‘LOS ASESINOS DEL EMPERADOR DE SANTIAGO POSTEGUILLO’

Máximo, nervioso, con el mismo miedo de Partenio a ser pronto el próximo en la lista del emperador, la lista de los que caían en desgracia, cargado con una montaña de rollos, se deslizó como una anguila entre los dos guardias pretorianos que custodiaban la cámara de Domiciano, cuyo dormitorio hacía también las veces de despacho privado donde, ocasionalmente, departía con Partenio, con algún otro consejero o, cada vez con más frecuencia, con Norbano y Petronio Segundo, los prefectos del pretorio, especialmente con el primero. Máximo cerró la puerta despacio. Los pretorianos ni tan siquiera se molestaron en girarse; el emperador no estaba en la cámara y Máximo era uno de esos libertos que andaban siempre con el consejero imperial, de modo que estaría simplemente trayendo o llevando documentos que Domiciano habría solicitado para consultar. Para ellos, Máximo era poco menos que una mula de carga flacucha y débil, y en eso estaban en lo cierto: aquel liberto estaba como un fideo; de puro nervio lo quemaba todo, no importaba que comiera grandes cantidades en los sótanos donde estaban las cocinas imperiales. Su metabolismo lo consumía todo. Sus preocupaciones lo devoraban todo. Y es que Máximo, como tantos otros, había asistido como testigo privilegiado, a su pesar, a la evolución de un emperador que cada día estaba más loco, más fuera de sí.

Partenio lo había controlado durante años, e incluso hubo momentos en que la belleza de Domicia, la emperatriz, pareció dulcificar el agrio carácter imperial, pero ahora todas esas influencias habían desaparecido y Tito Flavio Domiciano siempre estaba a disgusto con todo y con todos. Convencido de que todos querían matarle, ya sólo confiaba en su guardia pretoriana y en sus prefectos; el resto eran sospechosos de traición. Hasta tal punto había llegado su locura que Máximo había visto asomar una noche, en la que, como en ese momento, llevaba documentos a la cámara imperial, la punta brillante de una daga por debajo de la almohada de la cama del emperador.

Extracto de Los asesinos del emperador de Santiago Posteguillo

POSTEGUILLO

SINOPSIS El 18 de septiembre del año 96 d.C. pasaron muchos acontecimientos que escribieron la historia: una guerra civil, traiciones, envenenamientos, combates en la arena, fieras del Coliseo, el ascenso y caída de una dinastía imperial, una gladiadora, nueve emperadores; un grupo de gladiadores dispuestos a todo que avanza por las alcantarillas de Roma sin que nadie ni nada pueda detenerlos.

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