‘¡Quemen Barcelona!’ de Guillem Martí

Ciudad de México, septiembre de 1946

El sol pega de lo lindo en el D.F. No es que a él eso lo haya cogido por sorpresa. Hace un par de años, cuando llegó a México, lo hizo con la cabeza llena de imágenes flamígeras. De hombres echándose sofocantes siestas cobijados bajo enormes sombreros de colorines; de pueblecitos polvorientos y requemados por un viento asfixiante y de desiertos de piedras afiladas y cactus a punto de arde en llamas. Luego resultó que en la capital charra, el tiempo era más templado de lo que parecía en las películas. Pero este verano del 46 ha salido especialmente riguroso. Nota el sudor formándose en la frontera entre el pelo y la piel goteando lentamente por la nuca, hasta empaparle el cuello de la camisa blanca, recién planchada.

Pero no es el sol el que lo hace sudar como un pecador en un confesionario. Es la angustia.

Ignorando el calor, camina a buen paso hasta llegar a una avenida el triple de ancha que su añorado paseo de Pi i Margall y se detiene, incómodo. Nunca conseguirá acostumbrarse a aquellas vías tan extensas. Ríos formados por corrientes de coches embravecidos, donde a los peatones no les queda otra que encomendarse a aquellas lucecitas rojas y verdes que regulan el flujo del tráfico inhumano. A pesar de su recelo, cuando el semáforo madura, el chorro de automóviles se detiene igual que  lo haría un niño a indicación de un maestro severo, cediéndole el paso con mansedumbre.

Cruza sin dilación. Por nada del mundo quiere saber cómo sería encontrarse en mitad de la calzada cuando la luz cambie de color. Las ciudades deberían ser lugares para vivir, reflexiona una vez más. Y en la capital de México, él, de momento, sólo está consiguiendo sobrevivir.

Y gracias.

Aunque no debería quejarse. Tal y como le ha ido en la vida, sobrevivir ya es mucho.

Llega al otro lado de una pieza, mientras siente la riada de metal y caucho retomando la marcha a su espalda. No le ha sobrado tiempo. Ignora los coches que pasan por su lado y sigue, resuelto, por la acera. Pronto vislumbra la gran explanada salpicada de marquesinas, cada una identificada con un número, que se abre escasamente a un centenar de metros a su izquierda. Atracados en muchos de aquellos muelles distingue coches de línea de colores y compañías diferentes, de los que suben y bajan pasajeros en tránsito. Y, más allá, los surtidores de carburante alineados bajo un porche de cemento pintado de amarillo, frente a la terminal. Éste es un edificio enorme, con tejado a dos aguas, de paredes encaladas y con la palabra MEXOLUB rotulada en elegantes caracteres de color rojo que recuerdan a los conductores cuál es el mejor lubricante para el motor de su vehículo.

Extracto de ‘¡Quemen Barcelona!’ de Guillem Martí

BARCELONA

SINOPSIS Esta es la historia olvidada de un héroe que salvó Barcelona.  A días antes de la entrada del ejército rebelde en Barcelona, llega la orden del Komintern de arrasar la ciudad y será Miquel Serra i Pámies, miembro del PSUC y conseller de la Generalitat, el encargado de llevar a cabo esta orden de tierra quemada. Pero Miquel se jugará la vida y el amor para boicotear estos planes.

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Guillem Martí

Historia basada en hechos reales, a partir de que durante la Guerra Civil española se ordena hacer tierra rasa de la ciudad de Barcelona ante la inminente llegada de las tropas franquistas.

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