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El alma humana al desnudo en «La hierba roja»: Boris Vian

El ingeniero Wolf y su ayudante, el mecánico Lazuli, construyen una máquina del tiempo gracias a la que Wolf pretende, mediante el retorno a su infancia, conjurar todos los errores y todas las obsesiones que le habían acosado entonces. Sólo exorcizando aquellas sombras estará, cree él, en condiciones de recuperar la facultad de gozar de los fugaces instantes de felicidad que le brinda la vida. Pero todos sabemos que los inquisidores no aceptan semejantes audacias y quién sabe si Wolf conseguirá sobreponerse a ellos. Esta es tal vez la novela más intimista y menos burlesca de Vian, y muchas de las situaciones remiten sin duda a su vida personal. No obstante, a la ternura que inspira esta historia, a la vez dolorosa y patética, Vian no puede dejar de añadir, como siempre en toda su obra, la desbordante fantasía y la lúcida insolencia que otorga a personajes e historias esa mágica y contagiosa vitalidad que atrapa de principio a fin a sus lectores de ayer y de hoy, más que incondicionales adictos. Sigue leyendo El alma humana al desnudo en «La hierba roja»: Boris Vian

El lado oscuro del ser humano mostrado a través del absurdo; «El arrancacorazones» de Boris Vian

Los inolvidables personajes de Joël y Citroën fueron creados por Boris Vian a la medida del estremecedor delirio al que él cree que suelen conducir por un lado la dominación materna y, por el otro, el inevitable conflicto entre la vida autónoma, secreta de la infancia y la tiranía de la familia y la presión social. También se sirve del siniestro Jacquemort, un psicoanalista en busca de pacientes, para satirizar tanto el enloquecido mundo de los llamados cuerdos como el psicoanálisis y el comportamiento existencialista, tan en boga en aquellos años. Es precisamente en el ciclo de novelas escritas entre 1947 y 1953, al que pertenece «El arrancacorazones», en el que Vian parece haberse asentado en un universo que le es finalmente propio, en un mundo de fábula poética cargada de fantasía, pero también de tensión y violencia, en la que la experiencia de los niños desafía los valores de los adultos.

Esta novela del clásico Boris Vian es una mezcla de realidad, sueño y delirio donde el absurdo se abre paso para mostrar el lado oscuro del ser humano.

Aquí te compartimos un extracto de su ‘Primera parte’:

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El camino seguía el borde del acantilado. A ambos lados crecían calaminas en flor y liosas ya marchitas, con los pétalos ennegrecidos esparcidos por el suelo. Unos insectos puntiagudos habían perforado la tierra con millares de pequeños agujeros; bajo los pies, era como una esponja muerta de frío.

Jacquemort avanzaba sin prisas, contemplando cómo el corazón rojo oscuro de las calaminas latía bajo la luz del sol. A cada pálpito se elevaba una nube de polen, que volvía a caer enseguida sobre las hojas agitadas por un lento temblor. Las abejas, distraídas, se tomaban un descanso.

Del pie del acantilado se elevaba el rumor ronco y suave de las olas. Jacquemort se detuvo y se inclinó sobre el estrecho reborde que lo separaba del vacío. Abajo, al fondo del abismo, todo estaba muy lejos, y en los huecos de las rocas la espuma temblaba como gelatina en verano. Olía a algas calcinadas. Presa de vértigo, Jacquemort se arrodilló en la hierba terrosa del estío, apoyó en el suelo sus dos manos extendidas y, al hacer este gesto, se encontró con cagarrutas de cabra de contornos extrañamente irregulares, lo que le permitió llegar a la conclusión de que entre estos animales se encontraba un
cabrón de Sodoma, especie que hasta el momento había creído extinguida.

Ahora ya no tenía tanto miedo, y se atrevió a inclinarse de nuevo sobre el acantilado. Los enormes paredones de roca roja se hundían verticalmente en el agua poco profunda y resurgían casi de inmediato para formar el acantilado rojo en cuya cresta Jacquemort, de rodillas, se asomaba.

Arrecifes negros, lubricados por la resaca y coronados de un anillo de vapor, emergían aquí y allí. El sol corroía la superficie del mar y la ensuciaba con pintadas obscenas.

Jacquemort se incorporó, reemprendió la marcha. Había una curva en el camino. A la izquierda vio helechos ya teñidos de orín y brezos en flor. Sobre las rocas desnudas brillaban los cristales de sal que depositaba la marea. El terreno, hacia el interior, se elevaba en una escarpada pendiente. El camino contorneaba enormes masas
de granito negro, y lo jalonaban de vez en cuando nuevas cagarrutas de cabra. De cabra, ni una. Los aduaneros las mataban, por las cagarrutas.

Apresuró el paso, y de pronto se encontró en la sombra, puesto que los rayos del sol ya no alcanzaban a seguirlo. Aliviado por el frescor, aceleró aún más la marcha. Y las flores de calamina pasaban ante sus ojos como una cinta de fuego continuo.

Se dio cuenta, a la vista de ciertos indicios, de que se estaba acercando, y tuvo buen cuidado en alisarse la barba roja y puntiaguda. Tras lo cual reemprendió alegremente el camino. Por un instante, pudo ver la casa entera, entre dos pilones de granito, tallados por la erosión en forma de pirulí, que parecían pilares de una gigantesca poterna. Pero volvió a perderla de vista al primer recodo. Estaba situada bastante lejos del acantilado, muy en alto. Y luego, cuando hubo pasado entre los dos bloques sombríos, se le descubrió otra vez por completo, muy blanca, rodeada de árboles insólitos. Del portón arrancaba una línea blanquecina que serpenteaba perezosamente ladera abajo y al final desembocaba en el camino. Jacquemort se encaminó en esa dirección. Ya a punto de coronar la cuesta, echó a correr a escuchar los gritos.

Desde el pórtico abierto de par en par a la escalera, una mano previsora había tendido una cinta de seda roja. La cinta subía por la escalera y terminaba en la habitación. Jacquemort la siguió. La madre descansaba en su cama, presa de los ciento trece dolores del parto. Jacquemort soltó su maletín de cuero, se subió las mangas y se enjabonó las manos en una pileta de lava en bruto».

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Es una mezcla de realidad, sueño y delirio donde el absurdo se abre paso para mostrar, el lado oscuro del ser humano.