los sentimientos que en presencia de él había sentido despertar en su alma.

5. Fanny Hill, de John Cleland

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Después de la cena, la señorita Phoebe me acompañó a la recámara, mostrando cierta renuencia a que me desvistiera y me quedara en camisón en su presencia, por lo que, una vez retirada la doncella, se me acercó y, empezando por desprenderme el pañuelo y el vestido, pronto me instó a que continuara desnudándome. Sin dejar de sonrojarme al verme en paños menores, corrí a guarecerme bajo la ropa de cama, a salvo de sus miradas. Phoebe rió, y no tardó mucho en acomodarse a mi lado. Contaba unos veinticinco años, según sus dudosas cuentas; pero aparentaba haber olvidado por lo menos otros diez, aún tomando en cuenta los estragos que una larga trayectoria de manoseo y de aguas turbulentas debieron haber hecho en su constitución. Ya había llegado, sin pensarlo, a esa etapa de envejecimiento en la cual las mujeres de su profesión reducen a pensar en lucirse en compañía, más que ver a sus amistades.

6. Trópico de cáncer, de Henry Miller

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-Pero, entonces, ¿qué es lo que quieres de una mujer? – le pregunto.
Empieza a restregarse las manos; se le cae el labio inferior. Parece completamente frustrado, cuando por fin consigue balbucear unas frases entrecortadas, lo hace convencido de que tras sus palabras hay una futilidad abrumadora. “Quiero ser capaz de entregarme a una mujer”, dice de improviso. “Pero para eso tiene que ser mejor que yo; tiene que tener inteligencia, y no solo un coño. Tiene que hacerme creer que la necesito, que no puedo vivir sin ella. Encuéntrame una gachí así, ¿quieres? Si pudieras hacerlo, te daría un empleo. En ese caso no me importaría lo que ocurriera: No necesitaría un empleo ni amigos ni libros ni nada. Simplemente con que pudiese hacerme creer que había algo más importante en la tierra que yo. ¡Dios, cómo me odio! Pero todavía odio más a esas tías asquerosas… porque ninguna de ellas vale nada.

7. El amante de Lady Chatterley, de D. H. Lawrence

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Y cuando el hombre entró en ella, con una intensificación de alivio y consumación que, para él, era pura paz, Connie todavía esperaba. Se sentía un poco dejada al margen. Y sabía que de eso tenía ella la culpa en parte. Se imponía voluntariamente aquella separación. Quizá estuviera condenada a ella. Yacía quieta, sintiendo el movimiento del hombre en su interior, sintiendo su empeño profundamente ahincado, sintiendo el súbito estremecimiento de su cuerpo al brotar de él su semilla, y después la lenta mengua de su empuje. El movimiento de empuje de las nalgas del hombre era, sin duda, un tanto ridículo. Y, siendo mujer, partícipe en todos aquellos actos, el movimiento del empuje de las nalgas del hombre parece supremamente ridículo. ¡Sin la menor duda, el hombre es intensamente ridículo en esa postura y en ese acto!

¿Conoces algún otro libro que fuera censurado por su contenido sexual?

15 libros que fueron prohibidos por la censura (Parte 1)

La censura, entendida ésta como la manipulación, regulación o supresión de información de acuerdo a los intereses políticos, sociales o culturales de un gobierno o institución en un momento determinado, ha existido siempre.

La protección de intereses y el resguardo de las llamadas buenas costumbres son sólo dos de las incontables razones (o excusas) que los hombres han impugnado para prohibir o mutilar obras de todo tipo, incluidas obras literarias.

Por eso, aquí te compartimos la primera parte de una lista de 15 libros que, en su momento, fueron prohibidos por la censura y que hoy sí podemos leer.

1. El origen de las especies, de Charles Darwin

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Aunque hoy en día El origen de las especies es un libro de referencia en el sistema educativo de casi todos los países  del mundo, cuando fue publicado, en 1859, no gozó de un cálido recibimiento. Debido a la visión científica que planteaba sobre el origen y la evolución del hombre (alejada por completo del pensamiento religioso), este libro fue rechazado por la Iglesia y prohibido en países como Reino Unido, Grecia y Yugoslavia. Sin embargo, con el paso de los años la teoría de Darwin se ha ganado su lugar en la historia del pensamiento científico y hoy es posible comprarlo o descargarlo en cualquier website o librería.

2. El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger

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Cuando este libro fue publicado por primera vez, en 1951, la censura lo atacó con fuerza. ¿La razón? Su lenguaje ofensivo y continuas referencias al alcohol, tabaco y prostitución. Por si fuera poco, John Hinckley Jr., quien intentó asesinar al presidente norteamericano Ronald Reagan en 1981; y Mark David Chapman, autor material del homicidio de John Lennon en 1980, declararon estar obsesionados con este libro. Sin embargo, la justicia literaria se impuso y, 30 años después de su lanzamiento, El guardián entre el centeno se convirtió no sólo en uno de los libros más prohibidos de Estados Unidos, sino también en uno de los más leídos en los institutos educativos de ese país.

3. Steal this book (Róbate este libro), de Abbie Hoffman

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¿Te gustaría saber cómo conseguir comida, identificaciones, viajes, transporte, ropa o libros de manera gratuita o a muy bajo costo? Entonces debes leer Steal this book, un manual escrito por Abbie Hoffman, y publicado en 1971, que nos da instrucciones detalladas para sobrevivir sin dinero en un país del primer mundo, así como para organizar insurrecciones contra el gobierno. Sobra decir que, debido a su contenido anárquico y rebelde, este volumen fue seriamente despreciado por los censores e, incluso, por los libreros estadounidenses. Por otra parte, hay quienes aseguran que éste fue el libro más robado de las librerías de Estados Unidos en el año de su publicación.

4. Trópico de cáncer, de Henry Miller

tropico de cáncer

Considerada por la revista TIME una de las mejores 100 novelas publicadas en lengua inglesa desde 1923, Trópico de Cáncer, escrita por el norteamericano Henry Miller, fue publicada por primera vez en París en 1934 y no fue editada en Norteamérica sino hasta 1961, cuando resultó ganadora en un juicio por obscenidad al que fue sometida por violar las leyes de sobre la pornografía que estaban vigentes en ese momento. Dicho evento es considerado una de las victorias más sobresalientes de la libertad de expresión y, hoy en día, es posible leer este libro salvaje, descarado y hermoso en cualquier banca de parque o cafetería que se nos antoje.

5. Nada, de Janne Teller

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Si creen que la censura es cosa de siglos pasados o épocas remotas, deben conocer el caso de Nada, de Janne Teller. Esta reflexión sobre un chico que, de repente, decide que nada en la vida vale la pena, ha sido prohibida, desde su publicación en 2000, en países tan liberales como Dinamarca, Francia y Bélgica. ¿La razón? Hay quienes creen que este libro puede orillar a los adolescentes a sufrir depresión o, incluso, a cometer suicidio. A pesar de esto, este libro va que vuela para convertirse en un clásico universal y cada día se lee en más escuelas de todo el mundo. En México y América Latina puedes conseguirlo bajo el sello Seix Barral.

¿Qué te parecieron estos libros? ¿Sabes de otros libros que hayan sido prohibidos?

10 Parejas de escritores que pasaron a la historia (Parte 1)

Así como, por diferentes y muy particulares coincidencias, todos hemos dicho en algún momento de nuestras vidas que el mundo es muy pequeño, también el mundo de la literatura es bastante reducido. Tanto, que los mismos escritores acaban emparejándose entre ellos. Desde Mary Shelley y Percy Bysshe Shelley hasta David Foster Wallace y Mary Karr, siempre han existido las parejas literarias.

A continuación te presentamos la primera parte de 10 parejas de escritores que, si bien no son las únicas, sí son algunas de las más interesantes y curiosas que nos encontramos.

Octavio Paz y Elena Garro

1. Octavio Paz y Elena Garro. Dos de los intelectuales mexicanos más reconocidos del siglo XX, contrajeron nupcias en 1937 y se divorciaron en 1959. Ambos jóvenes, bellos e inteligentes, formaron una de las parejas más populares del medio artístico. Juntos, viajaron por España y convivieron con figuras de la talla de Pablo Neruda, César Vallejo y Silvestre Revueltas. Sobre su relación, se dice que ambos tenían personalidades tan fuertes que su intransigencia los llevó a la ruptura. Después de su divorcio, Garro escribió la mayor parte de su obra, incluída la imprescindible novela Los recuerdos del Povenir (1963). Ya separada de Paz, tuvo amoríos con el escritor argentino Adolfo Bioy Casares, pero no volvió a casarse. No así Octavio Paz, quien contrajo nupcias por segunda ocasión en 1966 con la francesa Marie José Tramini.

Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo

2. Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo. Una de las parejas más escandalosas del mundo literario, ella 11 años mayor que él, se conocieron cierto día en casa de una hermana de ella. Formalizaron como pareja cuando Bioy y Borges la convencieron de abandonar sus estudios para dedicarse de lleno a la escritura. Su turbulenta relación incluyó amoríos de Bioy con una sobrina de Ocampo, y un romance de ella con la poeta Alejandra Pizarnik. Juntos escribieron la novela Los que aman, odian, título fundamental para entender su relación. Cuando Silvina Ocampo estaba en su lecho de muerte, Bioy Casares contrató una enfermera para cuidarla, hecho que ella jamás le perdonó.

Percy Bysshe y Mary Shelley

3. Percy Bysshe Shelley y Mary Shelley. Esta pareja se caracterizó por estar rodeada de tragedias. Él, poeta e hijo de un acaudalado empresario, y ella, hija de un exitoso escritor progresista, se conocieron y enamoraron cuando Byshhe estaba casado con su primera esposa, misma que se suicidó cuando se enteró del romance que ambos dos sostenían. Una vez libres, Bysshe y Shelley se fueron a vivir a Europa, en donde conocieron a Lord Byron y en cuya mansión se gestó la primera idea para que, años más tarde, Shelley escribiera su legendaria novela Frankenstein. Bysshe murió ahogado cuando Shelley tenía apenas 24 años y, a partir de entonces, ella se encargó de publicar y resguardar su obra, en la que destacan Prometeo Liberado y Adonaïs. De los cinco hijos que tuvieron, sólo uno llegó a la edad adulta. Bajo el cuidado de su suegro, Shelley murió a la edad de 53 años.

Henry Miller y Anais Nin

4. Henry Miller y Anaïs Nin. Si pensábamos que la pareja formada por Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo era polémica, no hay palabras para describir la relación de  Henry Miller con Anaïs Nin. Ambos escritores con una vena erótica indiscutible (la de ella, producto de una relación incestuosa con su padre; la de él, derivada de su gusto por la vida bohemia), se conocieron en 1931 en la casa de ella. Profundamente atraídos el uno por el otro, se volvieron amantes aunque a pesar de estar casados con otras personas. Al poco tiempo la esposa de Henry, June Mansfield, conoció a Nin y también se enamoró de ella, formando los tres un apasionado triángulo amoroso que llegó, incluso, a las pantallas del cine (Henry y June, Philip Kaufman, 1990; basado en la novela biográfica de Anaïs Nin). A pesar de la insistencia de Miller, Nin nunca abandonó a su marido y, a cambio, fue la mecenas de su amante durante muchos años, apoyándolo en la publicación de Trópico de Cáncer, una de sus obras más conocidas. De Nin, además de su novela Henry y June, quedan sus polémicos y eróticos Diarios.

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5. David Foster Wallace y Mary Karr. Se conocieron en una reunión de AA (Alcohólicos Anónimos) y él se tatuó el nombre de ella en el brazo antes de siquiera darle un beso. Sobre su relación, Karr ha dicho que ambos se ayudaron a mantenerse con vida en uno de los periodos más complicados de sus vidas, aunque Foster Wallace tuvo tres intentos de suicidio mientras estuvieron juntos. Debido a su truculenta relación (demasiado complicada a causa de la depresión y fuerte adicción a los medicamentos que sufrían ambos) decidieron separarse. Estuvieron en contacto durante los últimos seis meses de vida de Foster Wallace, quien finalmente logró suicidarse en 2008. De él quedaron obras como La broma infinita y El rey pálido. Karr, por su parte, sigue publicando. Lit es su última novela hasta la fecha.

¿A qué parejas te gustaría que publicáramos en la segunda parte de esta lista? ¡Comenta!