La complejidad y diversión de «Un padre extranjero»: Eduardo Berti

Dos padres y la relación silenciosa, casi ausente, con sus respectivos hijos: varones y únicos. Dos familias que intentan comprender el misterio del padre extranjero. Inmigrantes que deciden reinventarse lejos de la tierra natal, donde deben aprender otra lengua. Escritores que leen la obra de otros y, a partir de ella, buscan desentrañar algún misterio de sus propias vidas. Secretos guardados bajo llave y difíciles de compartir.

La ficción y el relato autorreferencial son los pilares de esta historia que se bifurca, de esta novela que parece combinar resultado final con making of y que reinventa —en clave ingeniosamente literaria— la tradición de la «novela del padre».

Nada es casual ni arbitrario en «Un padre extranjero», de Eduardo Berti: la trama —emotiva, divertida, compleja— muestra una combinación perfecta de detalles; la escritura se desliza con una exquisitez que el lector agradece.

Te compartimos un pequeño fragmento de su primer capítulo ‘Cementerio Club, 1’:

«Horas antes del entierro de mi madre, la tarde en que la velaban, mi padre mandó a que dejasen sin abrir el ataúd, cuando lo usual habría sido que se exhibiera el cadáver, y sin pedir permiso a nadie enchufó un reproductor de música en un rincón e hizo sonar en la sala, a un volumen considerable, pero más bien respetuoso, una triste música compuesta por Gustav Mahler, música que siguió escuchando como en una especie de gimnasia autoflageladora durante los primeros meses de viudez, en los cuales se consagró a beber más de la cuenta y a batir récords de insomnio que ni siquiera los sedantes más aguerridos podían paliar.

En el entierro, por la tarde, después del velorio matutino, mi padre no quiso saber nada con que abriera la boca un sacerdote presente y sonriente en el cementerio, a pesar de que la «oferta» incluía su corto sermón junto con los servicios del sepulturero y otras inercias de rigor. Todo aquello sucedía en un cementerio privado de las afueras de Buenos Aires: una especie de campo de golf con tumbas; una especie de jardín con árboles muy vistosos y lápidas poco menos que invisibles en el suelo. Vaya ironía: en los últimos doce años mi madre había trabajado vendiendo tumbas (»parcelas», según la jerga que le hacían repetir) de este mismo cementerio»

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Nada es casual ni arbitrario en Un padre extranjero, de Eduardo Berti: la trama —emotiva, divertida, compleja— muestra una combinación perfecta de detalles. La escritura se desliza con una exquisitez que el lector agradece.

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