‘Pisando los talones’, uno de los casos más complejos del detective Kurt Wallander

El miércoles 7 de agosto de 1996, Kurt Wallander estuvo a punto de morir en un accidente de tráfico al este de Ystad.

Sucedió poco después de las seis de la madrugada. Acababa de cruzar Nybrostrand, en dirección a Osterlen, cuando de repente vio surgir delante de su Peugeot un camión que venía directo hacia él. Cuando oyó el claxon del camión, dio un volantazo y se salió al arcén. En ese momento lo atenazó el miedo. El corazón empezó a latirle bajo el pecho, y luego sintió tal mareo, tal vértigo, que creyó que iba a desmayarse. Durante un buen rato mantuvo las manos aferradas al volante de forma compulsiva.

Una vez que hubo recuperado la calma, se dio cuenta de lo que había ocurrido. Se había dormido al volante. Sólo había dado una cabezada, apenas duró una fracción de segundo, pero fue suficiente para que su viejo vehículo invadiera, haciendo eses, el carril opuesto.

Un segundo más y ahora estaría muerto, aplastado bajo el peso del camión. 

La idea lo dejó helado por un momento. Lo único que le venía a la cabeza era aquella ocasión, hacía ya algunos años, en que le faltó poco para chocar contra un alce a las afueras de Tingsryd.

Pero entonces había niebla y estaba oscuro. En cambio, esta vez se había dormido al volante.

El cansancio.

No lo comprendía. Le había sobrevenido sin previo aviso, poco antes de marcharse de vacaciones, a principios de junio. Precisamente este año había decidido tomarse el descanso a comienzos del verano. Pero la lluvia le había amargado las vacaciones. Hasta que no se hubo incorporado al trabajo, poco después de San Juan, no llegó el buen tiempo a Escania.

Desde entonces, el cansancio ya no le había abandonado. Era capaz de quedarse dormido sentado en una silla. Incluso después de una larga noche de sueño ininterrumpido, tenía que hacer un esfuerzo para levantarse de la cama. Con frecuencia, cuando iba al volante, se veía obligado a pararse un rato en el arcén para echar una cabezada.

No comprendía aquel cansancio. Su hija Linda le había preguntado al respecto durante la semana de vacaciones que habían pasado juntos y en la que habían paseado en coche por Gotland. Fue una de las últimas noches, y estaban alojados en una pensión de Burgsvik. Había hecho una tarde magnífica. Habían pasado el día deambulando por el extremo sur de Gotland y, antes de regresar a la pensión, cenaron en una pizzería.

Linda le preguntó por qué estaba tan agotado. Kurt contempló el rostro de su hija, iluminado por la luz del candil, y comprendió que ella había meditado bien la pregunta. Sin embargo, le contestó con evasivas, le dijo que no le pasaba nada, que era muy normal que dedicase parte de sus vacaciones a intentar recuperar las horas robadas al sueño. Linda no insistió, pero él notó que no quedaba muy convencida.

Extracto de Pisando los talones, una novela de Henning Mankell protagonizada por el detective Kurt Wallander.

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Pisando los talones, de Henning Mankell, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Tusquets.

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