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‘Los nuevos miedos’, un análisis sobre las fuentes de violencia económica y social

Abro el diario, lo recorro rápidamente y pronto comprendo que me expongo al contagio, pues que, según dicen, el miedo es contagioso.

He aquí que el desorden y la inseguridad se instalan en el corazón de la institución más arrogante y más segura de sí misma de estos últimos años: la empresa. Hasta no hace mucho, se hablaba todo el tiempo de la “cultura empresarial” para referirse a la vez a un modelo ejemplar de integración local (de solidaridad eficaz) y, aún más importante, a un modelo exportable y generalizable hasta el punto de que ciertos jefes de Estado hacían alarde de su ambición de gestionar al Estado como si fuera una empresa. El modelo estalló. Ciertamente, muchas empresas continúan obteniendo beneficios, pero a expensas del supuesto modelo. La crisis actual ha tenido, al menos, el mérito de echar una cruda luz sobre las enormes divergencias de intereses entre los empleados u obreros, los directivos de sueldos fabulosos y los propietarios accionistas cuyos dividendos aumentan con cada “reestructuración”, con cada “plan social”, es decir, cuando se despiden empleados y obreros. Estas divergencias de intereses tienen efectos concretos e inmediatos en la vida de los trabajadores. Mientras las polémicas sobre la edad de retiro no cesan, los empleados de cargos intermedios de las empresas saben muy bien que a partir de los cincuenta años los amenaza el retiro anticipado: cuestan demasiado. Cuando se busca la mayor ganancia, la organización del trabajo es la variable de ajuste más fácil de retocar. Desempleo técnico, horarios desfasados, empleo temporal, contratos de duración determinada: todo lo que tiene que ver con la “elasticidad” o la “flexibilidad”, para emplear el lenguaje deliberadamente metafórico de los dirigentes de las empresas, corresponde a una serie de medidas exigentes impuestas a cada individuo, que desde entonces experimenta temor acerca de su futuro inmediato, por no mencionar la angustia que le inspira el futuro más lejano.

La metáfora es el arma de los fuertes. La utilizan hasta saciarse para hacerla natural y evidente. De pronto, las palabras mismas dan miedo.

La amenaza del desempleo o del cambio de empleo después del cierre de un sector provoca innumerables dificultades en la simple gestión de los aspectos más corrientes de la vida cotidiana. Los trabajadores, como sabemos, deben ser también, y ante todo consumidores, y el crédito los ayuda o, más exactamente, los incita a cumplir esa función. Se los ha alentado a ser “propietarios”, pero propietarios “a crédito”. ¿Qué hacer con una casa que no hemos terminado de pagar cuando se nos invita a trasladarnos a nuestro nuevo lugar de trabajo a solo unos cientos de kilómetros de allí? El hombre y la mujer que habían tenido la suerte de conseguir cada uno su trabajo se encuentran de pronto ante espantosos problemas de gestión (¿a qué escuela irán los niños?, ¿a qué guardería los más pequeños?) y de logística (¿cómo financiar un segundo automóvil?). A veces se les permite expresar durante unos segundos por televisión, con voz tímida, la situación imposible en que se encuentran y, de inmediato, se pasa a la cobertura del Tour de France o de los Juegos Olímpicos. La movilidad -ideal del capitalismo cuyo elogio renuevan todos los días en la misma pantalla de la misma televisión los periodistas bien pensantes de derecha- choca con las “rigideces” de la residencia (¡sin embargo, se ha alabado lo suficiente el “acceso a la propiedad”!), con las dificultades de la circulación y con el precio de la gasolina. Esta es una contradicción del sistema que tiene frente a sí a hombres de carne y hueso, un espacio que no tiene nada de virtual y una vida social que no puede reducirse a la de la empresa. Pero quienes primero viven esta misma contradicción física, psicológica y moralmente son individuos estresados que, además, comprenden muy bien que el súbito nerviosismo de la empresa, cuando ésta cierra un sector para “reducir su velamen”, anuncia días aún más negros. Estrés acompañado de angustia: tal es el menú del día. El estrés y la angustia, ese motor de dos tiempos de la depresión.

Extracto de Los nuevos miedos, de Marc Augé.

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Los nuevos miedos, de Marc Augé, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.

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Una mirada sobre los miedos de la sociedad contemporánea