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‘La leona blanca’, un perturbadora novela de la saga Wallander

La corredora de fincas Louise Åkerblom salió del banco Sparbanken de Skurup poco después de las tres de la tarde del viernes, 24 de abril. Se detuvo unos instantes en medio de la acera e inspiró profundamente el aire fresco, mientras pensaba qué iba a hacer. Lo que más le apetecía era dar ya por concluida la jornada laboral y dirigirse en automóvil hasta su casa en Ystad. Por otro lado, le había prometido a una viuda que la llamó por la mañana que se pasaría a ver una casa que la señora tenía intención de poner en venta. Intentaba calcular cuánto tiempo le llevaría la visita. «Una hora más o menos», se dijo, «seguro que no más de una hora». Además, tenía que ir a comprar pan. En condiciones normales, era su marido, Robert, quien se encargaba de hornear todo el pan que necesitaban; pero precisamente aquella semana el hombre no había tenido tiempo, así que Louise cruzó la plaza y giró a la izquierda hacia la panadería. Un timbre anticuado tintineó cuando abrió la puerta. Era la única cliente y la dependienta, Elsa Person, recordaría más tarde su aparente buen humor y sus comentarios acerca de lo agradable que era el que la primavera se hubiese decidido a llegar por fin.

Compró pan de centeno y se le ocurrió dar una sorpresa a la familia con unos bollos de merengue y caramelo para el postre. Hecho esto, regresó al banco, en cuyo aparcamiento, situado a la espalda del edificio, había dejado el coche. Se cruzó por el camino con la joven pareja de Malmö que acababa de comprarle una casa y que había estado en el banco hasta entonces, concretando los detalles de la compra, pagando al vendedor y firmando el contrato de compraventa y la hipoteca. Se alegraba con ellos por la sensación de ser dueños de su propia vivienda, aunque al mismo tiempo le preocupaba el que quizá no pudiesen satisfacer los pagos. Eran tiempos difíciles en los que casi nadie podía sentirse seguro en su puesto laboral. ¿Qué ocurriría si él se quedaba sin trabajo? Con todo, ella se había tomado la molestia de realizar un análisis exhaustivo de la economía de los dos jóvenes. A diferencia de otras muchas personas de su edad, ellos no se habían cargado de insensatas deudas contraídas por el uso inmoderado de las tarjetas de crédito. Por otro lado, la joven esposa parecía ser de esa clase de mujeres ahorrativas, así que no les costaría sacar adelante su crédito hipotecario. En caso contrario, podía llegar el día en que viese la casa puesta en venta otra vez. Quizás incluso ella misma, o quién sabe si Robert, fuesen los encargados de venderla de nuevo, ya que no habían sido pocas las ocasiones en que, en el transcurso de unos cuantos años, había vendido la misma casa dos y hasta tres veces.

Abrió el coche y marcó el número de la oficina de Ystad desde el teléfono del automóvil, pero Robert ya se había marchado a casa. Escuchó su voz en la grabación del contestador automático, en la que se informaba de que la Agencia Inmobiliaria Åkerblom había cerrado hasta el lunes a las ocho de la mañana.

Al principio se sorprendió de que Robert se hubiese ido a casa tan pronto, pero recordó enseguida que tenía una cita con el contable justamente aquella tarde. «Hasta luego, voy a ver una casa en Krageholm, después saldré para Ystad. Son las tres y cuarto, así que estaré en casa para las cinco.» Una vez grabado el mensaje, volvió a colocar el teléfono en su soporte. Era posible que Robert regresase a la oficina después de la reunión con el contable.

Echó mano de una carpeta de plástico que había en el asiento del acompañante y sacó un plano que ella misma había garabateado siguiendo las instrucciones de la viuda. La casa se encontraba en un desvío entre Krageholm y Vollsjö. Le llevaría poco más de una hora llegar hasta allí, inspeccionar la casa y la parcela, y regresar a Ystad.

Sin embargo, empezó a dudar de su decisión. «La inspección puede esperar», pensó. «Mejor me voy a casa por la carretera de la costa y me paro un rato a contemplar el mar. Al fin y al cabo, ya he vendido una casa hoy, así que ya está bien.»

Mientras tarareaba un salmo, puso en marcha el motor del coche y se disponía a salir de Skurup cuando, a punto de girar hacia la calle de Trelleborgsvägen, volvió a cambiar de parecer. Cayó en la cuenta de que ni el lunes ni el martes tendría tiempo de inspeccionar la casa de la viuda, que tal vez quedase decepcionada y encomendase la venta de su casa a otra inmobiliaria, un lujo que no podían permitirse. Eran tiempos bien difíciles, en que la competencia resultaba cada día más dura. En realidad, nadie podía permitirse dejar escapar un objeto de venta, a menos que fuese evidente que sería imposible deshacerse de él.

Lanzó, pues, un suspiro y torció hacia el lado contrario: la carretera de la costa y el mar tendrían que esperar. Miraba el plano de vez en cuando, y pensó que la semana siguiente compraría una pinza sujetapapeles, para no tener que estar girando la cabeza cada vez que quisiera asegurarse de que no se había equivocado de camino. La casa de la viuda no parecía muy difícil de localizar y, pese a que nunca antes había pasado por el desvío que la dueña del inmueble le había mencionado, conocía la zona con los ojos cerrados, pues el año siguiente haría diez desde que ella y Robert abrieron la inmobiliaria.

«¡Vaya!», se sorprendió. «Diez años ya.» El tiempo había pasado muy rápido, demasiado. Durante esos diez años había tenido dos hijos y había trabajado con Robert con denuedo y ahínco para establecer la inmobiliaria. Era consciente de que habían empezado en un buen momento para poner en marcha ese tipo de negocio. De haberlo intentado hoy, jamás habrían logrado ganarse un lugar en el mercado. Por tanto, debería sentirse satisfecha, ya que Dios había sido generoso con ella y con su familia. Decidió que hablaría de nuevo con Robert sobre la posibilidad de aumentar sus donativos a la asociación benéfica infantil. Él se mostraría reticente, claro, pues pensaba más que ella en el dinero, pero al final lograría convencerlo, como siempre.

De repente, se dio cuenta de que se había equivocado de carretera y detuvo el vehículo. Las reflexiones sobre la familia y los diez últimos años la habían hecho saltarse el primer desvío. Sonrió moviendo la cabeza al tiempo que prestaba atención al camino antes de dar la vuelta y retroceder por la misma carretera por la que había llegado.

Pensó que Escania era una región hermosa, hermosa y abierta, aunque también llena de misterio. Todo aquello que, a primera vista, parecía plano, podía transformarse de pronto en profundas hondonadas donde las casas y las granjas quedaban incomunicadas como islas. Nunca dejaban de sorprenderla las variaciones radicales del paisaje cuando viajaba por la región para inspeccionar viviendas o para mostrarlas a posibles compradores.

Justo después de haber pasado Erikslund, se detuvo en el arcén para consultar la descripción de la viuda y comprobó que iba por buen camino. Giró a la izquierda con la esperanza de divisar cuanto antes el hermoso trayecto que conducía hasta Krageholm. Era una carretera ondulante que serpenteaba con suavidad hacia el bosque de Krageholm, donde el lago centelleaba abrazado por la fronda. Había hecho aquel trayecto en multitud de ocasiones, pero no se cansaba de verlo.

Después de haber recorrido unos siete kilómetros, empezó a buscar el último desvío. La viuda lo había descrito como un acceso sin asfaltar para tractores, pero fácil de transitar. Cuando llegó a la altura del desvío, aminoró la marcha y giró a la derecha. Se suponía que la casa se encontraría en el lado izquierdo, a un kilómetro más o menos.

Extracto de La leona blanca, un caso del detective Kurt Wallander, escrito por Henning Mankell.

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La leona blanca, de Henning Mankell, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Tusquets.

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Una de las novelas políticamente más comprometidas de Henning Mankell.

‘El camino blanco’, una novela protagonizada por el detective Charlie Parker

Bear dijo que había visto a la chica muerta.

Fue una semana antes de la incursión llevada a cabo en Caina, que dejaría tres muertos. La luz del sol había disminuido, presa de nubes devoradoras, sucias y grises, como el humo que genera el fuego de un vertedero. Reinaba una tranquilidad que presagiaba lluvia. Fuera, el perro cruzado de los Blythe estaba tumbado, inquieto, en el césped, con el cuerpo estirado, la cabeza entre las patas delanteras y los ojos abiertos y nerviosos. Los Blythe vivían en Dartmouth Street, en Portland, en una casa con vistas a Back Cove y a las aguas de Casco Bay. Por lo general, siempre había pájaros volando por los alrededores —gaviotas, patos o chorlitos—, pero aquel día no había rastro de pájaro alguno. Se trataba de un mundo pintado sobre cristal, a la espera de ser hecho añicos por fuerzas ocultas. 

Nos sentamos en silencio en la pequeña sala de estar. Bear estaba apático y miraba por la ventana como si esperase que cayeran las primeras gotas de lluvia para confirmar algún temor tácito. En el suelo de roble pulido no se proyectaba una sola sombra, ni siquiera las nuestras. Oía el tictac del reloj chino en la repisa de la chimenea, atestada de fotografías de tiempos más felices. Observé detenidamente una imagen de Cassie Blythe en la que se sujetaba a la cabeza un birrete cuadrado, porque el viento intentaba llevárselo, con la borla levantada y desplegada como el plumaje de un pájaro en señal de alarma. Tenía el pelo negro y crespo, unos labios que tal vez resultaban demasiado grandes para su cara y una sonrisa un poco tímida, aunque sus ojos castaños parecían serenos e invulnerables a la tristeza.

De mala gana, Bear dejó de observar el cielo e intentó captar la mirada de Irving Blythe y la de su mujer, pero no lo logró y entonces se miró los pies. Había evitado mirarme a los ojos desde el principio. Incluso rehusaba advertir mi presencia en la habitación. Era un hombre corpulento que llevaba unos pantalones vaqueros desgastados, una camiseta verde y un chaleco de cuero que le quedaba demasiado estrecho. En la cárcel, la barba le había crecido mucho y de manera desordenada, y el pelo, que le llegaba a los hombros, lo tenía grasiento y descuidado. Desde la última vez que lo vi se había hecho algunos tatuajes de tipo carcelario: la figura mal trazada de una mujer en el antebrazo derecho y un puñal debajo de la oreja izquierda. Tenía los ojos azules y soñolientos. A veces le costaba trabajo recordar los detalles de la historia que estaba contando. Era una figura patética, un hombre que se había quedado sin futuro.

Cuando sus silencios se prolongaban demasiado, la persona que lo acompañaba le tocaba su enorme brazo y hablaba por él, continuando amablemente el relato, hasta que Bear encontraba la manera de regresar al camino tortuoso de sus recuerdos. El acompañante de Bear llevaba un traje azul pálido y camisa blanca, y el nudo de su corbata roja era tan grande que parecía un tumor que le hubiera salido en la garganta. Tenía el pelo plateado y un bronceado que le duraba todo el año. Se llamaba Arnold Sundquist y era detective privado. Sundquist había llevado el caso de Cassie Blythe hasta que un amigo de los Blythe sugirió que deberían hablar conmigo. De manera extraoficial, y es probable que extraprofesional, les aconsejé que prescindieran de los servicios de Arnold Sundquist, a quien estaban pagando mil quinientos dólares al mes, en teoría para que buscase a su hija. Hacía seis años que había desaparecido, poco después de graduarse, y desde entonces no sabían nada de ella. Sundquist era el segundo detective privado que los Blythe habían contratado para investigar las circunstancias de la desaparición de Cassie; y tenía tanta pinta de parásito que si en vez de boca tuviera ventosas, el parecido hubiera sido inequívoco. Sundquist llevaba siempre tanta gomina en el pelo que, cuando se daba un baño en el mar, los pájaros que bajaban a la costa se manchaban las plumas de petróleo. Me imaginé que se las había apañado para sacarles más de treinta de los grandes a lo largo de los dos años que se suponía que había estado a su servicio. Salarios fijos como el de los Blythe son difíciles de encontrar en Portland. No me extrañaba que tratase de recuperar su confianza, y su dinero.

Ruth Blythe me había llamado apenas una hora antes para decirme que Sundquist iba a visitarlos con el pretexto de que tenía nuevas noticias de Cassie. Cuando me llamó, yo había estado cortando troncos de arce y de abedul para tenerlos preparados con vistas al inminente invierno, y no me dio tiempo de cambiarme. Tenía savia en las manos, en los vaqueros gastados y en la camiseta con el lema DA ARMAS A LOS SOLITARIOS. Y allí estaba Bear, recién salido de la cárcel estatal de Mule Creek, con los bolsillos llenos de medicinas baratas compradas en los drugstores mugrientos de Tijuana, en régimen de libertad condicional, y contándonos cómo había visto a la chica muerta.

Extracto de El camino blanco, una novela protagonizada por el detective Charlie Parker, escrita por John Connolly.

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El camino blanco, de John Connolly, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Tusquets.

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El cuarto libro de la serie detective Charlie Parker en el que el investigador deberá enfrentarse a enemigos del pasado y a nuevas amenazas.

‘Un monstruo de mil cabezas’ de Laura Santullo

Laura Santullo presenta una novela con una atmósfera cargada de violencia y recursos de novela negra. “Un monstruo de mil cabezas” plantea una fuerte crítica social a un sistema de salud que a menudo pone por encima de la ética, los intereses económicos de unos pocos elegidos.

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Sinopsis

Una mujer armada con una pistola se presenta en la casa del doctor Villalba. Ella lo culpa de que a su marido, enfermo terminal de cáncer, le hayan negado el único tratamiento que podría prolongar su vida. Por razones oscuras, el doctor se niega a firmar unos documentos que darían un giro a la situación. Comienza así una intensa búsqueda de los responsables y de los verdaderos motivos que esconden tanto el doctor como el seguro médico, que llevará a la mujer por los intrincados caminos de la corrupción, en un desesperado intento por salvar la vida de su esposo. ¿Logrará su objetivo? Con una atmósfera cargada de violencia y recursos de la novela negra, Un monstruo de mil cabezas plantea una fuerte crítica social a un sistema de salud que a menudo pone por encima de la ética los intereses económicos de unos pocos elegidos.

“Un monstruo de mil cabezas” de Laura Santullo está disponible en librerías, en formato físico y digital.

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Laura Santullo

Con una atmósfera cargada de violencia y recursos de la novela negra, Un monstruo de mil cabezas plantea una fuerte crítica social a un sistema de salud que a menudo pone por encima de la ética los intereses económicos de unos pocos elegidos.

Todas las novelas del inspector Mario Conde, una serie policíaca de Leonardo Padura

Mario Conde es un personaje de ficción creado por Leonardo Padura, para protagonizar una serie de novelas policíacas publicadas por Tusquets.

Como muchos otros protagonistas de este tipo de libros, Conde es un ex policía que con frecuencia se ve involucrado en casos de asesinato, robo, extorsión, o cualquier variante criminal.

Su rasgo particular es que vive en La Habana, Cuba, en donde pasa los días en compañía de su amigo “El flaco”. Juntos, se dedican a ver pasar la vida hasta que algún caso se atraviesa en su camino.

A continuación te compartimos las portadas y sinopsis de los libros de la Serie Mario Conde publicados en Tusquets, para que sepas en qué orden leerlos o, al menos, cómo fueron concebidos originalmente.

1. Pasado perfecto

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SINOPSIS: El primer fin de semana de 1989 una insistente llamada de teléfono arranca de su resaca al teniente Mario Conde, un policía escéptico y desengañado. El Viejo, su jefe en la Central, le llama para encargarle un misterioso y urgente caso: Rafael Morín, jefe de la Empresa de Importaciones y Exportaciones del Ministerio de Industrias, falta de su domicilio desde el día de Año Nuevo. Quiere el azar que el desaparecido sea un ex compañero de estudios de Conde, un tipo que ya entonces, aun acatando las normas establecidas, se destacaba por su brillantez y autodisciplina. Por si fuera poco, este caso enfrenta al teniente con el recuerdo de su antiguo amor por la joven Tamara, ahora casada con Morín. «El Conde» -así le conocen sus amigos-, irá descubriendo que el aparente pasado perfecto sobre el que Rafael Morín ha ido labrando su brillante carrera ocultaba ya sus sombras.

2. Vientos de cuaresma

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SINOPSIS: Conocido ya por los lectores españoles gracias a Máscaras, Paisaje de Otoño y Pasado perfecto (Andanzas 292, 345 y 397), Leonardo Padura nos entrega ahora Vientos de Cuaresma, la pieza que cierra el círculo de su tetralogía «Las cuatro estaciones». Protagonizada, como las otras tres, por el reflexivo y pesimista teniente Mario Conde —para los entendidos el Conde—, Vientos de Cuaresma es, a la vez, un thriller desconcertante y una novela de amor.

En los infernales días de la primavera cubana en que llegan los vientos calientes del sur, coincidiendo con la Cuaresma, al teniente Mario Conde, que acaba de conocer a Karina, una mujer bella y deslumbrante, aficionada al jazz y al saxo, le encargan una delicada investigación. Una joven profesora de química del mismo preuniversitario donde años atrás estudió el Conde ha aparecido asesinada en su apartamento, en el que aparecen además restos de marihuana. Así, al investigar la vida de la profesora, de impoluto expediente académico y político, el Conde entra en un mundo en descomposición, donde el arribismo, el tráfico de influencias, el consumo de drogas y el fraude revelan el lado oscuro de la sociedad cubana contemporánea. Paralelamente, el policía, enamorado de la bella e inesperada mujer, vive días de gloria sin imaginar el demoledor desenlace de esa historia de amor.

3. Máscaras

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SINOPSIS: En la tupida arboleda del Bosque de La Habana aparece un 6 de agosto, día en que la Iglesia celebra la transfiguración de Jesús, el cuerpo de un travesti con el lazo de seda roja de la muerte aún al cuello. Para mayor zozobra del Conde, aquella mujer «sin los beneficios de la naturaleza», vestida de rojo, resulta ser Alexis Arayán, hijo de un respetado diplomático del régimen cubano. La investigación se inicia con la visita del Conde al impresionante personaje del Marqués, hombre de letras y de teatro, homosexual desterrado en su propia tierra en una casona desvencijada, especie de excéntrico santo y brujo a la vez, culto, inteligente, astuto y dotado de la más refinada ironía. Poco a poco, el Conde va adentrándose en el mundo hosco en el que le introduce ladinamente el Marqués, poblado de seres que parecen todos portadores de la verdad de Alexis Arayán… ¿Pero dónde, en semejante laberinto, encontrará el Conde su verdad?

4. Paisaje de otoño

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SINOPSIS: Una noche de otoño, unos pescadores descubren un cadáver en la playa del Chivo, en La Habana. La víctima, Miguel Forcade Mier, ha sido asesinada con una saña brutal, casi inexplicable. Este crimen removerá una antigua trama de corrupciones y viejas ambiciones frustradas, ya que, en efecto, en los años sesenta Forcade había dirigido oficialmente las expropiaciones de bienes artísticos requisados a la burguesía tras la Revolución. Pero, después de acumular poder, influencia y, seguramente, no pocas envidias y resentimientos, en 1978 Forcade decide, sin motivo aparente, sumarse al exilio de Miami. Sin embargo, poco antes de su asesinato, había vuelto misteriosamente a Cuba, casi como si hubiera querido recuperar algo muy valioso y cuya existencia sólo él conocía.

5. Adiós, Hemingway

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SINOPSIS: En la memoria de Mario Conde todavía brilla el recuerdo de su visita a Cojímar de la mano de su abuelo. Aquella tarde de 1960, en el pequeño pueblo de pescadores, el niño tuvo la ocasión de ver a Hemingway en persona y, movido por una extraña fascinación, se atrevió a saludarlo. Cuarenta años más tarde, abandonado su cargo de teniente investigador en la policía de La Habana y dedicado a vender libros de segunda mano, Mario Conde se ve empujado a regresar a Finca Vigía, la casa museo de Hemingway en las afueras de La Habana, para enfrentarse a un extraño caso: en el jardín de la propiedad han sido descubiertos los restos de un hombre que, según la autopsia, murió hace cuarenta años de dos tiros en el pecho. Junto al cadáver aparecerá también una placa del FBI.

Mientras Conde trata de desentrañar lo que sucedió allí la noche del 2 al 3 de octubre de 1958, la novela nos permite asistir a los últimos años del escritor norteamericano, a sus obsesiones, miedos y a su entorno habanero, desde donde refulgen algunos objetos inquietantes, como ese revólver del calibre 22 que el escritor guarda envuelto en una prenda íntima de Ava Gardner.

Con el mismo tono crepuscular y melancólico de La neblina del ayer, y la misma eficacia envolvente de sus novelas anteriores, Adiós, Hemingway es un ajuste de cuentas de Mario Conde con su vida y con sus ídolos literarios, pero también una punzante e inolvidable recreación del Hemingway ególatra y contradictorio, acorralado por sus recuerdos y remordimientos, en los días previos a su suicidio.

6. La neblina del ayer

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SINOPSIS: Catorce años después de que, desencantado, abandonase la policía, el detective Mario Conde se dedica a la compraventa de libros de segunda mano. El hallazgo de una valiosa biblioteca lo coloca al borde de un magnífico negocio que podría aliviar sus penurias económicas. En uno de los libros aparece una hoja de revista en la que una cantante de boleros de los años cincuenta, Violeta del Río, anuncia su retiro en la cumbre de su carrera. Atraído por su belleza y por el misterio de su silencio posterior, Mario Conde le seguirá el rastro en un descenso a los infiernos de los bajos fondos de La Habana.

7. La cola de la serpiente

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SINOPSIS: Unas cuantas calles casi en ruinas, asediadas por los escombros y los delincuentes, es lo que queda del viejo Barrio Chino de La Habana. Cuando se adentra en él un Conde ya ex policía, dedicado ahora a la compraventa de libros de segunda mano, no puede evitar recordar que estuvo en ese rincón exótico y agreste de la ciudad muchos años antes, en 1989. Todo surgió de la petición de la teniente Patricia Chion, mujer irresistible, para que le ayudara en un extraño caso: el asesinato de Pedro Cuang, un anciano solitario que apareció ahorcado y al que le habían amputado un dedo y grabado con una navaja en el pecho un círculo y dos flechas. Eran rituales de santería que obligaron a hacer pesquisas por otros ámbitos de la ciudad. Pero el Conde descubrió hilos inesperados, negocios secretos y una historia de abnegación y desgracias que le devolvió la realidad oculta de muchas familias emigrantes asiáticas. Como dice una expresión china, tuvo que encontrar la cola de la serpiente para llegar a la cabeza.

8. Herejes

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SINOPSIS: En 1939, el S.S. Saint Louis, en el que viajaban novecientos judíos que habían logrado huir de Alemania, pasó varios días fondeado frente a La Habana en espera de que se autorizara el desembarco de los refugiados. El niño Daniel Kaminsky y su tío aguardaron en el muelle a que descendieran sus familiares, confiados en que éstos utilizarían ante los funcionarios el tesoro que portaban a escondidas: un pequeño lienzo de Rembrandt que pertenecía a los Kaminsky desde el siglo XVII. Pero el plan fracasó y el barco regresó a Alemania, llevándose consigo toda esperanza de reencuentro. Muchos años después, en 2007, cuando ese lienzo sale a subasta en Londres, el hijo de Daniel, Elías, viaja desde Estados Unidos a La Habana para aclarar qué sucedió con el cuadro y con su familia. Sólo alguien como el investigador Mario Conde podrá ayudarle. Elías averigua que a Daniel le atormentaba un crimen. Y que ese cuadro, una imagen de Cristo, tuvo como modelo a otro judío, que quiso trabajar en el taller de Rembrandt y aprender a pintar con el maestro.

Los libros de la serie Mario Conde, escritos por Leonardo Padura, están disponibles en librerías y tiendas en línea, bajo el sello Tusquets.

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Una impresionante fusión de los géneros policiaco e histórico en la nueva novela de Leonardo Padura.

6 autores de Tusquets que escriben novela negra

La novela negra es como el humano, violenta por naturaleza e injusta por decisión, es como la vida, porque está llena de misterio, y en gran medida como la sociedad porque hace notar la decadencia de sus personajes así como de los grupos en los que viven.

Tal vez es por eso que como lectores disfrutamos mucho sus historias de detectives, la oscuridad de la emanan y la cercanía que tienen con la podrida realidad que vivimos en muchos sentidos, aunque no en todos, hay que especificar.

Tusquets está lleno de escritores de novela negra. Por lo tanto queremos hacerles una recomendación de 6 autores que llenarán su cabeza de intriga, oscuridad, acción y reflexiones sobre la perdición de nuestra sociedad.

1. Sue Grafton

“Sue Grafton, nacida en Luoisville en 1940, es licenciada en literatura inglesa y ha trabajado en Hollywood como guionista de televisión. En 1982 creó el personaje de la detective Kinsey Millhone, según confiesa ella misma, para desquitarse de los disgustos causados por su divorcio. En cualquier caso, para satisfacción de sus miles de lectores, así nació su extraordinario Alfabeto del Crimen, del que Tusquets Editores ha publicado ya los títulos A de adulterio, B de bestias, C de cadáver, D de deuda, E de evidencia, F de fugitivo, G de guardaespaldas, H de homicidio, I de inocente, J de juicio, K de Kinsey, L de ley (o fuera de ella), M de maldad, N de nudo, O de odio, P de peligro, Q de quién, R de rebelde, S de silencio, T de trampa y U de ultimátum. Varias novelas de la serie han obtenido premios tan importantes como el Mysterious Stranger Award, el Shamus Award, el Anthony Award, y, en 2004, el Premio Ross Macdonald.”

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2. Élmer Mendoza

“Élmer Mendoza es originario de Cuilicán, es catedrático de literatura en la Universidad Autónoma de Sinaloa. Actualmente es miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua, así como del Sistema Nacional de Creadores de Arte y de El Colegio de Sinaloa. Es un apasionado formador de novelistas y un comprometido promotor de la lectura. De 1978 a 1995 publicó cinco volúmenes de cuentos y dos de crónicas y en 1999, su primera novela,Un asesino solitario, que de inmediato lo situó, a juicio del crítico mexicano Federico Campbell, como «el primer narrador que recoge con acierto el efecto de la cultura del narcotráfico en nuestro país». Con El amante de Janis Joplin obtuvo el XVII Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares y con Efecto Tequila fue finalista en 2005 del Premio Dashiell Hammett. En 2006 apareció su cuarta novela, Cóbraselo caro, y en 2008, Balas de plata, merecedora por unanimidad del III Premio Tusquets Editores de Novela, que lo consagró como escritor de primera fila en el panorama de la novela hispánica. Después de La prueba del ácido, publicada en 2010, y protagonizada por el detective Edgar «el Zurdo» Mendieta, Nombre de perro continúa esta saga. Élmer Mendoza vuelve a retratar una época y un país de la mano del singular detective que ha traspasado fronteras y es conocido ya en siete idiomas.”

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3. John Connolly

“John Connolly, el escritor irlandés, estudió filología inglesa en el Trinity College de Dublín y periodismo en la Dublin City University. Colabora regularmente con elIrish Times y reside en Dublín, pero pasa parte del año en Estados Unidos, donde se desarrollan sus obras. Es autor del libro de relatos Nocturnos, de la novela Malvados —un thriller con tintes sobrenaturales que la crítica ha asociado con las novelas de Stephen King y las películas de Quentin Tarantino— y de la célebre serie de novelas policiacas protagonizadas por el detective Charlie Parker, tituladas Todo lo que muere (Shamus Award 1999, finalista del Bram Stoker Award y del Barry Award 1999), El poder de las tinieblas, Perfil asesino, El camino blanco (Barry Award 2003), El ángel negro, Los atormentados, Los Hombres de la Guadaña, Los amantes, Voces que susurran, Más allá del espejo y Cuervos.”

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4. Henning Mankell

“Henning Mankell es un escritor sueco conocido en todo el mundo por su serie de novelas policiacas protagonizadas por Kurt Wallander, traducidas a treinta y siete idiomas, aclamadas por el público, merecedoras de numerosos galardones (como, entre nosotros, el II Premio Pepe Carvalho) y adaptadas al cine y la televisión (entre otros, por el actor Kenneth Branagh). Tusquets Editores ha publicado la serie completa, junto a otras doce obras, entre ellas elthriller titulado El chino. Con Huesos en el jardín se cierran los casos protagonizados por Wallander o relacionados con él: Asesinos sin rostro, Los perros de Riga, La leona blanca, El hombre sonriente, La falsa pista, La quinta mujer, Pisando los talones, Cortafuegos, Antes de que hiele (protagonizado por Linda Wallander), Huesos en el jardín y El hombre inquieto, además del volumen de relatos La pirámide, que recoge las investigaciones del joven Wallander, previas a la serie completa. Con ocasión de la publicación de esta obra, Henning Mankell ha escrito un posfacio en el que narra su relación con el aclamado detective a lo largo de los años.”

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5. Qiu Xiaolong

“Qiu Xiaolong nació en 1953 en Shanghai, ciudad que dejó para trasladarse a Estados Unidos en 1988. En la actualidad vive en St. Louis, Missouri, en cuya universidad imparte clases. Poeta y traductor al inglés de poesía china, es sobre todo conocido por la serie de novelas policiacas protagonizadas por el inspector jefe Chen Cao, en las que traslada a los lectores a la realidad social y cultural de la China moderna en una época de difícil transición. Tusquets Editores ha publicado cinco títulos de la serie: Muerte de una heroína roja(Anthony Award 2001 a la Mejor Primera Novela), Visado para Shanghai, Seda roja, El caso Mao y El crimen del lago. En El enigma de China, la novela más reciente de la serie, el inspector jefe Chen Cao se enfrenta a un caso comprometido, que le obligará a plantearse sus lealtades al Partido, con la especulación inmobiliaria y las tensas relaciones entre internet y las autoridades chinas como telón de fondo.”

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6. Petros Márkaris

“Petros Márkaris estudió ciencias económicas en Viena y en Stuttgart, y posteriormente se trasladó a Atenas, donde reside. Guionista de televisión y autor teatral, ha colaborado en varios guiones del cineasta griego Theo Angelópoulos, como el de La mirada de Ulises. Es autor del volumen de ensayos La espada de Damocles, en torno a la crisis griega. La fama le ha llegado con la serie de novelas policiacas protagonizadas por el irónico y políticamente incorrecto comisario griego Kostas Jaritos, merecedoras de galardones como el Pepe Carvalho, el Premio Negra y Criminal 2011 y el Point du Polar Européen 2013: Noticias de la noche, Defensa cerrada, Suicidio perfecto, El accionista mayoritario, Muerte en Estambul, Con el agua al cuello yLiquidación final, publicadas por Tusquets Editores. Con Pan, educación, libertad, el nuevo caso de Jaritos, que culmina la exitosa Trilogía de la Crisis, Márkaris nos ofrece una ácida novela policiaca que sumerge al lector en el ya trágico día a día de los ciudadanos griegos, mientras desentraña las causas de la terrible situación que vive el país.”

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Vía Tusquets Editores

‘La ira de los ángeles’, el nuevo caso del detective Charlie Parker, escrito por John Connolly

Nunca habrían encontrado el avión si no fuera por el ciervo; el ciervo, y el peor tiro de Paul Scollay en toda su vida.

Como cazador con arco, Scollay apenas tenía rival. Harlan Vetters jamás había conocido a un hombre como él. Ya de niño poseía gran destreza con el arco, y le habría bastado un poco de preparación rigurosa para competir en los Juegos Olímpicos. Tenía un don con esa arma, que se transformaba en una prolongación de su brazo, de sí mismo. Para él, la puntería no era solo una cuestión de orgullo. Si bien le apasionaba cazar. nunca abatía una pieza que no pudiera comerse, y su objetivo era liquidar a la presa con el mínimo dolor posible. Harlan compartía su actitud, y por esa razón siempre había preferido cazar provisto de un buen rifle; con el arco no se sentía seguro. En octubre, durante la temporada de caza con arco, optaba por acompañar a su amigo como espectador, admirando su pericia sin sentir siquiera la necesidad de participar.

Pero con el paso de los años, Paul acabó decantándose por el rifle. Sufría de artritis en el hombro derecho, y también en otra media docena de articulaciones. Paul decía que la única parte importante de su cuerpo donde no tenía artritis era aquella donde habría agradecido un poco más de rigidez, en el supuesto de que el buen Dios se hubiera prestado a atender esa clase de plegarias. Cosa que, como Paul sabía por experiencia, el buen Dios no hacía, ya que, por o visto, asuntos más importantes requerían su atención, y no iba a andar preocupándose por la disfunción eréctil masculina.

Por lo tanto, si Paul era el mejor tirador con arco, Harlan le superaba en caza con rifle. Años después, Harlan se preguntaría si acaso nada de aquello habría sucedido, para bien o para mal, si él hubiese disparado al ciervo primero.

Pero el hecho era que aquellos dos hombres siempre habían sido polos opuestos en muchos sentidos. Harlan hablaba en voz baja y su amigo con estridencia; el primero poseían una fina ironía y el segundo era poco sutil; el uno era resuelto y concienzudo, el otro carecía de objetivo y motivación.

Harlan era delgado y fibroso, circunstancia que en ocasiones había inducido a borrachos y necios a infravalorar su fuerza, pese a que sólo un hombre fuerte habría sido capaz de acarrear a un niño afligido kilómetros y kilómetros por un terreno fragoso y nevado sin tropezar ni quejarse, ya cumplidos los setenta años. Paul Scollay era más fofo y gordo, pero eso era el acolchado que cubría los músculos, porque se movía con rapidez para ser un hombre de notable corpulencia. Aquellos que no los conocían bien los tenían por una extraña pareja, dos hombres de personalidad y físico tan dispares que constituían un todo único, como dos piezas de un puzzle. Sin embargo, su relación era mucho más compleja que eso, y sus semejanzas más acusadas que sus diferencias, como ocurre siempre con hombres que mantienen amistades de por vida, casi sin cruzar jamás una mala palabra y perdonándose siempre cuando eso pasaba. Compartían una misma visión del mundo, una idea análoga acerca de sus congéneres y sus propias obligaciones para con ellos. Cuando Harlan Vetters llevó a Barney Shore a cuestas, dejándose guiar ya al final por los haces de las linternas y las voces hacia la principal partida de búsqueda, lo hizo acompañado del fantasma de su amigo, una presencia invisible que velaba por el niño y el viejo, y quizá mantenía a raya a la niña del bosque.

Extracto de La ira de los ángeles, una novela de John Connolly.

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La ira de los ángeles, de John Connolly, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Tusquets.

Petros Márkaris en México: 3 presentaciones

El autor griego, Petros Márkaris. visita México en estas fechas. Su desempeño como literato ha sido muy importante, incluyendo sus trabajos de traductor, dramaturgo y guionista. Sus obras más conocidas son las novelas policiacas protagonizadas por el serio detective griego Costas Jaritos.

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Su visita a México plantea tres presentaciones en la Feria del Libro del Zócalo de la Ciudad de México. Es la primera vez que este renombrado autor visita México, por lo que no te puedes perder sus tres presentaciones en este magno evento.

1-Martes 14 a las 15:30 en el Foro Jose Revueltas

Tertulia “La historia como novela policíaca”: Petros Márkaris estará en una mesa junto con Paco Ignacio Taibo II, Eduardo Monteverde, F. G. Haghenbeck y Juan Sasturain discutiendo temas que giran entorno al género literario que más conoce.

2- Domingo 19 a las 13:00 en el foro José Revueltas

Petros Márkaris estará en una Charla sobre Grecia con presentación de Luis Hernández Navarro.

3- Domingo 19 a las 15:00 en el Foro José Emilio Pacheco

Dos grandes de la novela negra estarán cara a cara exponiendo sus pensares sobre el género policíaco en “Charlando con Petros Márkaris y Élmer Mendoza”.

Conoce parte de la obra de Petros Márkaris en su libro Muerte en Estambul.

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“Noir: Instrucciones de uso” de Luca Crovi

El crimen nació un día después de que se inventó la sociedad. Es por eso que en todo el arte el crimen es tema recurrente. La novela negra es un género escrito que utiliza el misterio, la muerte y lo ilegal para entretenernos y hasta asustarnos. Siendo una literatura que parte de los secretos, los autores que la creas deben y debieron ser unos expertos escondiendo lo más oscuro de sus vidas.

Noir: Instrucciones de Uso es un libro escrito por Luca Crovi que tiene como objetivo revelar los secretos detrás de la escritura de los más famosos maestros del género negro.

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¿Qué inspira a aquellos que piensan lo más negro de la sociedad? ¿Cuáles son los caminos que recorren los escritores para tejer las tramas? ¿Hasta que punto su vida personal es el reflejo de los personajes que presentan? ¿Cuáles hábitos de escritura hacen a estos personajes los maestros de esta escritura?

Esta y otras preguntas se responden sobre autores como Edgar Allan Poe, Alfred Hitchcock, Agatha Christie, Michael Crichton, Conan Doyle y muchos más. Partiendo de veinte años de trabajo de recopilación de documentos para la investigación, Luca Crovi nos entrega Noir Instrucciones de Uso.

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En poca palabras, este libro puede ser considerado un “atlas del crimen pero que se lee como thriller”. Es una disfrutable recolección de confesiones que transforman la propia narrativa en un noir.

Encuentra esta novela bajo el sello Ariel en librerias y tiendas en linea.

Entrevista con John Connolly, el alquimista de la novela negra

Después de casi 20 novelas y un libro de relatos, escritos a lo largo de más de 15 años, John Conolly es considerado uno de los autores más notables en el campo de la novela negra en la actualidad.

Para este narrador, mantener a sus lectores en un estado de suspenso constante y edificar tramas laberínticas que indagan no sólo en crímenes perturbadores sino en los rincones más profundos del alma de sus personajes, se ha convertido en un oficio que domina a la perfección.

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Su más reciente libro, La ira de los ángeles, fue publicado recientemente por Tusquets. Cuenta la historia del hallazgo de un avión siniestrado en las profundidades de los bosques de Maine. No hay cadáveres. Nunca se informó de la desaparición de dicho avión. Pero hombres de toda laya lo buscan desde hace mucho, mucho tiempo, pues, al parecer, los restos del aparato esconden algo crucial. Eso atrae al detective privado Charlie Parker, un hombre que conoce bien la naturaleza del Mal que intenta imponerse en el mundo. También capta la atención de otros: una mujer hermosa, de cara marcada, con afición a matar; un niño taciturno que recuerda su propia muerte; y el asesino en serie conocido como el Coleccionista, que busca nuevas víctimas para sus sacrificios. Pero a medida que las fuerzas rivales se abaten sobre el lugar, el bosque se prepara para recibirlos, ya que en su espesura oculta un secreto: algo sobrevivió al accidente. Y está esperando.

A continuación reproducimos un fragmento de una entrevista realizada a Connolly con motivo de la publicación de este libro. Esperamos que, al leer directamente las palabras de este autor, tú también indagues en su personalidad y encuentres un motivo para salir a buscar sus libros.

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¿Pasa usted miedo cuando escribe? Porque hay escenas…

No me asusto con casi nada. Parte de lo que me divierte es asustar al lector. Sin llevarlos al horror extremo. Lo que a veces sí me pasa es que me sorprenden mis propios personajes. Y ocasionalmente sí es verdad que me cuesta narrar algunas cosas.

¿Por ejemplo?

En mis obras sale bastante el cáncer. Y eso me cuesta. Sé que es porque mi padre murió de cáncer y siento miedo de que el cuerpo se alíe contra sí mismo, que es lo que pasa cuando tienes cáncer. Otra cosa que me marcó y me influye es algo que me pasó de niño.

¿No me irá a decir que lo abandonaron?

No, pero sentí eso. De pequeño llegué a mi casa y mi casa no estaba. Tenía cinco años y me senté en el bordillo angustiado: mi casa no estaba. Una vecina me vio y vino, y me dijo: pero si es tu casa, lo que pasa es que la han pintado. Era de otro color y por eso no la reconocía. Aquella sensación de miedo a que me hubieran abandonado está en mis libros.

Si quieres seguir leyendo esta entrevista, publicada originalmente en el sitio 20 Minutos, da click aquí.

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La ira de los ángeles, de John Conolly, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Tusquets.

‘Los que habitan el abismo’, de Diego Petersen Farah

Beto Zaragoza se encontraba ahí, parado junto a la tumba; él siempre estaba donde tenía que estar. Desde niño aprendió que lo más importante en el oficio de reportero de rota roja es hallarse en el lugar adecuado a la hora precisa: no importa si es temprano o tarde, si llueve o hace un sol que quema, hay que estar ahí. “Los cadáveres no se mueven, es uno el que tiene que ir a ellos, donde sea”, le decía su padre, el viejo don Eulalio.

Adalberto tenía ocho años cuando su padre lo llevó por primera vez a cubrir una nota. Era domingo en la madrugada, había llovido por la noche y el ambiente estaba fresco. El viejo lo despertó de un empellón, le dio una cámara Kodak Instamatic 125 y le dijo: “Vístete y acompáñame, es hora de que te metas al oficio”. Don Eulalio llevaba su cámara Pentax al hombro y un radio que hacía un ruido endemoniado en el cinturón; lo que se escuchaba eran sólo claves, números y palabras extrañas que Beto entonces no alcanzaba a comprender. Subieron al Ford Falcon azul metálico del padre y enfilaron rumbo a San Isidro. El viaje le pareció eterno, el radio no dejaba de sonar. Ya cerca del Periférico le dieron alcance a la ambulancia de la Cruz Verde, esas que levantaban a los muertos. Llegaron al bosque del Centinela con las primeras luces de la mañana. Mientras los “zopilotes” (como llamaban entre los reporteros de nota roja a los levantamuertosn de la Cruz Verde) bajaban la camilla, don Eulalio preguntó dónde se encontraba el cadáver. “Aquí abajo, pegado a la presa”, le dijeron. Apresuraron el paso para llegar antes que nadie. Contrario a la canción, en la nota roja es más importante llegar primero que saber llegar. De pronto Beto se topó con el cuerpo de una mujer colgada de un árbol. Se quedó petrificado: era la primera vez en su vida que veía un muerto de verdad. Había visto muchos, en las fotos de su papá, degollados, quemados, martirizados, balaceados, apedreados, pero nunca “un muerto en vivo”, como los llamaba irónicamente don Eulalio. No podía apartar la mirada de los ojos de aquella mujer: eran unos ojos tristes, vacíos, un poco desorbitados, sin vida pero expresivos. Don Eulalio tomó la foto cuidando el foco, ajustando la luz con la velocidad de disparo y el encuadre; su hijo, con su camarita entre las manos a la altura de la cintura, viendo fijamente el rostro de aquella mujer vestida de rosa con medias negras, el pelo castaño bien peinado, los ojos maquillados y, como fondo, el amanecer entre los eucaliptos. Una imagen hermosa que Beto aún conserva, mitad como ejemplo de una buena foto de nota roja, mitad como diploma de graduación: ese día, con ocho años de edad, entró al oficio de reportero de policía. Ahora, cada vez qu puede, porque hoy el peligro es mayor, Adalberto lleva a su hija Juana, de diez años, a que tome fotos d cadáveres.

Extracto de Los que habitan el abismo, de Diego Petersen Farah.

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Los que habitan el abismo, de Diego Petersen Farah, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Planeta.