‘Hasta aquí hemos llegado’, el nuevo caso del detective Kostas Jaritos, escrito por Petros Márkaris

Lo más lógico sería que me fuera directo a casa. La angustia y el nerviosismo, junto con el calor asfixiante, me han dejado extenuado y, ahora que me he relajado un poco, estoy a punto de carme redondo. Sin embargo, quiero saber qué les ha sacado Vlasópolus en el interrogatorio a los dos clientes de Katerina. Me pregunto si lo hago por deformación profesional o por obligación paterna, y concluyo que por lo segundo. A fin de cuentas, ni nosotros ni la Brigada Antiterrorista nos ocuparíamos tanto del asunto si el matón de Amanecer Dorado hubiera agredido a otra mujer en lugar de a Katerina.

Subo al autobús con la ropa pegada al cuerpo. Lo primero que se me ocurre es que debería volver a poner el Seat en circulación. Hace meses que lo dejé aparcado en el garage de la Jefatura porque, con el ahorro sangrante que nos vemos obligados a hacer para sobrevivir, no tiene sentido gastar dinero para circular con mi coche particular cuando puedo hacerlo gratis en los transportes públicos. No obstante, ahora que al trayecto casa-trabajo-casa se añade la visita al hospital, seguida a otra a casa de Katerina hasta que se recupere del todo, moverme en transporte público me hará perder mucho tiempo.

Por otra parte, podría estar utilizando a Katerina como pretexto, pues hace tiempo que quiero volver a sacar mi coche, y el de ser un padre angustiado me viene como anillo al dedo.

En el pasillo de la Jefatura me topo con los dos africanos, que me esperan delante de mi despacho.

-¿Todavía no os han tomado declaración? -pregunto sorprendido.

-Esperamos Katerina -reponde uno de ellos.

-¿Cómo está? -pregunta el otro.

-Por suerte, no ha sido grave.  Pero la golpeó con un puño americano y eso duele.

-Nosotros, Katerina hermana. Queremos mucho -dice el primero.

El afecto que declaran es conmovedor aunque mi hija esté pagándolo con una estancia en el hospital.

-Pasad a mi despacho.

Me siguen, pero en ese instante entran mis tres ayudantes: Kula, Dermitzakis y Papadakis. Los dos africanos esperan discretamente junto a la puerta.

-¿Cómo se encuentra Katerina, señor comisario? -me pregunta Kula.

Repito la explicación que acabo de dar a los africanos.

-Gracias a Dios, se ha librado por los pelos -comenta Kula, y se santigua.

-Ha tenido suerte, dentro de su desgracia -apostilla Dermitzakis.

-Pero bueno…, ¿no hubo nadie que intentara detenerles? -exclama Papadakis, sin poder creerlo.

-Nadie.

-Claro, le está bien empleado por mezclarse con los negros -comenta con amarga ironía, suscribiendo lo que dijo la mujer que hablaba casi a gritos por el móvil.

Expresan sus deseos de una pronta recuperación y se marchan, mientras yo indico a los africanos que pasen. Esperan mi señal para sentarse, pero antes llamo al encargado del taller y le pido que le eche un vistazo al Seat.

-¿Por qué habéis ido a los juzgados con Katerina? -les pregunto tras colgar el teléfono.

-Destrozar tienda de mi amigo Maurice -explica el segundo señalando a su amigo.

-¿Dónde está  la tienda?

-Lefkados con Ajarnón. Maurice conocer dos que destrozaron. Ir a la policía. Nos dijeron poner denuncia, pero no pasar nada. Entonces ir a ver Katerina y ella hacer demanda.

-¿Qué significa eso?

-Poner querella criminal -explica Maurice-. Esta mañana se celebraba el juicio -concluye en un griego correcto.

Al menos, ahora conozco los motivos de los agresores. Los miembros de Amanecer Dorado la han atacado porque los acusados eran de su banda.

Extracto de Hasta aquí hemos llegado, de Petros Márkaris, un nuevo caso para el detective Kostas Jaritos.

Hasta aqui hemos llegado portada

Hasta aquí hemos llegado, de Petros Márkaris, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Tusquets.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *