‘La grandeza de la vida’, un libro sobre el gran amor de Franz Kafka

El doctor llega a última hora de la tarde, un viernes de julio. El tramo final que recorre desde la estación en un automóvil descubierto no se acaba nunca, sigue haciendo mucho calor y está exhausto, pero ya ha llegado, Elli y los niños lo esperan en el vestíbulo. Apenas le da tiempo a dejar el equipaje y ya Félix y Gerti corren hacie él y le hablan sin cesar. Han estado por la playa desde la mañana temprano, y les encantaría volver y enseñarle lo que han construido, un enorme castillo de arena, la playa está repleta de ellos. Pero dejadle tranquilo, les exhorta Elli mientras sostiene a Hanna dormida en brazos, sin embargo, ellos le siguen contando cómo ha ido el día. Elli pregunta: ¿Qué tal el viaje? ¿Quieres comer algo? El doctor piensa si quiere comer algo, porque apetito no tiene. No obstante, sube a la casa donde están pasando las vacaciones y los niños le enseñan dónde duermen, tienen once y doce años y encuentran miles de excusas para no irse a la cama aún. La «señorita» ha preparado un plato con nueces y fruta, también hay una jarra de agua, él bebe y da las gracias a su hermana, pues las próximas tres semanas comerá allí, pasarán mucho tiempo juntos, aunque está por ver, a la larga, qué le parece todo aquello.

El doctor no tiene grandes expectativas respecto de esta visita. Viene arrastrando unos meses malos y no quería seguir en casa de sus padres, así que la invitación al Báltico llegó en el momento oportuno. Su hermana había encontrado el alojamiento a través del periódico, el anuncio prometía unas camas formidables y precios decentes, además de balcones, verandas y miradores, todo al pie del oquedal y con maravillosas vistas al mar.

Su habitación está al otro extremo del pasillo. No es demasiado grande, pero hay un escritorio y el colchón es firme, además tiene un estrecho balcón que da al bosque y promete tranquilidad, aunque se oyen voces infantiles, procedentes de un edificio cercano. El doctor deshace el equipaje: unos pocos trajes, ropa interior, lectura, papel para escribir. Podría contarle a Max cómo han ido las conversaciones con la nueva editorial, pero ya lo hará los próximos días. Le había resultado extraño volver a Berlín después de todos esos años y, veinticuatro horas más tarde, allí está, en Müritz, en una casa llamada Glückauf, que significa «suerte». Elli ya ha hecho una broma al respecto: espera que el doctor gane unos kilos a orillas del mar, aunque ambos saben que es poco probable. Todo se repite, piensa él, los veranos que pasa desde hace años en algún hotel o sanatorio, y luego los largos inviernos en la ciudad, en los que, a veces, no sale de la cama durante semanas. Se alegra de estar solo y se sienta un rato en el balcón, donde aún se oyen esas voces, luego se va a la cama y concilia el sueño sin esfuerzo.

Extracto de La grandeza de la vida, de Michael Kumpfmüller.

la grandeza de la vida portada

La grandeza de la vida, de Michael Kumpfmüller, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Tusquets.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *