Complejidad, pasión, asesinatos en serie; un relato detectivesco de Sue Grafton: «X de rayos X»

Una mujer adinerada contrata a la investigadora privada Kinsey Millhone para que actúe de intermediaria y haga llegar a otra persona, casualmente un preso recién puesto en libertad, cierta cantidad de dinero. Sin embargo, cuando ya ha cumplido el encargo, e incluso ya ha cobrado por él, Kinsey empieza a descubrir que, tal vez, nada es lo que parecía. No bien empieza a investigar más sobre la misteriosa mujer, debe atender otro asunto: la viuda de Pete Wolinsky, el detective protagonista de «W de whisky,» le pide ayuda con cierto papeleo burocrático; entre los documentos, Kinsey encuentra un listado de números aparentemente incomprensibles, y de inmediato querrá lanzarse a descifrarlos. Todo ello, además del robo de un cuadro perpetrado décadas atrás, acabará poniéndola en el punto de mira de alguien peligroso. Alguien siniestro. Alguien letal, que no deja rastro de sus crímenes. En su nuevo caso, Kinsey Millhone juega a múltiples bandas, ignorando hasta qué punto está metiéndose ingenuamente en la boca del lobo.

«X de rayos X» (Tusquets), escrita por la popular Sue Grafton, se revela como una novela de detectives, la cual narra con maestría un caso complejo y apasionante en torno a un asesino en serie.

Aquí te dejamos un extracto de su primer capítulo:

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Mi vida profesional se encontraba en el mismo estado, cosa que siempre es preocupante cuando tu sustento económico depende únicamente de ti. Trabajar por cuenta propia tiene sus pros y sus contras. La parte buena es la libertad. Puedes ir a trabajar cuando te plazca, volver a casa cuando te apetezca y vestir como se te antoje. Si aún te quedan facturas por pagar, puedes aceptar un nuevo trabajo o rechazarlo. Tú decides. La parte mala es la incertidumbre: unas veces estás hasta el cuello de trabajo, mientras que otras no te llega ni un encargo, situación que no todo el mundo es capaz de sobrellevar.

Me llamo Kinsey Millhone. Soy investigadora privada y propietaria de la agencia Investigaciones Millhone. Soy mujer, tengo treinta y ocho años, me he divorciado dos veces y no tengo hijos. Y así pienso seguir mediante el uso escrupuloso de las píldoras anticonceptivas. Pese a la escasez de nuevos clientes tenía una porrada de dinero en el banco, por lo que podía permitirme estar de brazos cruzados hasta que volvieran a encargarme algún caso. Mi cuenta corriente había engordado gracias a la cantidad inesperada de dinero que me cayó del cielo hacía unos seis meses. Invertí casi todo el dinero en fondos, y metí lo que sobraba en un depósito que consideraba <<intocable>>. Al enterarse de mi golpe de suerte, mis amigos pensaron que estaba loca de atar. <<Olvídate del trabajo. ¿Por qué no viajas y disfrutas de la vida?>>

No me tomé en serio la pregunta. A mi edad, la jubilación está más que descartada, e incluso un periodo de inactividad temporal me habría sacado de quicio. Es cierto, podría haber cubierto mis gastos durante meses y aún me quedaría dinero suficiente para hacer un lujoso viaje al extranjero, de no ser por los siguientes impedimentos:

  1. Soy una tacaña de mucho cuidado.
  2. No tengo pasaporte, porque nunca lo he necesitado. Aunque fui a México hace varios años, en aquella época para cruzar la frontera bastaba con mostrar algún documento que acreditara la nacionalidad estadounidense»

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Un caso complejo y apasionante en torno a un asesino en serie.

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