Vestigios de Hugh Howey

Juliette le pedía lo imposible y la culpa era tan suya como de él. ¿Acaso le importaban a ella las personas que estaban envenenando en su contra dos veces por domingo? ¿O cualquiera de los desconocidos que la habían elegido para que los dirigiera?

-Yo no quería el puesto –dijo a Lukas.

Pero le costó disimular la culpabilidad de su voz. Eran otros los que habían querido que fuese alcaldesa, no ella. Aunque ya no tantos como antes, al parecer.

-Yo tampoco sabía para qué estaban preparándome como sombra –repuso Lukas.

Hizo además de añadir algo, pero se contuvo al ver que un grupo de mineros salía de la sala del generador levantando una nube de polvo con las botas.

-¿Ibas a decir algo más? –preguntó ella.

-Iba a pedirte que si de verdad tienes que perforar, lo hagas en secreto. O deja que lo hagan esos hombres y vuelve a…

Se tragó el resto de la frase.

-Si ibas a decir que vuelva a casa, ésta es mi casa. ¿De verdad no somos mejores que nuestros predecesores? ¿Ya estamos mintiéndole a la gente? ¿Conspirando?

-Puede que seamos aún peores –respondió él -. Lo único que hicieron ellos fue mantenernos con vida.

Juliette se echó a reír al oír esto.

-¿A nosotros? Intentaron mandarnos ahí afuera a morir.

Lukas suspiró.

-Me refiero a todos los demás. Hicieron lo que hicieron para mantener con vida a los demás. –Pero no pudo contenerse y al ver que ella seguía riéndose, sonrió a su pesar. Juliette convirtió las lágrimas de sus mejillas en lodo al tratar de limpiárselas.

-Dame unos cuantos días más aquí abajo –dijo. No era una petición; era una concesión-. Déjame comprobar al menos si tenemos los medios necesarios para perforar. Luego volveré a subir para besar bebés y enterrar cadáveres… aunque no en ese orden, claro.

Extracto de Vestigios de Hugh Howey

Vestigio

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Todo principio tiene un final

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