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«El libro de la risa y el olvido» Una novela ya clásica en torno al olvido, el erotismo y el humor.

Lee un extracto del primer capítulo del libro de Milan Kundera «El libro de la risa y el olvido».

Primera parte.

«Las cartas perdidas.

En febrero de 1948, el líder comunista Klement Gottwald salió al balcón de un palacio barroco de Praga para dirigirse a los cientos de miles de ciudadanos que llenaban la plaza de la Ciudad Vieja. Aquél fue un momento crucial en la historia de Bohemia. Un momento fatidico.

Gottwald estaba rodeado por sus camaradas y justo a su lado estaba Clementis. La nieve revoloteaba, hacía frío y Gottwald tenía la cabeza descubierta. Clementis, siempre tan atento, se quitó su gorro de pieles y se lo colocó en la cabeza a Gottwald.

El departamento de propaganda difundió en cientos de miles de ejemplares la fotografía del balcón desde el que Gottwald, con el gorro en la cabeza y los camaradas a su lado, habla al pueblo. En ese balcón comenzó la historia de la Bohemia comunista. Hasta el último niño conocía aquella fotografía por haberla visto en los carteles de propaganda, en los manuales escolares o en los museos.

Cuatro años más tarde a Clementis lo acusaron de traición y lo colgaron. El departamento de propaganda lo borró inmediatamente de la historia y, por supuesto, de todas las fotografías. Desde entonces Gottwald está solo en el balcón. En el sitio en que estaba Clementis aparece solo la pared vacía del palacio. Lo único que quedó de Clementis fue el gorro en la cabeza de Gottwald.

Estamos en 1971 y Mirek dice: La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido.

Quiere justificar así lo que sus amigos llaman imprudencia: lleva cuidadosamente su diario, guarda la correspondencia, toma notas de todas las reuniones en las que analizan la situación y discuten sobre lo que se puede hacer. Les explica: No hago nada que esté en contra de la Constitución. Esconderse y sentirse culpable sería el comienzo de la derrota.

Hace una semana, cuando trabajaba con su cuadrilla en el techo de un edifico en construcción, miró hacía abajo y le dio un mareo. Se tambaleó y se cogió de una viga que estaba suelta. La viga se desprendió y le cayó encima. En un primer momento la herida parecía terrible, pero cuando comprobó que se trataba de una simple rotura de brazo pensó con satisfacción que iba a tener un par de semanas de descanso y que por fin iba a poder ocuparse de las cosas para las que hasta el momento no había tenido tiempo.

Por fin les dio la razón a los compañeros más prudentes. Es verdad que la constitución garantiza la libertad de expresión, pero las leyes castigan todo lo que pueda ser definido como atentado contra la seguridad del Estado.

Uno nunca sabe cuándo va a empezar a gritar el Estado que tal o cual palabra atenta contra su seguridad. Por eso se decidió, finalmente, a llevar los escritos comprometedores a un lugar más seguro.

Pero antes quiere arreglar el asunto de Zdena. Lo llamó a la ciudad donde vive , a unos cientos de kilómetros de Praga, pero no consiguió comunicarse. Así perdió cuatro días. Ayer por fin logró hablar con ella. Le prometió que hoy por la tarde lo esperaría.

El hijo de Mirek, que tiene diecisiete años, se opuso a que Mirek condujese con el brazo escayolado. Y, efectivamente, no fue fácil conducir. El brazo herido, en cabestrillo, se balanceaba delante de su pecho, impotente e inservible. Para cambiar las velocidades, tenía que soltar por un momento el volante.

Tuvo relaciones con Zdena hace veinticinco años y solo le quedaron de ella, de aquella época, algunos recuerdos.

Una vez ella llegó a la cita sécandose las lagrimas con un pañuelo y lloriqueando. Él le preguntó qué le pasaba. Le explico que la noche anterior había muerto una gran personalidad rusa. Un tal Zhdanov, Arbuzov o Masturbov.

Considerando la cantidad de lágrimas, la muerte de Maturbov le había afectado más que la muerte de su propio padre.

¿Es posible que aquello hubiera ocurrido? ¿No será el llanto por Masturbov solo un invento de su rencor actual? No, seguro que ocurrió. Claro que las circunstancias inmediatas que hacían entonces de su llanto un llanto creíble y real, ahora ya se le escapaban y el recuerdo se había convertido en algo tan improbable como una caricatura.

Todos los recuerdos que tenía de ella eran del mismo tipo. Volvían una vez en tranvía de la casa en que por primera vez habían hecho el amor (Mirek comprobaba con especial satisfacción que había olvidado por completo  aquellas escenas amorosas y que era incapaz de rememorar ni siquiera un solo segundo). Más robusta, más grande que él (él era pequeño y frágil), estaba sentada en una esquina del asiento, el tranvía traqueteaba y su cara estaba como ensombrecida, ensimismada, curiosamente envejecida. Cuando le preguntó por qué estaba tan callada se enteró de que no había quedado satisfecha con la forma en que le había hecho el amor,. Le dijo que le había hecho el amor como un intelectual.

Intelectual era, en el lenguaje político de aquella época, un insulto. Designaba a las personas que no comprendían el sentido de la vida y estaban alejados del pueblo.

Todos los comunistas que por entonces fueron colgados por otros comunistas se vieron obsequiados con este insulto. A diferencia de aquellos que estaban firmes sobre la tierra, éstos, al parecer, flotaban por los aires. Por eso fue en cierto modo justo que los castigasen quitándoles definitivamente la tierra de debajo de los pies y que quedasen colgando un poco por encima de ella.

Pero ¿qué era lo que quería decir Zdena cuando lo acusaba de que hacía el amor como un intelectual?

En cualquier caso, no había quedado satisfecha de él, y de la misma manera en que era capaz de colmar la relación más abstracta (su relación con el desconocido Masturbov) con el sentimiento más concreto (materializado en forma de lágrimas), sabía también dar significado abstracto al acto más concreto y dar a su insatisfacción una denominación política.

Mira por el espejo retrovisor y se da cuenta de que tiene detrás siempre el mismo coche. Nunca dudó de que lo seguían, pero hasta ahora lo habían hecho con una discreción perfecta. Hoy ha habido un cambio sustancial: quieren que sepa que lo siguen.

A unos veinte kilómetros de Praga hay una gran valla en medio del campo y detrás de la valla un taller mecánico. Tiene allí un amigo y quiere que le cambie el arranque, que funciona mal. Detuvo el coche frente a la entrada, cerrada por una barrera a rayas rojas y blancas. Junto a la barrera estaba una vieja gorda. Mirek pensó que iba a abrir la barrera, pero ella se quedó mirándole, sin hacer el menor movimiento. Tocó  el claxon, pero sin resultado. Sacó la cabeza por la ventanilla. La vieja dijo:

-¿Aún no lo han metido en la carcel?

-No, aún no me han metido en la cárcel -contestó Mirek-. ¿Podría levantar la barrera?

Se quedó mirándolo impasible durante unos largos segundos y luego bostezó y se metió en la portería. Se aposentó detrás de la mesa y ya no volvió a mirarlo.

Bajó del coche, pasó junto a la barrera y entró en el taller a buscar a su amigo el mecánico. Éste le acompañó y levantó la barrera (la vieja seguía impasible en la portería con la misma mirada ausente) para que pudiera entrar con el coche en el patio.

-¿Ves?, eso te pasa por haber salido tanto en televisión -dijo el mecánico-. Todas las viejas te conocen de vista.

.¿Y quién es? -pregunto Mirek, y se enteró de que la invasión del ejército ruso, que había ocupado Bohemia e imponía su influencia en todas partes, había despertado en ella una vitalidad poco corriente. Vio a personas que estaban situadas por encima de ella (y todo el mundo estaba situado por encima de ella) a las que la menor acusación les quitaba el poder, la posición, el empleo y hasta el pan, y eso la excitó: empezó a delatar por su cuenta.

-¿Y cómo es que sigue de portera? ¿Ni siquiera la ascendieron?

El mecánico se sonrió:

-No sabe contar hasta diez. No la pueden ascender. Lo único que pueden es confirmarle su derecho a denunciar. Ésa es toda la retribución  -levantó el capó y se puso a revisar el motor.

En ese momento Mirek se dio cuenta de que a su lado, a dos pasos de distancia, había un hombre. Se volvió hacía él: llevaba puesta una chaqueta gris, una camisa blanca con corbata y pantalones marrones. Sobre el cuello grueso y la cara hinchada se rizaba el pelo canoso ondulado de permanente. Estaba de pie mirando al mecánico agachado bajo el capó.

Al cabo de un rato el mecánico  se dio cuenta de su presencia, se levantó y dijo:

-¿Busca a alguien?

El hombre del cuello grueso y la cara hinchada contestó:

-No. No busco a nadie.

El mecánico volvió a agacharse sobre el motor y dijo:

-En la plaza de Wenceslao. en Praga, hay un hombre vomitando. Otro hombre pasa a su lado, lo mira y hace un triste gesto afirmativo con la cabeza: <<Le acompaño en el sentimiento…>>.

El asesinato de Allende eclipsó rápidamente el recuerdo de la invasión de Bohemia por los rusos, la sangrienta masacre de Bangladesh hizo olvidar a Allende, el estruendo de la guerra del Sinaí, etcétera, etcétera, etcétera, hasta el más completo olvido de todo por todos.

En las épocas en las que la historia avanzaba aún lentamente, los escasos acontecimientos eran fáciles de recordar y formaban un escenario bien conocido, delante del cual se desarrollaba el palpitante teatro de las aventuras privadas de cada cual. Hoy el tiempo va a paso ligero. Un acontecimiento histórico, que cayó en el olvido al cabo de la noche, resplandece a la mañana siguiente con el rocío de la novedad, de modo que no constituye en la versión del narrador un escenario, sino una sorprendente aventura que se desarrolla en el segundo plano de la bien conocida banalidad de la vida privada de la gente.

La historia se evapora de la memoria y tengo que relatar hechos que sucedieron hace unos pocos años como si hubieran transcurrido hace más de mil: en el año 1939, el ejército alemán, entró en Bohemia y el Estados de los checos dejó de existir. En el año 1945 entró en Bohemia el ejército ruso y el país volvió a llamarse república independiente. La gente estaba entusiasmada con Rusia, que había expulsado del país a los alemanes y como veía en el Partido Comunista checo el fiel aliado de Rusia, le transfirió sus simpatías. Así fue como los comunistas no se apoderaron del gobierno en febrero de 1948 por la sangre y la violencia, sino en medio del júbilo de aproximadamente la mitad de la nación. Y ahora presten atención: aquella mitad que se regocijaba era las más activa, la más lista y la mejor.

Ustedes digan lo que quieran, pero los comunistas eran más listos. Tenían un programa grandioso. Un plan para construir un mundo completamente nuevo en el que todos encontrarían su lugar. Los que estaban contra ellos no tenían ningún sueño grandioso, sino tan solo un par de principios morales, gastados y aburridos, con los que pretendían coser unos remiendos para los pantalones rotos de la situación existente. Por eso no es extraño que los entusiastas y los valientes triunfaran fácilmente sobre los conciliadores y los cautelosos y comenzaran rápidamente a hacer realidad su sueño, aquel idilio justiciero para todos.

Lo subrayo una vez más: idilio y para todos, porque todas las personas desde siempre anhelan lo idílico, anhelan aquel jardín en el que cantan los ruiseñores, el territorio de la armonía en el que el mundo no se yergue como algo extraño contra el hombre ni el hombre contra los demás, en el que por el contrario el mundo y todas las personas están hechos de una misma materia. Todos son allí notas de una maravillosa fuga de Bach, y los que no quieren serlo no son más que puntos negros, inútiles y carentes de sentido, a los que basta con coger y aplastar entre las uñas como una pulga.

Desde el comienzo hubo gente que se dio cuenta de que no servía para el idilio y que quiso irse del país. Pero como la esencia del idilio consiste en ser un mundo para todos, los que quisieron emigrar se mostraron como impugnadores del idilio y en lugar de irse al extranjero acabaron entre rejas. Pronto los siguieron otros miles y decenas de miles y finalmente muchos comunistas, como por ejemplo el ministro de Asuntos Exteriores, Clementis, que le había prestado una vez su gorro a Gottwald. En las pantallas de los cines los tímidos amantes se cogían de la mano, la infidelidad matrimonial se castigaba severamente en los tribunales de honor compuestos por simples ciudadanos, los ruiseñores cantaban y el cuerpo de Clementis se balanceaba como una campana que llama al nuevo amanecer de la humanidad.

Y entonces fue cuando aquella gente joven, lista y radical tuvo de repente la extraña impresión de que sus propios actos se habían ido a recorrer el vasto mundo y habían comenzado a vivir su propia vida, habían dejado de parecerse a la imagen que de ellos tenía aquella gente, sin ocuparse de quienes les habían dado el ser. Aquella gente joven y lista comenzó entonces a gritarle a sus actos, a llamarlos, a reprocharles, a intentar darles caza y a perseguirlos. Si escribiese una novela sobre la generación de aquella gente capaz y radical, le pondría como título La persecución del acto perdido.

El mecánico cerró el capo y Mirek le preguntó cuánto le debía.

-Una mierda -dijo el mecánico.

Mirek se sienta al volante y está conmovido. No tiene la menor gana de seguir su camino. Preferiría quedarse con el mecánico escuchando historias curiosas. Él mecánico se inclinó hacia él y le dio una palmada en el hombro. Después se dirigió a la portería a levantar la barrera.

Cuando Mirek pasó a su lado, el mecánico le señalo con un movimiento de cabeza el coche aparcado frente a la entrada del taller.

Inclinado junto a la puerta abierta del coche estaba el hombre del cuello grueso y el pelo ondulado. Contemplaba a Mirek. El que estaba sentado al volante también los observaba. Los dos lo miraban con descaro y sin el menor asomo de vergüenza y Mirek, al pasar a su lado, se esforzó por mirarlos del mismo modo.

Los adelantó y vio en el espejo retrovisor al hombre entrando en el coche y al coche dando la vuelta para poder seguirlo.

Pensó que debería haberse desecho ya antes de esos papeles tan comprometedores para él y sus amigos. Si lo hubiese hecho el primer día de su accidente y no hubiera esperado a localizar a Zdena. En realidad, hace ya varios años que piensa en eso. Pero en las últimas semanas tiene la sensación de que ya no puede seguir postergándolo, porque su destino se acerca a toda prisa a su fin y hay que hacer todo lo posible por que sea perfecto y hermoso.

En aquellas épocas lejanas en que rompió con ella, lo embriagó una sensación de libertad inmensa y de repente todo empezó a salirle bien. Pronto se casó con una mujer cuya belleza forjo su seguridad en sí mismo. Luego aquella beldad murió y él quedó solo con su hijo en una especie de abandono coqueto que le traía la admiración, el interés y los cuidados de muchas otras mujeres.

Tuvo también mucho éxito como científico y ese éxito lo protegía. El estado lo necesitaba y él podía permitirse ciertos sarcasmos con respecto al Estado en una época en la que casi nadie se atrevía  aún a hacer tal cosa. Poco a poco, a medida que aquellos que iban en persecución de sus propios actos obtenían cada vez más influencia, él aparecía cada vez con mayor frecuencia en la pantalla de televisión, hasta convertirse en una personalidad conocida.

Cuando, tras la llegada de los rusos, se negó a retractarse de sus convicciones, lo echaron del trabajo y lo rodearon de policías de paisano. No se derrumbó. Estaba enamorado de su propio destino y le parecía que incluso su marcha hacia la perdición era sublime y hermosa.

Entiéndame bien, no he dicho que estuviese enamorado de sí mismo, sino de su destino. Se trata de dos cosas bien distintas. Era como si su vida se hubiera independizado y tuviera de repente sus propios intereses, que no eran iguales a los de Mirek. Esto es lo que quiero señalar cuando digo que su vida se convirtió en destino. El destino no tenía la intención de mover un dedo por por Mirek (por su felicidad, su seguridad su buen estado de ánimo y su salud) y en cambio Mirek está preparado para hacer todo lo que haga falta por su destino (por su grandeza, su claridad, su belleza, su estilo y su sentido inteligible).  Él se siente responsable de su destino, pero su destino no se siente responsable por él.

Tenía con respecto a su vida la relación que tiene el escultor con la escultura o el novelista con la novela. Uno de los derechos inalienables del novelista es de reelaborar su novela. Si no le gusta el comienzo, puede cambiarlo o tacharlo. Pero la existencia de Zdena le negaba a Mirek ese derecho de autor. Zdena insistía en quedarse en las primeras páginas de la novela y en no dejarse tachar.

Pero ¿por qué se avergüenza tanto de ella?

La explicación más fácil es la siguiente: Mirek fue desde muy pronto uno de aquellos que salieron a perseguir a sus propios actos, mientras que Zdena sigue siendo fiel al jardín en el que cantan los ruiseñores. Últimamente pertenece incluso a ese dos por ciento  de la nación que dio la bienvenida a los tanques rusos.

Eso es cierto, pero no me parece que esta explicación sea convincente. Si solo se tratase de que les dio la bienvenida a los tanques rusos, Mirek despotricaría contra ella públicamente y en voz alta y no negaría haberla conocido.

Pero Zdena le había hecho algo mucho peor. Era fea.

¿Y qué importancia tenía que fuesé  fea, si hacía más, si hacía más de veinte años que no se había acostado con ella?

Eso era importante: la nariz grande de Zdena proyectaba, aun a distancia, una sombra sobre su vida.

Hace años tuvo una amante guapa. En una ocasión, su amante visitó la ciudad de Zdena y volvió disgustada: <<Por favor. ¿cómo has podido salir con esta tía tan fea?>>.

Él dijo que la había conocido muy superficialmente y negó decididamente que hubieran tenido relaciones intimas.

Y es que el gran secreto de la vida no le era desconocido: las mujeres no buscan hombres hermosos. Las mujeres buscan hombres que han tenido mujeres hermosas. Por eso, tener una amante fea es un error fatal. Mirek intentaba borrar todas las huellas de Zdena y, dado que los partidarios de los ruiseñores lo odiaban cada vez más, tenía la esperanza de que Zdena, que se esforzaba en hacer carrera como funcionaria del partido, se olvidara de él rápidamente y por voluntad propia.

Pero se engañaba. Hablaba de él siempre, en todas partes y en cualquier oportunidad. Cuando por desgracia la encontraba la encontraba en compañía de otra gente, ella se apresuraba a hacer valer, costase lo que costase, algún recuerdo que dejase en evidencia que en otro tiempo lo había conocido íntimamente.

Se ponía furioso.

-Si la odias tanto a la tía esa, dime por qué anduviste con ella -le preguntó una vez un amigo suyo que la conocía.

Mirek comenzó a explicarle que entonces era un niño tonto de veinte años y que ella era mayor que él. ¡Era respetada, admirada, todopoderosa! ¡Conocía a todo el mundo en el comité central del partido! ¡Le ayudaba, lo empujaba hacía delante, le presentaba a gente influyente!

-¡Quería hacer carrera, gilipollas! -gritó-: ¡Por eso me pegué a ella y me dio lo mismo que fuese horrible!

Mirek no dice la verdad. Zdena era de su misma edad.

Pese a que lloraba la muerte de Masturbov, Zdena no tenía entonces ninguna influencia seria y no podía decidir ni su propia carrera política ni la de nadie.

Y entonces, ¿por qué se lo inventa? ¿Por qué miente?

Con una mano sostiene el volante, en el retrovisor ve el coche de los de la social y de repente se sonroja. Se ha a acordado de algo de la forma más imprevista.

Después de la primera vez que hicieron el amor, cuando le dijo que se había comportado como un intelectual, él intentó, al día siguiente, corregir la mala impresión y manifestar una pasión espontánea y desatada. ¡No, no es verdad que se haya olvidado de todas las veces que se acostaron! Esta escena la ve ahora delante de él con absoluta claridad: se movía encima de ella con un salvajismo fingido, emitiendo una especie de gruñido prolongado, como el de un perro de lucha contra la zapatilla de su amo, viéndola (con un cierto asombro) acostada debajo de él, tranquila, callada y casi indiferente.

En el coche resonaba aquel gruñido de hace veinticinco años, el insufrible sonido de su dependencia y su servil empeño, el sonido de su complacencia y su adaptabilidad, de su ridiculez y su miseria.

Así es: Mirek está dispuesto a acusarse de arribista con tal de no aceptar la verdad: estuvo liado con una tía fea porque no se atrevía a intentar ligarse a una guapa. No se creía capaz de conseguir nada mejor que Zdena, Aquella debilidad, aquella miseria, ése era el secreto que ocultaba.

En el coche resonaba el furioso gruñido de la pasión, y aquel sonido era la prueba de que Zdena era solo un retrato mágico contra el que pretendía disparar para destruir en él su propia aborrecida juventud.

Se detuvo delante de la casa de ella. El coche que lo seguía paró también.

Los acontecimientos históricos se imitan, por lo general, con escaso talento unos a otros,  pero me parece que en Bohemia la historia puso en escena un experimento fuera de lo corriente. Allí no se levantó, siguiendo las viejas recetas, un grupo de personas (una clase, una nación) contra otro, sino que unas personas (una generación de hombres y de mujeres) se levantaron contra su propia juventud.

Se esforzaron por dar caza y domar a sus propios actos y por poco lo consiguen. Durante los años sesenta obtuvieron una influencia cada vez mayor y a comienzos de1968 tenían ya casi toda la influencia. A este último periodo se le suele llamar la << Primavera de Praga>>: los guardianes del idilio tuvieron que desmontar los micrófonos de las casas particulares, las fronteras se abrieron  y las notas se escaparon de la partitura de la gran fuga de Bach, cantando cada una por su cuenta. ¡Fue una alegría increíble, fue un carnaval!

Rusia, que escribe la gran fuga para todo el globo terráqueo, no podía permitir que en algún sitio se le escapasen las notas. El 21 de agosto de 1968 mandó mandó a Bohemia medio millón de soldados. Inmediatamente abandonaron el país unos 120.000 checos y, de los que se quedaron, unos 50.000 tuvieron que irse de sus trabajos a talleres perdidos en medio del campo, a las cadenas de producción de las fábricas del interior, a los volantes de los camiones, es decir, a sitios desde los cuales ya nunca nadie oirá su voz.

Y para que ni siquiera una sombra del mal del mal recuerdo pudiese distraer al país de su nuevamente renovado idilio, tanto la Primavera de Praga como la llegada de los tanques rusos, esa mancha en la belleza de la historia, tuvieron que ser convertidas en nada. Por eso hoy nadie se ocupa de recordar en Bohemia el aniversario del 21 de Agosto, y los nombres de las personas que se levantaron contra su propia juventud son borrados cuidadosamente de la memoria del país como un error en los deberes de un colegial.

A Mirek también lo borraron de este modo. Si ahora sube por la escalera hacia la puerta de Zdena, se trata de una mancha blanca, no es más que un trozo delimitado de vacío que asciende por la espiral de la escalera.

Está sentado frente Zdena, el brazo le cuelga del cabestrillo. Zdena mira hacia un lado, evita sus ojos y habla con precipitación:

-No sé por qué has venido. Pero estoy contenta de que estés aquí. He hablado con los camaradas. No tiene sentido que termines tu vida como peón en la construcción. Yo sé que el partido aún no te ha cerrado las puertas. Aún estás a tiempo,

Él preguntó qué era lo que tenia que hacer.

-Tienes que pedir una entrevista. Tú mismo. Tienes que ser tú el que de el primer paso.

Sabía de qué iba la cosa. Le dan a entender que aún le quedan los últimos cinco minutos para declarar públicamente que se retracta de todo lo que dijo e hizo. Conoce este tipo de negocio. Están dispuestos a venderle su futuro a cambio de su pasado. Quieren obligarlo a hablar con voz compungida en televisión y a explicar a la nación que se equivocó al hablar contra Rusia y los ruiseñores. Quieren obligarlo a desechar su vida ya convertirse en una sombra, un hombre sin pasado, un actor sin papel, a convertir también en una sombra de su propia vida desechada, el papel abandonado por el actor. Así, convertido en una sombra, lo dejarían vivir.

Se fija en Zdena: ¿Por qué habla con tanta precipitación y tan insegura? ¿Por qué mira hacía un lado y evita su mirada?

Está todo demasiado claro: le ha tendido una trampa. Habla en nombre del partido o de la policía. Le han encargado que lo convenza para que se rinda.

¡Pero Mirek se equivoca! Nadie le ha encargado a Zdena que negocie con él. No, hoy ya ninguno de los poderosos recibiría a Mirek, por mucho que rogase. Ya es tarde.

Y Zdena le aconseja, sin embargo, que haga algo para su propio bien y afirma que se lo han dicho  los camaradas de la dirección, no en más que un deseo impotente y confuso de ayudarle de algún modo. Y si habla tan apresuradamente y evita su mirada no es porque tenga en las manos un trampa preparada, sino porque tiene las manos completamente vacías.

¿la comprendió alguna vez Mirek? 

Siempre pensó que Zdena era tan furiosamente al partido porque era una fanática.

No era así. Fue fiel al partido porque amaba a Mirek. Cuando el la abandonó, lo único que ella quería era demostrar que la fidelidad es un valor que está por encima de todos los demás. Quería demostrar que él era infiel en todo y ella en todo fiel. Lo que parecía fanatismo político era solo un pretexto una parábola, un manifiesto de fidelidad, el reproche secreto de un amor traicionado.

Me imagino como se despertó una mañana de agosto, con el horrible ruido de de los aviones, Salió corriendo a la calle y la gente excitada le dijo que el ejercito ruso había ocupado Bohemia. ¡Estalló en una risa histérica! Los tanques rusos habían venido a castigar a todos los infieles.

¡Por fin podrá presenciar la perdición de Mirek! ¡Por fin lo verá de rodillas! Por fin podrá inclinarse sobre él -ella, que sabe lo que es la fidelidad- y ayudarle.

Mirek se decidió a interrumpir brutalmente una conversación que iba por mal camino: 

-Hace tiempo te mandé un montó de cartas. Me gustaría llevarmelas.

Levantó la cabeza sorprendida:

-¿Cartas?

-Sí, mis cartas. Tengo que haberte mandado más de cien.

-Sí, tus cartas ya  sé -dice, y de repente ya no rehúye a su mirada y lo mira fijamente a los ojos. Mirek tiene la incómoda sensación de que le ve hasta el fondo del alma y de que sabe perfectamente lo que quiere y por qué lo quiere- . Tus cartas, sí, tus cartas -repite-. no hace mucho que he vuelto a leerlas. Me pregunto cómo es posible que hayas sido capaz de semejante explosión de sentimientos.

Y vuelve a repetir varias veces esas palabras, explosión de sentimientos, y no las dice con rapidez ni precipitación, sino lenta y meditadamente, como si apuntase a un objetivo que no quiere errar, y no le quita los ojos de encima, como si quisiese comprobar si ha dado en el blanco.

Junto al pecho se balancea el brazo escayolado y las mejillas le arden como si hubiera recibido un bofetada.

Si, claro tus cartas han tenido que ser terriblemente sentimentales. ¡Tenía que demostrar a cualquier precio que no era la debilidad y la miseria sino el amor lo que le ataba a ella! Y solo una pasión inmensa podría justificar una relación con una mujer tan fea.

-Me escribiste que era tu compañera de lucha, ¿te acuerdas?

Se pone más colorado aún si cabe. La infinitamente ridícula palabra lucha. ¿Cuál era su lucha? Se pasaban la vida sentados en reuniones interminables, tenían ampollas en el trasero, pero en el momento que se levantaban para manifestar una opinión muy radical (es necesario castigar aún más al enemigo de clase, hay que formular de un modo aún más inflexible tal o cual idea) les daba la impresión de que parecían personajes de escenas heroicas: él cae al suelo, con una pistola en la mano y una herida sangrante en el brazo y ella, con otra pistola en la mano, sigue hacía adelante, hasta donde él no fue capaz de llegar.

Él tenía entonces la piel llena de tardías erupciones puberales y para que no se notase se ponía en la cara la máscara de la rebelión. Les contaba a todos que había roto con su padre, que era un campesino rico. Al parecer, había escupido en la cara a las tradiciones seculares del campo, atadas a la tierra y a la propiedad. Contaba la escena de la disputa y el dramático abandono de la casa. Todo mentira. Cuando hoy mira hacía atrás, no ve más que leyendas y mentiras.

-Entonces eras otro hombre – dice Zdena .

Y él se imagina que se lleva las cartas. Se para junto al cubo de basura más cercano, coge el paquete con prudencia, con dos dedos , como si fuese un papel manchado de mierda, y lo tira a la basura.

-¿Para qué te sirven las cartas? -le preguntó-. ¿Para que las quieres?

No podia decirle que para tirarlas al cubo de la basura,.

Puso una voz melancólica y comenzó a contarle que estaba en la edad de volver la vista hacía atrás.

(Se sintió incomodo al decirlo, le pareció que su fábula era poco convincente y sintió vergüenza.)

Sí, mira hacía atrás, porque ya se ha olvidado de cómo era cuando era joven. Se da cuenta de que ha fracasado . Por eso quisiera saber de dónde salió para comprender mejor en qué punto cometió el error. Por eso quiere volver a su vieja correspondencia, en la cual está el secreto de su juventud, de sus comienzos y de sus raíces.

Ella hizo un gesto negativo con la cabeza:

-No te las daré nunca.

-Solo quiero que me las prestes -mintió.

Ella siguió negando con la cabeza.

En algún sitio de aquella casa, pensó en él, están sus cartas y puede dárselas a leer en cualquier momento a cualquiera. Le resultaba insoportable la idea de que un pedazo de su vida quedara en manos de Zdena y tenía ganas de pegarle en la cabeza con el pesado cenicero cristal que estaba en la mesa en medio de los dos y llevarse las cartas. En lugar de eso le explicó una vez más que quería volver la vista atrás y saber de donde había partido.

Levantó la vista hacía él y lo hizo callar con una mirada :

-Nunca te las daré. Nunca.

Cuando lo acompañó hasta la puerta de la calle, los dos coches estaban aparcados, uno tras otro, frente a la casa de Zdena. Los de la social se paseaban por la acera de enfrente. En ese momento se detuvieron y se quedaron mirándolos.

Se los señaló:

-Esos dos señores me siguen durante todo el camino.

-¿De verdad? -dijo ella con desconfianza y en su voz se notó un tono irónico artificialmente forzado-: ¿Todo el mundo te persigue?

¿Cómo puede ser tan cínica y decirle en la cara que los dos hombres que la observan de forma ostentativa descarada son solo transeúntes casuales?

No hay más que una explicación. Juega al mismo juego que ellos. Un juego que consiste en que todos ponen cara de que la policía secreta no existe y de que no persigue a nadie.

Mientras tanto, los sociales cruzaron la carretera y se sentaron en su coche seguidos por las miradas de Mirek y Zdena.

-Que te vaya bien -dio Mirek , y ya no volvió a mirarla. Se sentó al volante. En el espejo vio el coche de los policías que le seguía. A Zdena no la vio. No quiso verla. No quería verla nunca más.

Por eso no vio que se había quedado en la acera de durante un largo rato, siguiéndolo con la mirada. Tenía cara de susto.

No, no era cinismo el negarse a ver a dos de la social en los hombres de la acera de enfrente. Era miedo ante algo que iba más allá de su alcance. Quiso esconder la verdad ante él y ante sí misma.

Entre su coche y el de los hombres de la social apareció de repente un automóvil deportivo rojo, conducido por un chofer salvaje. Mirek pisó el acelerador. Estaban llegando a una ciudad pequeña. Entraron en una curva. Mirek se dio cuenta de que en ese momento sus perseguidores no lo veían y dobló hacía una calle secundaria. Los frenos chirriaron y un niño que quería cruzar la calle apenas tuvo tiempo de saltar hacía un lado. Por el retrovisor vio pasar por la carretera principal al coche rojo. Pero el coche de los perseguidores todavía no había llegado. Consiguió doblar rápidamente por otra calle y desaparecer así de su vista definitivamente.

Salió de la ciudad por una carretera que iba en una dirección completamente distinta. Miró hacía atrás por el retrovisor . Nadie lo seguía, la carretera estaba vacía.

Se imagino a los pobres de la social buscándolo , con miedo de que el comisario les eche la bronca. Se rió en voz alta. Disminuyó la velocidad y miró el paisaje. Siempre iba a alguna parte a resolver y a discutir algo, de manera que el espacio del mundo se había convertido para él solo en algo negativo, en una pérdida de tiempo, en un obstáculo que frenaba su actividad.

A corta distancia se inclinan lentamente hacía el suelo dos barreras a rayas blancas y rojas. Se detiene.

De repente siente que está inmensamente cansado. ¿Por qué fue a casa de ella? ¿Por qué quería que le devolviese las cartas?

Todo lo absurdo, lo ridículo y lo pueril de su viaje se le viene encima. No lo había hasta allí ningún propósito o un interés práctico, sino tan solo un deseo invencible. El deseo de llegar con la mano hasta muy lejos en el pasado y pegar un puñetazo. El deseo de apuñalar la imagen de su juventud. Un deseo apasionado que era incapaz de controlar y que iba a quedar ya insatisfecho.

Se sentía tremendamente cansado. Probablemente ya no iba a poder sacar de su casa los escritos comprometedores. Todo terminará mal. Le siguen los pasos y ya no lo soltarán. Es tarde. Si, ya es tarde para todo.

A lo lejos oyó el jadeo del tren. Junto a la caseta estaba una mujer con un pañuelo rojo en la cabeza. El tren llegó, un tren lento de pasajeros; a una de las ventanas se asomaba un viejo con una pipa y escupía hacía afuera. Después sonó la campana de la estación y la mujer del pañuelo rojo fue hacía las barreras y dio vueltas a la manivela. Las barreras se levantaron y Mirek puso el coche en marcha. Entró en un pueblo que no era más que una sola calle interminable y al final de la calle estaba la estación: una casa pequeña, baja y blanca, a su lado un cerco de madera a través del cual se veían el anden y las vías.

Las ventanas de la estación están adornadas con tiestos con begonias. Mirek paró el coche. Está sentado al volante mirando la casa, la ventana y las flores rojas. De un remoto tiempo olvidado le llega la imagen de otra casa blanca cuyas cornisas si enrojecían con las flores de las begonias. Es un pequeño hotel en un pueblecito de montaña durante las vacaciones de verano. En la ventana, entre las flores aparece una gran nariz. Y Mirek, Con sus veinte años, mira hacía arriba a esa nariz y siente dentro de sí un amor inmenso.

Quiere apretar rápidamente el acelerador y huir de ese recuerdo. Pero yo no me dejo engañar esta vez y llamo de vuelta a ese recuerdo para retenerlo. Repito: en la ventana, entre las begonias, está la cara de Zdena con su enorme nariz y Mirek siente dentro de sí un amor inmenso.

¿Es posible?

Claro. ¿Por qué no iba a serlo? ¿No puede un chico débil sentir un amor verdadero por una chica fea?

Le cuenta como se rebeló contra el padre reaccionario, ella despotrica contra los intelectuales , tienen ampollas en el trasero y se cogen de la mano. Van a las reuniones denuncian a sus conciudadanos, mienten y se aman. Ella llora la muerte de Masturvob, él gruñe como un perro sobre ella y no pueden vivir el uno sin el otro.

La borró de la fotografía de su vida, no porque no la hubiese amado, sino, precisamente, porque la quiso. La borró junto con el amor que sintió por ella, la borró igual que el departamento de propaganda del partido borró a su Clementis del balcón en el que Gottwald pronunció su discurso histórico. Mirek es un corrector de la historia igual que lo es el Partido Comunista, igual que todos los partidos políticos, que todas las naciones, que el hombre.

La gente grita que quiere crear un futuro mejor, pero eso no es verdad. El futuro es un vacío indiferente que no le interesa a nadie, mientras que el pasado está lleno de vida y su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo. Los hombres quieren ser dueños del futuro solo para poder cambiar el pasado. Luchan por entrar en el laboratorio en el que se retocan las fotografías y se reescriben las biografías y la historia.

¿Cuanto tiempo estuvo en aquella estación?

¿Y qué significó aquella parada?

No significo nada.

La borró inmediatamente de su pensamiento, de modo que ahora mismo ya no sabe nada de la casa blanca con las begonias. Cruza el campo a toda velocidad y sin contemplar el paisaje. El espacio del mundo ha vuelto a ser un obstáculo que dificulta su actividad.

El coche cuya vigilancia había logrado escapar estaba aparcado aparcado frente a su casa. Los dos hombres estaban un poco más allá.

Detuvo el coche detrás de ellos y descendió.  Le sonrieron casi con alegría, como si la escapada de Mirek no hubiese sido más que un juego caprichoso para  divertir agradablemente a todos. Cuando pasó frente a ellos, el hombre del cuello grueso y el pelo gris ondulado se rió y le hizo un gesto con la cabeza. Mirek se sintió angustiado por esa familiaridad que prometía que en adelante iban a estar ligados aún más estrechamente.

Impasible, Mirek entró en la casa. Abrió con la llave la puerta del piso. Lo primero que vio fue a su hijo y su mirada llena de emoción contenida .Un desconocido con gafas se acercó a Mirek y le enseñó su credencial.

-¿Quiere ver la autorización judicial para el registro domiciliario?

-Sí -dijo Mirek.

En el piso había otros dos desconocidos. Uno estaba de pie junto a la mesa de escribir, en las que se amontonaban pilas de papeles, cuaderno y libros. Cogía las cosas una tras otra mientras que el otro, sentado a la mesa, escribía lo que esté le dictaba.

El de las jafas sacó de su bolsillo un papel doblado y se lo dio a Mirek:

-Aquí tiene la orden del procurador y ahí -señaló a los dos hombres- se prepara la lista de objetos incautados. El suelo estaba lleno de papeles y libros, las puertas del armario estaban abiertas, los muebles apartados de las paredes. 

Su hijo se inclinó hacía el y le dijo: 

-Llegaron cinco minutos después de que te fueras.

Los dos que estaban junto al escritorio seguían con la lista de objetos incautados: cartas de los amigos de Mirek, documentos de los primeros días de la ocupación rusa, textos en los que se analizaba la situación política, notas de reuniones.

-No es usted demasiado considerado con sus amigos -dijo el hombre de las gafas señalándolo con la cabeza hacía las cosas incautadas.

Los que han emigrado (son cerca de ciento veinte mil), los que han sido acallados y echados de sus trabajos (son medio millón), desaparecen como una procesión que se aleja en medio de la niebla, no se les ve, se les olvida.

Pero la cárcel, a pesar de estar rodeada de muros por todas partes, es un escenario histórico magníficamente iluminado.

Mirek lo sabe desde hace tiempo. La idea de la cárcel lo ha atraído irresistiblemente a lo largo del último año. Igual que tuvo que haber atraído a Flaubert el suicidio de Madame Bovary. No sería capaz de de imaginar un final mejor para la novela de su vida.

Quisieron borrar la memoria de cientos de miles de vidas para que quedase solo un único tiempo inmaculado para un idilio inmaculado. Pero Mirek está dispuesto a tumbarse sobre el idilio con todo su cuerpo como una macha. Quedará allí como quedó el gorro del Clementis en la cabeza de Gottwald.

Le dieron a firmar a Mirek la lista de los objetos confiscados y luego les pidieron a él y a su hijo que los acompañaran. Después de un año de prisión preventiva se celebró el juicio. A Mirek lo condenaron a seis años, a su hijo dos y a unos diez amigos suyos les tocaron condenas de uno a seis años de prisión».

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Una novela ya clásica en torno al olvido, el erotismo y el humor.

7 deliciosos pasteles literarios

La literatura es ríquisima y toda persona que tiene un libro en sus manos no para de leerlo hasta devorar todas sus hojas. Así que si tanto te gusta leer, ¿por qué no tener tu próximo pastel de cumpleaños decorado con tu libro favorito? O de cualquier celebración que te sirva de excusa para tener alguno de los que te compartimos.

1. ‘Alicia en el país de las maravillas’ de Lewis Carroll

ALICIA GATOALICIA

2. ‘La insoportable levedad del ser’ de Milan Kundera

KUNDERA

3. ‘20,000 leguas de viaje submarino’ de Jules Verne

VERNE

4. Una rebanada de red velvet de Edgar Allan Poe tampoco caería mal

POE

5. ‘Hamlet’ de William Shakespeare

HAMLET

6. Algunos pasteles con cuentos de la infancia.

KIDS

7. Ya si no te decides por ningún libro, ¿por qué no tener todos tus favoritos?

LIBROS

O si lo quieres regalar pero no sabes cuáles son los libros preferidos del festejado, pues ya mejor regálale un pastel de librería.

LIBRERIA

¿Qué rebanada se te antojó? Si quieres ver más diseños de pasteles, entra aquí.

‘La insoportable levedad del ser’, una emblemática novela de Milan Kundera

La idea del eterno retorno es misteriosa y con ella Nietzsche dejó perplejos a los demás filósofos: ¡pensar que alguna vez haya de repetirse todo tal como lo hemos vivido ya, y que incluso esa repetición haya de repetirse hasta el infinito! ¿Qué quiere decir ese mito demencial?

El mito del eterno retorno viene a decir, per negationem, que una vida que desaparece de una vez para siempre, que no retorna, es como una sombra, carece de peso, está muerta de antemano y, si ha sido horrorosa, bella, elevada, ese horror, esa elevación o esa belleza nada significan. No es necesario que los tengamos en cuenta, igual que una guerra entre dos Estados africanos en el siglo XIV que no cambió en nada la faz de la Tierra, aunque en ella murieran, en medio de indecibles padecimientos, trescientos mil negros.

¿Cambia en algo la guerra entre dos Estados africanos si se repite incontables veces en un eterno retorno?

Cambia: se convierte en un bloque que sobresale y perdura, y su estupidez será irreparable.

Si la Revolución francesa tuviera que repetirse eternamente, la historiografía francesa estaría menos orgullosa de Robespierre. Pero dado que habla de algo que ya no volverá a ocurrir, los años sangrientos se convierten en meras palabras, en teorías, en discusiones, se vuelven más ligeros que una pluma, no dan miedo. Hay una diferencia infinita entre el Robespierre que apareció sólo una vez en la historia y un Robespierre que volviera eternamente a cortarle la cabeza a los franceses.

Digamos, por tanto, que la idea del eterno retorno significa cierta perspectiva desde la cual las cosas aparecen de un modo distinto a como las conocemos: aparecen sin la circunstancia atenuante de su fugacidad. Esta circunstancia atenuante es la que nos impide pronunciar condena alguna. ¿Cómo es posible condenar algo fugaz? El crepúsculo de la desaparición lo baña todo con la magia de la nostalgia; todo, incluida la guillotina.

No hace mucho me sorprendí a mí mismo con una sensación increíble: estaba hojeando un libro sobre Hitler y al ver algunas de las fotografías me emocioné: me habían recordado el tiempo de mi infancia; la viví durante la guerra; algunos de mis parientes murieron en los campos de concentración de Hitler; pero ¿qué era su muerte en comparación con el hecho de que las fotografías de Hitler me habían recordado un tiempo pasado de mi vida, un tiempo que no volverá?

Esta reconciliación con Hitler demuestra la profunda perversión moral que va unida a un mundo basado esencialmente en la inexistencia del retorno, porque en ese mundo todo está perdonado de antemano y, por tanto, todo cínicamente permitido.

Extracto de La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera.

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La insoportable levedad del ser, de Milán Kundera, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Tusquets.

Adelanto de ‘La fiesta de la insignificancia’, de Milan Kundera

Alain medita sobre el ombligo

Era el mes de junio, el sol asomaba entre las nubes y Alain pasaba lentamente por una calle de París. Observaba a las jovencitas que, todas ellas, enseñaban el ombligo entre el borde del pantalón de cintura baja y la camiseta muy corta. Estaba arrobado; arrobado e incluso trastornado: como si el poder de seducción de las jovencitas ya no se concentrara en sus muslos, ni en sus nalgas, ni en sus pechos, sino en ese hoyito redondo situado en mitad de su cuerpo.

Eso le incitó a reflexionar: si un hombre (o una época) ve el centro de la seducción femenina en los muslos, ¿cómo describir y definir la particularidad de semejante orientación erótica? Improvisó una respuesta: la longitud de los muslos es la imagen metafórica del camino, largo y fascinante (por eso los muslos deben ser largos), que conduce hacia la consumación erótica; en efecto, se dijo Alain, incluso en pleno coito, la longitud de los muslos brinda a la mujer la magia romántica de lo inaccesible.

Si un hombre (o una época) ve el centro de la seducción femenina en las nalgas, ¿cómo describir y definir la particularidad de esa orientación erótica? Improvisó una respuesta: brutalidad; gozo; el camino más corto hacia la meta; meta tanto más excitante por ser doble.

Si un hombre (o una época) ve el centro de la seducción femenina en los pechos, ¿cómo describir y definir la particularidad de esa orientación erótica? Improvisó una respuesta: santificación de la mujer; la Virgen María amamantando a Jesús; el sexo masculino arrodillado ante la noble misión del sexo femenino.

Pero ¿cómo definir el erotismo de un hombre (o de una época) que ve la seducción femenina concentrada en mitad del cuerpo, en el ombligo?

Ramón pasea por el Jardin du Luxembourg

Más o menos mientras Alain reflexionaba acerca de las distintas fuentes de seducción femenina, Ramón se encontraba en las proximidades del museo situado cerca del Jardin du Luxembourg, donde, desde hacía ya un mes, se exponía la obra de Chagall. Él quería ir a verla, pero sabía de antemano que nunca se animaría a convertirse por las buenas en parte de esa interminable cola que se arrastraba lentamente hacia la caja; observó a la gente, sus rostros paralizados por el aburrimiento, imaginó las salas en las que sus cuerpos y su parloteo taparían los cuadros, y no tardó más de un minuto en dar media vuelta y encaminarse parque a través por una alameda.

Allí, la atmósfera era más agradable; el género humano parecía escasear y estar más a sus anchas: algunos corrían, no por ir deprisa, sino por gusto; otros paseaban tomando helados; otros aún, discípulos de una escuela asiática, hacían en el césped lentos y extraños movimientos; más allá, en un inmenso círculo, estaban las dos grandes estatuas blancas de las reinas de Francia y, aún más allá, en el césped entre los árboles, en todas las direcciones, esculturas de poetas, pintores, sabios; se detuvo delante de un adolescente bronceado que, seductor, desnudo debajo de su pantalón corto, le ofreció máscaras que reproducían las caras de Balzac, Berlioz, Hugo o Dumas. Ramón no pudo evitar sonreír y siguió su paseo por ese jardín de los genios, quienes, rodeados por la amable indiferencia de los paseantes, debían de sentirse agradablemente libres; nadie se detenía para observar sus rostros o leer las inscripciones en los pedestales. Ramón inhalaba esa indiferencia como una calma consoladora. Poco a poco, apareció en su cara una larga sonrisa casi feliz.

No habrá cáncer

Aproximadamente en el mismo momento en que Ramón renunciaba a la exposición de Chagall y elegía pasear por el parque, D’Ardelo subía la escalera que lleva a la consulta de su médico. Aquel día, faltaban tres semanas para su cumpleaños. Desde hacía ya muchos años, había empezado a odiar los cumpleaños. Por culpa de las cifras que les encasquetaban. Aun así, no conseguía ignorarlos porque, en él, era más fuerte el placer de ser festejado que la vergüenza de envejecer. Y aún más desde que, esta vez, la visita al médico añadía un nuevo matiz a la fiesta. Era el día en que le comunicarían el resultado de todos los exámenes que le darían a conocer si los sospechosos síntomas descubiertos en su cuerpo se debían, o no, a un cáncer. Entró en la sala de espera y se dijo por lo bajo, con voz temblorosa, que dentro de tres semanas celebraría a la vez su nacimiento tan lejano y su muerte tan cercana; que celebraría una doble fiesta.

Pero, en cuanto vio la cara risueña del médico, comprendió que la muerte se había dado de baja. El médico le apretó fraternalmente la mano. Con lágrimas en los ojos, D’Ardelo no pudo pronunciar palabra.

La consulta del médico estaba en la Avenue de l’Observatoire, a unos doscientos metros del Jardin du Luxembourg. Como D’Ardelo vivía en una callecita al otro lado del parque, decidió volver a atravesarlo. El paseo entre los árboles le devolvió un buen humor casi juguetón, sobre todo cuando rodeó el gran círculo formado por las estatuas de las antiguas reinas de Francia, todas ellas esculpidas en mármol blanco, de pie en poses solemnes que le parecieron divertidas, casi alegres, como si con ello esas damas quisieran saludar la buena nueva que él acababa de recibir. Sin poder dominarse, él las saludó dos o tres veces con la mano y soltó una carcajada.

El secreto encanto

de una grave enfermedad

Fue ahí, cerca de las grandes damas de Francia, donde Ramón se encontró con D’Ardelo, quien, el año anterior, era aún su colega en una institución cuyo nombre a nadie le importa aquí. Se detuvieron uno frente al otro y, tras los saludos habituales, D’Ardelo, en un tono extrañamente exaltado, empezó a contar:

—Amigo, ¿conoces a La Franck? Hace dos días falleció su amado.

Hizo una pausa y en la memoria de Ramón apareció el hermoso rostro de una mujer célebre a la que sólo había visto en fotos.

—Una agonía muy dolorosa —siguió D’Ardelo—. Lo vivió todo con él. ¡Ella ha sufrido muchísimo!

Cautivado, Ramón miraba esa cara alegre que le contaba una historia fúnebre.

—Imagínate, en la noche del mismo día en que ella lo había tenido moribundo entre sus brazos, estaba cenando conmigo y unos amigos y, no te lo vas a creer, ¡estaba casi alegre! ¡Cuánto la admiré entonces! ¡Qué fortaleza! ¡Eso es apego a la vida! ¡Reía con los ojos todavía rojos de llorar! ¡Y eso que todos sabíamos cuánto lo había querido! ¡Debió de sufrir muchísimo! ¡Esta mujer es una fuerza de la naturaleza!

Tal como ocurriera un cuarto de hora antes en el consultorio del médico, unas lágrimas brillaron en los ojos de D’Ardelo. El caso es que, al hablar de la fuerza moral de La Franck, él pensaba en sí mismo. ¿Acaso no había vivido él también todo un mes en presencia de la muerte? ¿No había estado también su fuerza de carácter sometida a una dura prueba? Aunque ya fuera un mero recuerdo, el cáncer permanecía en él alumbrado por una frágil luz que, misteriosamente, le encandilaba. Pero consiguió dominar sus sentimientos y pasó a un tono más prosaico:

—Por cierto, si no me equivoco, tú conocías a alguien que sabe organizar cócteles, que se encarga de la comida y lo demás, ¿no?

—Sí, es verdad —dijo Ramón.

—Es que voy a organizar una pequeña fiesta por mi cumpleaños.

Después de los comentarios exaltados sobre la célebre Franck, el tono ligero de la última frase le permitió a Ramón una leve sonrisa.

—Veo que tu vida es alegre.

Curioso; esa frase no le gustó a D’Ardelo. Como si su tono demasiado ligero anulara la extraña belleza de su buen humor, mágicamente marcado por el pathos de la muerte cuyo recuerdo seguía muy vivo en él:

—Sí, no está mal —dijo, y, tras una pausa, añadió—, aunque…

Hizo otra pausa y añadió:

—Sabes, acabo de ir al médico.

El desconcierto en el rostro de su interlocutor le gustó; prolongó el silencio de tal manera que Ramón ya no pudo sino preguntar:

—Entonces, ¿hay problemas?

—Los hay.

D’Ardelo calló y, de nuevo, Ramón no pudo sino volver a preguntar:

—¿Qué te ha dicho el médico?

En ese mismo instante D’Ardelo vio en los ojos de Ramón su propia cara como en un espejo: la cara de un hombre ya mayor, pero todavía guapo, marcado por una tristeza que lo hacía aún más atractivo; se dijo entonces que ese hombre guapo y triste pronto celebraría su cumpleaños y la idea que había surgido en él antes de su visita al médico volvió a cruzarle por la cabeza, la magnífica idea de una doble fiesta que celebrara a la vez el nacimiento y la muerte. Siguió observándose en los ojos de Ramón y, luego, con voz queda y suave, dijo:

—Cáncer…

Ramón tartamudeó algo y, torpe, fraternalmente, rozó con su mano el brazo de D’Ardelo.

—Pero hoy eso tiene tratamiento…

—Demasiado tarde. Pero olvida lo que acabo de decirte, no lo cuentes a nadie; vale más que pienses en mi cóctel. ¡Hay que seguir adelante!—dijo D’Ardelo y, antes de continuar su camino, alzó la mano a modo de saludo, y ese gesto discreto, casi tímido, tenía tal inesperado encanto que Ramón se emocionó.

Mentira inexplicable, inexplicable risa

El encuentro de los dos antiguos colegas terminó con ese hermoso gesto. Pero no puedo evitar una pregunta: ¿por qué había mentido D’Ardelo?

El propio D’Ardelo se lo preguntó a sí mismo inmediatamente después y tampoco él supo darse una respuesta. No, no se avergonzaba de haber mentido. Le intrigaba más bien ser incapaz de entender el motivo de esa mentira.

Extracto de La fiesta de la insignificancia, de Milan Kundera.

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La fiesta de la insignificancia, de Milan Kundera, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Tusquets.

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Milan Kundera

Una desenfadada visión del mundo que recoge la esencia de toda la narrativa de Kundera.

Reseña de ‘La fiesta de la insignificancia’, de Milan Kundera, publicada en la revista Letras Libres

Por Pablo Sol Mora.

Prácticamente cincuenta años separan a la primera novela de Milan Kundera, La broma (1967), de esta última, La fiesta de la insignificancia. Durante ese lapso, el autor ha construido una de las mayores obras narrativas del siglo XX, heredera directa de una de las grandes tradiciones de la novela moderna, la de Europa central, aquella a la que pertenecen Kafka, Musil, Broch y Gombrowicz, entre otros (la obra de Kundera, de hecho, es depositaria de varias e ilustres tradiciones: la novela cervantina, el espíritu libertino, la ilustración dieciochesca…). Su aparición no ha dejado de sorprender, pues, tras la publicación de La ignorancia en el año 2000, muchos daban –dábamos– por hecho que el escritor checo se había retirado ya de la novela. Pocos autores se dan el lujo de publicar una nueva obra entrados los ochenta años. Frente a un acontecimiento de esta naturaleza, el crítico no puede dejar de reaccionar con cierta suspicacia, casi morbo: ¿se tratará de un libro superfluo, la típica obra extemporánea de quien fue un gran escritor y que habría sido mejor omitir, o, por el contrario, del canto del cisne, una última obra maestra? Conforme pasaba las páginas de La fiesta… y, sobre todo, al final, mis dudas y temores se disiparon: no solo se trata de un pequeño chef-d’œuvre, sino de un verdadero epílogo al conjunto de una obra, su palabra final. Con La fiesta de la insignificancia Kundera cierra un círculo que comenzó con La broma; son muchos los puntos de contacto entre ambas y bien podría establecerse un diálogo entre ellas, pero, como suele ocurrir en la obra de los grandes autores, la visión final del mundo no es una mera confirmación de la inicial, sino, en varios sentidos, su rectificación y hasta su refutación. Basta comparar los dos finales: serio y melancólico el de La broma, ligero y alegre el de La fiesta… El hombre y el novelista de 85 años tiene algunas cosas que enseñarle al de 35.

Por frivolidad, por afectación, por mera fatuidad, tendemos a identificar la profundidad de pensamiento con lagravedad y la tragedia, y a la alegría y la comedia con cierta ingenuidad. Aunque reconozcamos la importancia del humor, en el fondo pensamos que lo auténticamente profundo no puede ser sino serio. En el caso de la novela, poco parece importar que varios de sus mayores ejemplos, las cimas de la novelística, sean obras cómicas: Gargantúa y Pantagruel, el Quijote, el Tristram Shandy, La conciencia de Zeno. Nos seguimos aferrando a la idea de que una obra, para ser verdaderamente grande, debe poseer una visión grave de la vida, cuando no trágica. A deshacer este lamentable malentendido se ha encaminado buena parte de la obra de Kundera, de la cual La fiesta… es el último argumento.

En La broma –devastadora crítica del socialismo real–, Ludvik, el protagonista, ve su vida destruida por un chiste (una postal que envía a la chica que le gusta con tres frases: “¡El optimismo es el opio del pueblo! El espíritu sano hiede a idiotez. ¡Viva Trotski!”). Tragicómicamente, Ludvik descubrirá que los regímenes totalitarios tienen escaso sentido del humor. Al final, el significado de la broma se amplía: ya no es solo el chiste banal que desencadenó su desgracia, sino la totalidad de su vida y, más allá, la Historia entera, una broma fatal, descomunal, estúpida, cuya gracia se nos escapa. En La fiesta…, los cuatro amigos protagonistas –Ramón, Alain, Charles y Calibán– aman los chistes y el sentido del humor, pero viven en una época (la actual) que ya no sabe apreciarlos o en la que incluso resultan peligrosos: “el crepúsculo de las bromas”, explica Ramón, “la era de las posbromas” (en efecto, no son solo los totalitarismos políticos los enemigos del humor: prueben hacer una broma en los ambientes de ultracorrección política que prevalecen en las universidades norteamericanas). Conscientes de que es imposible cambiar el mundo, los héroes kunderianos se refugian en la amistad, el hedonismo y el buen humor, pues “solo desde lo alto del infinito buen humor puedes observar debajo de ti la eterna estupidez de los hombres, y reírte de ella”.

La fiesta de la insignificancia narra –mediante una trama apenas esbozada, pues aquí, como en Sterne o Diderot, maestros de Kundera, la trama es lo de menos y lo que importa son los personajes y sus conversaciones– la conquista de la sabiduría y el humor. Se respira en ella, mutatis mutandis, la atmósfera que se respira en La tempestad, el prólogo al Persiles o los últimos ensayos de Montaigne: una atmósfera alegre, serena, benévola, conciliatoria. Pocos, muy pocos artistas logran al final de sus vidas esa visión olímpica.

A lo largo de toda su obra, Kundera se ha interrogado sobre la historia y el individuo, sobre la posibilidad de justicia en la historia, sobre la memoria y el olvido. En La broma, la conclusión era francamente pesimista: “la mayoría de la gente se engaña mediante una doble creencia errónea: cree en el eterno recuerdo (de la gente, de las cosas, de los actos, de las naciones) y en la posibilidad de reparación (de los actos, de los errores, de los pecados, de las injusticias). Ambas creencias son falsas. La realidad es precisamente lo contrario: todo será olvidado y nada será reparado”; en La fiesta…, la perspectiva ha cambiado radicalmente, no, desde luego, porque ahora crea en la memoria eterna y la posibilidad de justicia, sino porque ha sabido reconocer y abrazar por completo su falta de importancia. Es la conclusión de la novela y, en mi opinión, de toda la obra de Kundera: “La insignificancia, amigo mío, es la esencia de la existencia. Está con nosotros en todas partes y en todo momento. Está presente incluso cuando no se la quiere ver: en el horror, en las luchas sangrientas, en las peores desgracias. Se necesita con frecuencia mucho valor para reconocerla en condiciones tan dramáticas y llamarla por su nombre. Pero no se trata tan solo de reconocerla, hay que amar la insignificancia, hay que aprender a amarla. Aquí en esta parte, ante nosotros, mira, amigo mío, está presente en toda su evidencia, toda su inocencia, toda su belleza. Sí, su belleza (…) Respira, D’Ardelo amigo mío, respira esta insignificancia que nos rodea, es la clave de la sabiduría, es la clave del buen humor.” Rabelais, Cervantes, Montaigne –la familia espiritual de Kundera– habrían asentido. ~

Reseña de La fiesta de la insignificancia,  de Milan Kundera, escrita por Pablo Sol Mora y publicada originalmente en la revista Letras Libres.

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La fiesta de la insignificancia, de Milan Kundera, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Tusquets.

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Milan Kundera

Una desenfadada visión del mundo que recoge la esencia de toda la narrativa de Kundera.

Nuestros libros más vendidos del 2014

Se acabó 2014. Un año más donde miles de lectores nos acompañaron con sus piensos y esfuerzos. Un año en el que descubrimos sus gustos y odios. Un año en el que nos damos cuenta que los mexicanos creemos en los libros.

Con el fin de año, varias librerías publican los libros que más se vendieron durante el año, y nos llena de satisfacción encontrar que hay varios títulos de nuestra editorial que fueron los preferidos de los lectores. Aquí les dejamos los libros más vendidos del 2014 de nuestra editorial en dos de las librerías más grandes de México.

1- Cien años de soledad (Diana)- Gabriel García Márquez

El 2014 fue el año de Gabo. En el primer semestre el mundo de la literatura se vió ensombrecido con la partida del escritor colombiano de nuestro mundo, pero también fue el momento en el que nos dimos cuenta que Gabo nunca dejaría nuestros corazones. Su libro “Cien años de soledad” apareció como uno de los más vendidos en las dos librerías que reportan en la lista, un dato que nos llena de alegría.

cien años de soledad portada nueva

2- La fiesta de la insignificancia (Tusquets)- Milan Kundera

Después de catorce años sin publicar un libro, “La fiesta de la insignificancia” marcó el regreso del escritor Milan Kundera, un libro que condensa buena parte de la filosofía con que el escritor de origen checo ve la vida según la ha plasmado en sus novelas, cuentos y ensayos.

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3- Tokio Blues (Tusquets)- Haruki Murakami

El apasionante escritor japonés Haruki Murakami escribió una historia sobre Toru Watanabe, un ejecutivo de 37 años que escucha una vieja canción de los Beatles que le hace retroceder a su juventud, al turbulento Tokio de los años sesenta.Un libro lleno de melancolía y realidades.

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Via Aristegui Noticias 

Te regalamos un póster de tu autor favorito en la FIL de Guadalajara

La Feria Internacional del Libro de Guadalajara se acerca, Grupo Planeta tiene algunas sorpresas. Ésta por ejemplo. Cada día regalaremos dos carteles con retratos de tus autores favoritos. Búscalos en los stands de Planeta, Paidós, Tusquets y Planeta Infantil.

29NOV

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1DIC

2DIC

3DIC

4DIC

5DIC

6DIC

7DIC

Las ilustraciones corrieron a cargo de la joven artista Fernanda Galván.

4 presentaciones que no te puedes perder en la Feria del Libro del Zócalo 2014

La Feria del libro del Zócalo está a la vuelta de la esquina. Este año, se realizará del 10 al 19 de octubre en (como su nombre lo indica) el Zócalo de la Ciudad de México.

Se trata de uno de los eventos literarios más esperados por los lectores del Distrito Federal y, como sabemos que asistir a todas las charlas y presentaciones es tarea imposible, aquí te compartimos las 4 presentaciones que definitivamente no puedes perderte en este evento.

1. Nancy Farmer presentará su libro El estigma del Alacrán (Jueves, 16 de octubre, a las 19 horas).

EL ESTIGMA DEL ALACRAN-alta

SINOPSIS: En la frontera entre México y Estados Unidos manda Mateo Alacrán, “El Patrón”. Un hombre de más de 140 años que ha alargado su vida a través de implantes que cosecha en clones y que ha creado un reino dedicado a la producción del opio en donde explota a miles de migrantes –eejits-, a quienes se les implanta un chip que los convierte en autómatas y así pueden trabajar largas jornadas sin protestar. En ese mundo distópico vive Matt, el clon de “El Patrón”, quien ha sido criado lejos de la casa grande. Un día, a la edad de 8 años, Matt descubre el lazo que lo une a Mateo Alacrán y el desprecio que casi todos en el reino sienten por él. En su contacto con la realidad, sabrá cómo y de dónde proviene la riqueza de “El patrón”; la manera en que ha sobrevivido tantos años y la forma en que ha construido su imperio; se topará con un universo lleno de corrupción, narcotráfico y manipulación genética. Estos hallazgos representan un peligro para Matt, quien sólo tiene una opción: transformar su destino.

2. Rafael Pérez Gay presentará su libro El cerebro de mi hermano (Domingo, 19 de octubre, a las 16:00 horas).

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SINOPSIS: El cerebro de mi hermano es un relato de la evolución de un padecimiento degenerativo en el seno de una familia. Recuerdos, emociones, temores y expectativas, el singular proceso de adaptación a lo impensable, el dolor de atestiguar la extinción de un ser querido, pero también la historia compartida, los años, los lugares, las pasiones conjuntas, la apertura a la conciencia del propio final, el ajuste de cuentas inexorable con lo vivido.

3. Gabriel Jáuregui, Luis Jorge Boone y Alejandro Páez presentarán la charla Los lectores de Kundera (viernes, 10 de octubre, a las 17:00 horas).

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4. Élmer Mendoza presentará su novela El misterio de la orquídea calavera (Domingo, 19 de octubre, a las 18:00 horas).

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SINOPSIS: Ante el gran éxito que ha tenido la saga del detective Edgar el Zurdo Mendieta, Elmer Mendoza nos sorprende con la primera entrega de la serie protagonizada por el Capi Garay. Con apenas 18 años, debe idear un plan para reunir cuatro millones de dólares en tres días luego de recibir una llamada amenazante: han secuestrado a su padre. Es el momento de demostrar a los demás y a si mismo que no es un adolescente inútil. Al emprender su viaje a Xilitla para probar suerte coma negociador, halla El misterio de la orquídea Calavera en el librero de un hotel. En sus páginas descubre la fascinante historia James y de cómo fundó Las Pozas, un parque surrealista en la selva mexicana. El Capi vivirá el goce de leer cuando la ficción cobra vida con una enigmática orquídea que se hace presente en su viaje. Entre el padre secuestrado, el misterio de Las Pozas, la vida de James y unas severas alergias que no le dan tregua, terminaron par entender que resolver problemas reales tiene sus propias complicaciones.

¡No te pierdas ninguna de estas presentaciones!

Ana Clavel habla de ‘La fiesta de la insignificancia’, la nueva novela de Milan Kundera

La fiesta de la insignificancia es el título de la nueva novela de Milan Kundera, publicada por Tusquets Editores tras 14 años de silencio literario por parte del autor checo. Y para celebrar su lanzamiento, la escritora Ana Clavel habló de este libro en Canal 22.

Para los aficionados a las divertidas reflexiones de Kundera, este video es un must see cuya visualización no puede posponerse ni un minuto más.

La fiesta de la insignificancia, de Milan Kundera, ya está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Tusquets.

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14 lanzamientos que debes leer en septiembre

Cada mes, cientos de reediciones y nuevos libros llegan a las librerías de todo el país. Para ayudarte en la difícil labor de seleccionar los títulos que leerás, aquí te dejamos una lista de 15 libros que no puedes perderte en septiembre.

1. Caballo de Fuego: París, de Florencia Bonelli

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SINOPSIS: Eliah Al-Saud es un hombre excéntrico y poderoso, emparentado con la familia reinante de Arabia Saudí. Vive en París y dirige una empresa de seguridad que, en realidad, oculta actividades de defensa y de espionaje ofrecidas al mejor postor. Matilde Martínez es una joven pediatra argentina que sueña con curar a los niños más desfavorecidos y trabajar para una ong en el África. El destino la pondrá en el camino de Eliah, y será en París donde la atracción que se inspiran los unirá. Sin embargo, los secretos que ambos guardan celosamente pondrán en riesgo no sólo su amor, sino sus vidas. En el marco del siempre latente conflicto palestino-israelí y con una amenaza atómica como telón de fondo, Matilde y Eliah vivirán una aventura que los llevará a recorrer el mundo y los enfrentará a los peligros que acechan a quienes se atreven a desafiar a los imperios dominantes.

2. La fiesta de la insignificancia, de Milan Kundera

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SINOPSIS: Proyectar una luz sobre los problemas más serios y a la vez no pronunciar una sola frase seria, estar fascinado por la realidad del mundo contemporáneo y a la vez evitar todo realismo, así es La fiesta de la insignificancia. Quien conozca los libros anteriores de Kundera sabe que no son en absoluto inesperadas en él las ganas de incorporar en una novela algo «no serio». En La inmortalidad, Goethe y Hemingway pasean juntos durante muchos capítulos, charlan y se lo pasan bien. Y en La lentitud, Vera, la esposa del autor, dice a su marido: «Tú me has dicho muchas veces que un día escribirías una novela en la que no habría ninguna palabra seria… Te lo advierto: ve con cuidado: tus enemigos acechan». Pero, en lugar de ir con cuidado, Kundera realiza por fin plenamente en esta novela su viejo sueño estético, que así puede verse como un sorprendente resumen de toda su obra. Menudo resumen. Menudo epílogo. Menuda risa inspirada en nuestra época, que es cómica porque ha perdido todo su sentido del humor. ¿Qué puede aún decirse? Nada. ¡Lean!

3. Cazadores de sombras: Ciudad del Fuego Celestial, de Casandra Clare

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SINOPSIS: La oscuridad vuelve al mundo de los Cazadores de Sombras. Mientras su sociedad se está derrumbando a su alrededor, Clary, Jace, Simon y sus amigos deben unirse para luchar contra el mayor mal que los Nefilim han enfrentado: el propio hermano de Clary. Nada en el mundo puede derrotarlo—¿deberán viajar a otro mundo para encontrar una oportunidad? Vidas van a perderse, sacrificios de amor, y el mundo entero cambiará en el sexto y último libro de la saga Cazadores de Sombras.

4. Caballo de Fuego: Congo, de Florencia Bonelli

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SINOPSIS: La cirujana pediátrica Matilde Martínez viaja desde París con destino al Congo guiada por una ilusión: aliviar el sufrimiento de los niños castigados por la violencia y el hambre que imperan en ese país africano. Ha dejado atrás una historia de amor difícil, que no consigue olvidar. Por su parte, el soldado profesional Eliah Al-Saud llega al Congo movido por una ambición: hacerse de una mina de coltán, el mineral más codiciado por los fabricantes de teléfonos móviles, que le redituará grandes beneficios económicos. Pero sobre todo llega al Congo para recuperar a Matilde, a quien considera la razón de su vida. Los traumas y secretos que los distanciaron en París siguen latentes y, rodeados por un contexto cruel e injusto, la reconciliación parece imposible. En el marco de la Segunda Guerra del Congo, más conocida como Guerra del Coltán, y amenazados por grupos guerrilleros de mucho poder, Matilde y Eliah intentarán por todos los medios que triunfe el amor sobre la guerra.

5. La venganza viste de Prada, de Lauren Weisberger

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SINOPSIS: Andy sigue siendo la misma chica sencilla de siempre. Gracias a su capacidad de trabajo y su inteligencia ha logrado crear una nueva revista sobre novias y bodas que se ha convertido en la publicación de referencia. Su vida personal también es feliz, si no fuera por su suegra clasista y snob. Parece que el lado profundo, oscuro y diabólico de la vida ha quedado lejos. Entonces, ¿por qué en vísperas de su boda la  voz de Miranda Priestly, su antigua jefa, aún la persigue en sueños? Cuando la socia de Andrea le pida que considere seriamente la oferta de un grupo inversor para comprar su revista, Andy se dará cuenta de que Miranda, la legendaria editora de la revista femenina más glamurosa de Nueva York, volverá a aparecer en su vida. Una secuela divertida, trepidante y adictiva de la novela que encandiló a miles de lectoras tanto en nuestro país como en todo el mundo, y que arrasó en las taquillas con su adaptación cinematográfica.

6. El dador de recuerdos, de Lois Lowry

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SINOPSIS: El dador de recuerdos es un libro publicado originalmente en 1993 por Lois Lowry, que cuenta la historia de Jonas, un chico que vive en un futuro distópico en el que, gracias a diferentes sustancias químicas, se han eliminado los sentimientos y las emociones de la sociedad. De hecho, en ese futuro hipotético la gente no tiene permitido, siquiera, elegir su profesión. Así que a Jonas le ha tocado, por designios superiores, convertirse en el próximo Receptor de la memoria, es decir, en la persona encargada de almacenar los recuerdos de la sociedad para que estos puedan ser utilizados en el futuro, en caso de ser necesario. Para ello Jonas deberá relevar al Dador de recuerdos (es decir, el anterior Receptor de la memoria), quien le legará todos los recuerdos antiguos y provocará en el joven un tremendo shock al revelarle la forma en que la sociedad alcanzó su estado actual.

7. Lobos, de Donato Carrisi

Lobos Donato Carrisi Portada

SINOPSIS: El criminólogo Goran Gavila y el equipo de homicidios se enfrentan a un caso perturbador: se han hallado enterrados los brazos derechos de niñas desaparecidas. Sin embargo, las desaparecidas eran cinco y se han encontrado seis brazos. El equipo no tarda en descubrir los cadáveres de las cinco niñas identificadas, pero cree que la sexta sigue con vida. Mila Vasquez, investigadora especializada en personas desaparecidas, entra en escena y junto con Goran, van a la caza del culpable. Sin embargo, el asesino al que se enfrentan no se parece a nada de lo que han visto antes y, cada vez que creen estar acercándose al culpable, en realidad no hacen sino seguir con el plan concebido por una mente despiadada y brillante.

8. El Patrón del opio, de Nancy Farmer

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SINOPSIS: Matt había sido un insignificante clon de El Patrón. Pero ahora, a sus catorce años, se encuentra repentinamente gobernando su propio país. La Tierra del Opio es el territorio más grande de la Confederación de la Droga, la cual se extiende en los mapas como un intestino que va desde las ruinas de San Diego hasta las de Matamoros. Pero mientras Opio prospera, el resto del mundo ha sido devastado por un desastre ecológico. Y escondida en Opio se encuentra la cura.

9. The Walking Dead: La caída del gobernador, de Robert Kirkman y Jay Bonansinga

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SINOPSIS: La caída del Gobernador es la tercera novela de la serie ambientada en el icónico universo de The Walking Dead escrita por Robert Kirkman, creador del cómic y productor ejecutivo de su adaptación televisiva, y Jay Bonansinga, autor de reconocido prestigio. En esta nueva novela, conocemos los humildes orígenes del autoproclamado líder de Woodbury y su viaje al oscuro corazón del apocalipsis zombi. En Woodbury, la inocente Lilly se ve atrapada por la violenta dictadura que reina tras las barricadas de la ciudad aparentemente segura. Con La caída del Gobernador continúa la compleja historia de Philip Blake en un tour de force de acción y horror. Los personajes más conocidos de la serie, como Rick, Michonne y Glenn, hacen al fin su entrada en este escenario de pesadilla, y los seguidores de The Walking Dead podrán verlos bajo una nueva luz.

10. Tú, simplemente tú, de Federico Moccia

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SINOPSIS: Ese instante de felicidad continúa… ¿Encontrará Nicco a María? ¡Por fin, una novela de Moccia ambientada en España! María desaparece al final de Ese instante de felicidad, dejando a Nicco con el corazón roto. Se ha dejado la piedra en forma de corazón que él le regaló… Triste, solo y abatido, Nicco decide que no es momento de perder la esperanza y que tiene que ir en busca de sus sueños, así que convence a Gio para que le acompañe a España, en busca de María. Juntos, recorrerán el país en busca de aquella que le ha cambiado para siempre. ¿Podrá Nicco encontrar a la chica de sus sueños? ¿En qué ciudad estará? No te pierdas el desenlace de la historia de Nicco y María y descubre qué ciudad española sellará el amor de nuestros protagonistas.

11. Melocotón Loco, de Megan Maxwell

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SINOPSIS: Ana y Nekane regentan un estudio de fotografía en el casco antiguo de Madrid. Un día se declara un incendio en su edificio y, aunque están acostumbradas a trabajar con modelos de lo más glamurosos, no pueden dejar de sorprenderse ante aquellos valerosos «machomanes» vestidos de azul que no se preocupan porque su pelo se encrespe ni sus manos se ensucien. Cuando el objetivo de la cámara de Ana se centra en Rodrigo, su corazón le indica que ya nada volverá a ser igual. Él se da cuenta de la forma embobada en que lo está mirando y, a pesar de que no le gusta, inician una extraña amistad. Todo se complica cuando Ana descubre que está embarazada y Nekane la anima a que cumpla su fantasía sexual con el bombero antes de que la barriga, las estrías y los vómitos matinales se manifiesten y lo espanten. Pero una mentira de Ana a sus padres ocasionará un sinfín de enredos y situaciones alucinantes que a Rodrigo lo dejarán sin habla.

12. Rojo Carmesí, de Carla Baseti

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SINOPSIS: Santiago dirige un taller de creación literaria. Es poderosamente atractivo y seductor. Ejerce una misteriosa fascinación entre el grupo de mujeres que acuden a sus clases y que lo consideran el amante ideal. Sería el hombre perfecto pero tiene un lado oscuro… una adictiva perversión que lo hace perder el control. Gladys no se detiene ante nada con tal de lograr sus objetivos. Es ambiciosa y está libre de cualquier prejuicio. Siente un inusual encanto por el poder y la dominación. Está lejos de imaginar que enamorarse sería su peor error. Santiago y Gladys no se conocen pero sus destinos están a punto de cruzarse. Cada uno tendrá que afrontar las consecuencias de sus gustos excéntricos. Ambos aprenderán una lección que jamás olvidarán: hay ciertas reglas que nunca deben romperse.

13. El libro troll, de El Rubius

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SINOPSIS: Tu vida es un libro a medio construir, una aventura espontánea, un juego a veces provocador, pero siempre extraordinario. El Rubius, un auténtico fenómeno de YouTube, está dispuesto a acompañarte en una experiencia que recoge tus momentos más gloriosos. Se llama El Libro Troll y es su última locura: un cuaderno de actividades, un libro interactivo y un album de recuerdos.

14. La sangre al río, de Raúl Herrera Márquez

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SINOPSIS: Mucho se ha escrito sobre Francisco Villa y la Revolución mexicana, pero poca justicia se ha hecho a las familias que vivieron en carne propia las secuelas de esta época. La sangre al río rescata la memoria de la familia Herrera, mediante un enfoque que fusiona la microhistoria y una suerte de ficción real, en lo que el propio autor ha denominado novela verdadera. En esta obra se entremezclan ficción, entrevistas con los sobrevivientes, testimonios, descripción de fotografías, fragmentos en los que el autor nos relata su relación personal con estos hechos, ensayo histórico y documentos extraviados de diversos archivos. De esta manera, el lector sigue las pequeñas y grandes historias de unos personajes, antepasados del autor, que nos revelan sucesos inéditos de la Revolución: la confrontación entre Maclovio Herrera y Villa, y lo que esta pugna costó a una familia que terminó compuesta por viudas y huérfanos.