El arte y la ciencia de no hacer nada (apréndelo y encuentra la felicidad)

Al menos desde Homero, hemos mantenido una actitud ambivalente respecto del ocio. En La Odisea, los lotófagos pasaban el día echados “comiendo loto”, eran hospitalarios y se sentían, en apariencia, satisfechos con su existencia. Sin embargo, representaban una amenaza para Ulises y su tripulación. Cuando llegó la tierra de los lotófagos, el capitán, adicto al trabajo, envió un par de hombres a investigar a los pobladores locales. Los lotófagos “no los dañaron”, pero ofrecieron a los hombres enviados por Ulises un poco de su alimento, tan embriagador que los griegos olvidaron cualquiera idea de volver al hogar. Ulises, la personificación del heroico director ejecutivo de una empresa, obligó a los hombres afectados por el loto a regresar al barco y luego los amarró a los bancos de la nave. Advirtió que si el resto de la tripulación probaba la droga, jamás dejarían la isla, y ordenó levantar amarras. En la traducción de Samuel Butler, los hombres “ocuparon su lugar y los remos azotaron el gris mar”.

A pesar del estereotipo occidental de China como nación en la que el trabajo, la productividad y la industria se reverencian como los mayores ideales, en épocas de Confucio el ocio no constituía una subcultura sino que formaba parte integral de la cultura. Los caballeros de la época se dejaban crecer las uñas como prueba de que no necesitaban trabajar con las manos. A decir verdad, el confucionismo despreciaba el trabajo arduo e idealizaba, en cambio, el ocio y la falta de esfuerzo. Según Lawrence E. Harrison, un investigador de larga trayectoria de Universidad de Tufts: “Para los chinos, Sísifo no es una tragedia sino una broma hilarante”. Harrison señala que el principio filosófico fundamental del taoísmo es wu-wei, “no esfuerzo”, lo que significa que una persona verdaderamente iluminada en el terreno espiritual o intelectual vive con el gasto mínimo de energía. En asuntos militares, los antiguos chinos sostenían que un buen general obliga al enemigo a agotarse y espera la oportunidad adecuada para atacar, usa las circunstancias para su propia ventaja y desarrolla la menor actividad posible. Esta noción es la opuesta a la idea occidental de tratar de lograr un objetivo predefinido con un inmenso despliegue de fuerzas y esfuerzo. Resulta paradójico, en consecuencia, que a pesar de la extensa historia de China en lo que respecta a aceptar el ocio, esa nación se conciba en la actualidad como la ´fabrica del mundo. La razón podría ser que, tal como un físico chino me dijo hace muy poco, China logró “superar” el confucionismo en la última mitad de siglo.

Extracto de El arte y la ciencia de no hacer nada, de Andrew J. Smart.

NADA

SINOPSIS: Nuestra cultura nos exige más horas de lo que tiene el día, reclamando mayor rapidez y siempre con eficiencia, sobrevalorando la capacidad de un trabajo arduo condicionando un cúmulo de actividades que aseguran el éxito. Pero al darnos el tiempo para descansar de las preocupaciones, los horarios, la vida ajetreada y automática es cuando nuestra red neuronal fluye con pensamientos, recuerdos y deseos que se convierten en grandes ideas.

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