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Así funciona el «star system» hollywoodense: el legendario caso de Theda Bara

Una de las características más notables del cine es su inmediatez. No tenemos que hacer demasiado esfuerzo por creer que aquello que vemos moverse en la pantalla se está moviendo de verdad, y que el ambiente, todo aquello que rodea lo que está en movimiento, efectivamente existe. Tendemos a ver una película como quien mira a través de una ventana. La famosa «magia del cine» debe consistir, básicamente, en esa capacidad que tiene para suspender nuestra incredulidad y convocar nuestra fe: creemos efectivamente en lo que vemos.

Uno de los primeros vehículos de esa fe lo constituyeron las estrellas. El término tiene orígenes controvertidos, aunque es evidente que refiere a algo que brilla por sí solo. Cuando los estudios se establecieron en Hollywood, quedó claro que esa identificación con los real tenía como vehículo al actor, y que cuanto más atractiva fuera la figura, mayor sería su capacidad de convocar al público. Era muy obvio que el trabajo de una actriz como Lillian Gish en los films de Griffith, de Chaplin en las comedias de Sennett o en las propias, y de un acróbata como Douglas Fairbanks en films de aventuras habían creado alrededor de las personas-personajes un aura. No se iba a ver The Thief of Bagdad (El ladrón de Bagdad, Raoul Walsh, 1924), sino la última aventura de Fairbanks. No se veía The Gold Rush (La quimera del oro, Charles Chaplin, 1925) sino lo que Chaplin tenía para ofrecer. El inglés es, quizás, quien mejor comprendió la potencia del personaje como vehículo y lazo con el espectador.

Por cierto, no hay que olvidar que los dueños de los estudios eran empresarios que sabían de cine, y que en las dos primeras décadas del siglo XX la publicidad sentó sus raíces definitivas. El star system, denominación al mismo tiempo estética e industrial, nace de esa necesidad de combinar lo real con la fantasía. De paso, solicitamos al lector que mantenga esta idea de la fusión entre la real y lo inventado durante el resto del libro, pues vamos a volver a eso. De regreso a las estrellas, cuenta la leyenda que la primera fue Theda Bara y que su aparición en el cine fue producto de una serie de operaciones publicitarias notables. Theodosia Goodman era una chica nacida en 1885, de padres de clase media, un poco atraída por la actuación. En una versión de la leyenda, la chica no tenía formación actoral, y en otra, logró trabajar de extra en algunos films. Sea como fuere, en 1915 el director Frank Powell vio que tenía el rostro justo para interpretar a la protagonista del film A Fool There Was (Esclavo de una pasión), producida por William Fox, a quien le pareció momento de cambiar el nombre de la chica e incluso inventarle una historia, una «película» en la vida real. Acortó su nombre, explicó que su padre era árabe (de allí el «Bara», «arab» al revés, aunque otra versión del mito dice que Theda Bara era anagrama de «muerte árabe»), le rebajó cinco años de edad y la rodeó de un halo de misterio: era la primera vampiresa, la mujer come-hombres, etcétera. Y esto porque el film trataba de un intachable corredor de bolsa corrompido por las malas y lujuriosas artes de la fémina. Todo fue un éxito: tanto la película como la «instalación de marca» de Theda Bara, que filmó ese mismo año otras seis.

Si quieres saber más sobre los secretos del mundo del cine, entonces no puedes perderte Todo lo que necesitas saber sobre cine, de Leonardo D’Espósito.

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Todo lo que necesitas saber sobre cine, de Leonardo D’Espósito, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.

La daga y la dinamita: Los anarquistas y el nacimiento del terrorismo

El anarquismo, se ha dicho, representa una idea exagerada de la libertad. Carlo Cafiero, un militante del que volveremos a tratar, explicó cómo se alcanzaría en la sociedad anarquista «la plena y entera libertad del individuo que, libremente, impulsado solamente por sus necesidades, sus gustos y sus simpatías, se reúne con otros individuos en el grupo o en la asociación». Esa sociedad no sería caótica porque, eliminadas las normas coactivas, los individuos libres cumplirían de manera espontánea su deber moral. Errico Malatesta, uno de los protagonistas de este libro, lo explicó así: «Proclamamos la máxima ‘haz lo que quieras’, y se puede decir que en ella se resume nuestro programa, porque (…) en la sociedad sin gobierno y sin propiedad, ‘cada uno querrá lo que debe’. Tales premisas, sin duda utópicas, podrían haber dado lugar a un movimiento integralmente pacifista, ya que la violencia supone coerción, pero en muchos casos no fue así, pues los anarquistas rindieron culto a ese impulso destructivo que Bakunin definió como una pasión constructiva. Consideraban que, si todos los males sociales se derivaban de la opresión ejercida por las instituciones, estaba justificado el empleo de la violencia revolucionaria para destruirlas definitivamente y dar paso a la era de la libertad plena.

El anarquismo nunca pasó de ser un movimiento muy minoritario, excepto en España, y las víctimas de la violencia anarquista han sido muy escasas, salvo en el contexto de la guerra civil española, en la que aportaron su propia cuota al furor homicida que se desarrolló en la retaguardia de ambos bandos. El impacto que tuvieron los atentados anarquistas de finales del siglo XIX fue sin embargo tan grande que en 1898 se celebró en Roma una conferencia internacional para combatirlos. La explicación de ello es no obstante bien sencilla: los anarquistas fueron en Occidente los pioneros del terrorismo, un tipo de estrategia violenta que se caracteriza porque su impacto en la opinión pública y por tanto en los gobiernos es muy superior a la entidad real del daño causado.

Extracto de La daga y la dinamita: los anarquistas y el nacimiento del terrorismo, de Juan Avilés Farré.

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La daga y la dinamita: los anarquistas y el nacimiento del terrorismo, de Juan Avilés Farré, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Tusquets.

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Juan Avilés Farré

Una apasionante mirada al anarquismo y las raíces del terrorismo actual.

¿Tienen alguna relación las antiguas civilizaciones de Asia y América?

A lo largo de los años han surgido dudas sobre la posible relación entre las primeras civilizaciones y las llamadas «prehispánicas», pero pocos se han atrevido a alzar la voz debido a que supuestamente el intercambio cultural comenzó después de la conquista europea del continente americano.

¿Por qué es tan difícil plantearse un contacto previo, un intercambio ancestral anterior a la imaginación humana? Carol Miller plantea en Ancestral una nueva manera de entender la historia de la humanidad, a partir de una serie de paralelismos que siempre han estado ahí, pero que han sido incómodos para algunos, como:

• ¿Por qué son tan similares Kukulkán y el emblemático dragón chino?

• ¿Existen probabilidades de que se haya inventado el tradicional juego mesoamericano Patolli y el Pachisi hindú casi al mismo tiempo?

• ¿Es posible que un reciente descubrimiento en La Venta tenga inscripciones que datan de la dinastía Shang?

El ser humano ha sido curioso desde el inicio de los tiempos y no sería extraño que guiado por este instinto haya navegado mares lejanos al encuentro de distintas culturas. Demasiados argumentos nos hacen imposible continuar negándolo.

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«Ancestral» de Carol Miller está disponible en librerías, en formato físico y digital.

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Carol Miller

El ser humano ha sido curioso desde el inicio de los tiempos y no sería extraño que guiado por este instinto haya navegado mares lejanos al encuentro de distintas culturas.

‘Manuel Lozada: general, revolucionario y rebelde’: una historia rescatada por Jean Meyer

Tiene 40 años, es el Excelentísimo General en Jefe de la Primera División de los Auxiliares del Ejército y la autoridad suprema e informal -suprema, por informal-, de los Pueblos Unidos y del Estado de Nayarit.

Nayarit será oficial, constitucionalmente estado, en 1917, cierto; pero mientras vivió aquel hombre, en el Séptimo Cantón del estado de Jalisco, luego territorio militar, luego territorio federal de Tepic, se dijo: estado de Nayarit o de Nayarith.

No reside en Tepic, la capital, la ciudad, sede del prefecto Manuel Rivas, quien recibe sus órdenes.

Maximiliano ha reconocido su grado de general divisionario y confirmado su autoridad política, porque sus comisarios imperiales, sus generales imperiales no pueden hacer nada en Nayarit. Por eso tiene un expediente en el Archivo Histórico de la Defensa Nacional, ramo Cancelados. No lejos del suyo se encuentra el expediente del general Ramón Corona, su enemigo mortal de toda la vida, hasta aquel día de julio de 1873, cuando «el indio facineroso» Lozada fue fusilado en la Loma de los Metates, a las puertas de Tepic.

Reside en San Luis, su pueblo natal, sede del Cuartel General, el verdadero gobierno civil y militar del país; San Luis de Lozada, desde 1862, y todavía en 2014, cuando empiezo a escribir, después de una larga suspensión del «de Lozada».

Se dice que usa una rica túnica militar con chaparreras, galones dorados, cuello y pecho bordados de oro. No lo creo. No existe ningún retrato de él antes de la foto final.

***

Tiene 46 años. Antes de que termine el día habrá muerto.

***

Tiene 28 años, 1854. Hace años que, bandido famoso e inalcanzable, baja de la sierra de Álica para pegar y robar. Se dice, se cuenta… tantas cosas.

Amnistiado, el año siguiente llama la atención del general y presidente, Su Alteza Serenísima Santa Anna, quien reclama: «La gavilla capitaneada por Manuel Lozada sigue cometiendo toda clase de excesos, pues cuenta con una absoluta impunidad desde que asesinó en la sierra al comisario Simón Mariles».

La trae contra cierta hacienda, la de Mojarras, que ha crecido a expensas de su pueblo. Una vieja historia que empieza en el siglo XVIII.

Extracto de Manuel Lozada, el Tigre de Álica: general, revolucionario, rebelde, de Jean Meyer.

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Manuel Lozada, el Tigre de Álica: general, revolucionario, rebelde, de Jean Meyer, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Tusquets.

‘La presidencia imperial’, una biografía del poder escrita por Enrique Krauze

La recuperación histórica más profunda se dio en la estructura interna del nuevo Estado revolucionario que, con mayor fidelidad que el propio don Porfirio, había adoptado el diseño estático del siglo XVII español, la forma –típica de la dinastía de los Habsurbo- de una arquitectura jerarquizada y corporativa “hecha para durar”; no de una plaza pública, dinámica y abierta, donde los individuos discuten y votan para resolver sus diferencias.

Más acusadas que los virreyes (que tenían contrapesos de poder y límites de tiempo) y tanto como don Porfirio, los presidentes de México seguirían la costumbre de atender lo nimio y lo trascendental, fungiendo a la vez como jefes de Estado y de gobierno. El monarca no sólo ejercía el poder absoluto: el reino era una extensión de su patrimonio personal. Al igual que sus remotos antecesores, los presidentes de México pudieron disponer de los bienes públicos como bienes privados: repartían dinero, privilegios, favores, puestos, recomendaciones, prebendas, tierras, concesiones, contratos.

Extracto de La presidencia imperial, de Enrique Krauze.

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SINOPSIS: La intención del libro es comprender a los presidentes Ávila Camacho, Alemán, Ruiz Cortines, López Mateos, Días Ordaz, Echeverría, López Portillo, De la Madrid y Salinas quienes constituyen la biografía de poder de país.

Érase una vez México 2: Del Grito a la Revolución

Un cura al que se le ocurrió tocar una campana la madrugada de un domingo; despertó a la gente, levantó en armas a todo un pueblo que estaba algo cansado de trescientos años de opresión; que quería libertad e igualdad y que gritó «¡Viva la Virgen de Guadalupe!» y «¡Muera el mal gobierno!». Se fueron a la guerra, se sumaron otros sacerdotes, varios militares y algunos curiosos; a unos los fusilaron, a otros no, y durante once años se mantuvieron un pie de guerra.

Los que sobrevivieron lograron la independencia y decidieron jugar a la monarquía, pero fue un desastre; luego dijeron: «¿Y por qué no mejor una república?». Y también fue un desastre, pero comoquiera lograron sostenerla. Muchos presidentes, unos malos y otros peores; dos proyectos de nación enfrentados; varias constituciones; un caudillo apostador que iba y venía; muchas rebeliones y golpes de Estado; guerras con el exterior; pérdida de territorio; más rebeliones; más pérdida de territorio.

Luego llegaron unos hombres para poner orden, a quienes les decían liberales, pastoreados por otro caudillo, un indio que llegó a ser presidente y que nunca tocó una flauta de carrizo. Se les ocurrió que era buena idea (y lo era) separar el Estado y la Iglesia; pero para otros, los conservadores, no era buena idea y de nuevo la guerra; otra intervención extranjera; un nuevo imperio con su emperador incluido, güerito y de ojos claros, pero que tenía la sangre tan roja como todos y al final ganó la república.

Llegó la hora de la paz, el orden y el progreso, que sonaban muy bien, y comenzó un largo periodo de estabilidad con otro caudillo en el poder. La gente al fin se tomó un respiro. Eso sí, mucho orden y progreso, pero también mucha dictadura. Ferrocarriles, obras públicas, inversiones, luz eléctrica, banca, casas comerciales, de todo como en botica. Pero el dictador que construyó un país, se encargó también de destruirlo porque no supo decir «basta». Y como el perro que se persiguió la cola regresamos al principio: de nuevo una guerra con cara de revolución, un grito: «Sufragio efectivo, no reelección», y un pueblo que quería libertad, igualdad y justicia, y que comenzó el siglo XX gritando también: «¡Muera el mal gobierno!».

De todo eso trata la segunda entrega de Érase una vez México. Es un recorrido por el convulsionado siglo XIX; es la historia de una sociedad que luchó por su independencia y luego se las ingenió para tratar de construir un país independiente. Una historia que comenzó con un grito de guerra (el de la Independencia) y que terminó con otro grito de guerra (el de la Revolución).

Extracto de Érase una vez México 2, de Sandra Molina y Alejandro Rosas.

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Érase una vez México 2, de Sandra Molina y Alejandro Rosas, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello MR Ediciones.

Las verdades de la historia de México, reunidas en dos divertidos libros

En México, el Estado y el gobierno han sido dueños de muchas, muchas cosas: los ferrocarriles, la electricidad, los bancos, el petróleo… Han tenido hoteles, líneas aéreas, periódicos que nadie leía (ni usaba), centros nocturnos y fábricas de bicicletas. Así, no es de extrañar que en nuestro país el Estado y el gobierno hayan sido también durante mucho tiempo dueños de la Historia.

La historia de México no pertenece a los mexicanos. La historia que sabemos, la que en la escuela se nos enseñó, era historia oficial y burocrática, y estaba transida por lo tanto de la misma falsedad y de la misma mentirosa actitud que informa (que deforma) muchos aspectos de nuestra vida nacional. Suele decirse que la historia la hacen los vencedores. En México la deshicieron, y por eso muchas de sus páginas deben desecharse, pues fueron escritas por historiadores que practicaban la historia por dos razones solas: el día 15 y el día último. 

Historia maniquea es todavía la de México. Sus personajes han sido artificiosamente colocados en dos bandos distintos y claramente separados. En uno están los héroes, absolutamente buenos, inmaculados, impolutos, hechos de bronce o mármol y con la frase célebre siempre a flor de labio («Si hubiera parque, no estaría usted aquí», y nadie se preguntaba por qué demonios no había parque ahí). Del otro lado están los malos, los villanos; perversos ellos, traidores todos («traidor» es la palabra más usada por los historiadores paraestatales), malvados, condenados «per saecula saeculorum» al basurero de la historia, que en el caso de la nuestra es más basurero todavía. 

Extracto de La otra historia de México: Hidalgo e Iturbide (1 y 2), de Armando Fuentes Aguirre «Catón».

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La otra historia de México: Hidalgo e Iturbide (1 y 2), de Armando Fuentes Aguirre «Catón», está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Booket,

10 libros para comprender la historia de México

Comprender nuestra historia es entender un poco nuestro momento y actuar actual. Cuando nos referimos a México, han existido un sin fin de instantes específicos que determinaron la sociedad contemporánea del país. Desde los mexicas, pasando por la conquista y la colonia, la Independencia, las leyes de reforma, la Revolución hasta el accidentado siglo XX mexicano,  los revoltijo de cuentos y documentos oficiales y no oficiales hacen un mar de información acerca de la realidad de estos periodos.

El día de hoy hacemos una recolección de títulos que ha lanzado Grupo Planeta que nos ayudarán a comprender estos periodos históricos desde la perspectiva de diversos autores. Los diez libros tienen enfoques subversivos que contribuyen al sentido crítico del los lectores, una de las cosas más importantes que hay que tener cuando se leen libros de historia.

1-     Aztecas para armar- Citlalli Bayardi y Antonio Garci

La propuesta principal de este libro es entregarle al lector una nueva y entretenida forma de conocimiento sobre el auge de la cultura más grande de Mesoamérica, los Aztecas. Con armables.

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2-     Fray Bartolomé de las Casas: El conquistador conquistado- Agustín Yáñez

Fray Bartolomé de las Casas fue un fraile en la época de la conquista que luchó contra todas las adversidades para defender los derechos de los indígenas. Agustín Yáñez hace una exhaustiva revisión histórica que intenta esclarecer las cualidades de este personaje alejándose de los mitos que hay a su alrededor.

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3-     Hidalgo e Iturbide I y II: La gloria y el olvido- Armando Fuentes Aguirre “Catón”

Catón aborda el convulsionado periodo de la Independencia de México y retrata a sus protagonistas sin miramientos. Hidalgo, Morelos, Iturbide, Guerrero, Nicolás Bravo y todos los sin nombres de este periodo que forjó la historia contemporánea de México.

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4-     Érase una vez México 2: Del grito a la Revolución- Sandra Molina y Alejandro Rosas

Este es el segundo libro de una serie que permite al lector abordar con una mirada distinta uno de los periodos más intensos y cruciales en la historia de México. Una vez siendo una nación libre ¿Cuál fue el destino de nuestro país?

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5-     Muertes históricas y Febrero de 1913- Martín Luis Guzmán

Muertes históricas detalla el final de la vida de Porfirio Díaz y Venustiano Carranza, dos personajes cruciales para explicar la historia contemporánea de nuestro país. Febrero de 1913 retrata un fragmento de la Decena Trágica, otro acontecimiento fraguado entre la vileza de unos y la pasividad de otros, el honor es personificado mientras que la rapiña política sale a flor de piel.

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6-     Mis presidentes- Isabel Arvide

De Luis Echeverría a Enrique Peña Nieto, la autora retira la banda presidencial de siete hombres que han desempeñado la más alta encomienda que puede tener un mexicano. Como resultado, el lector encontrará que el ejercicio del poder entraña tantas prerrogativas como tragedias en las que sale a lucir la fragilidad de estos personajes.

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7-     El México que nos duele: crónica de un país sin rumbo- Alejandro Rosas y Ricardo Cayuela Gally

Desde la fundación de la República hasta el proceso electoral de 2006, desde la tradición autoritaria hasta las convulsiones de la democracia, desde nuestros presuntos pactos colectivos hasta el descubrimiento de que, quizás, ni siquiera sabemos a dónde vamos, esta obra provocará irremediablemente enojo y frustración entre el recuento de oportunidades perdidas y corrupción enquistada.

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8-     Anthistoria de México ¿Un pasado sin héroes, nación sin bandera?- Raúl Bringas Nostti

Durante varias generaciones, México ha repetido una historia oficial cargada de proezas, superhombres, actos desinteresados y logros sublimes de sus héroes. Este libro devela la pesada lápida nacionalista rellena de pasiones ideológicas y compromisos institucionales que tenemos que cargar como país y que tanto afecta a nuestro desarrollo como sociedad.

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9-     Pendejadas célebres en la historia de México- Antonio Garci

Un viaje a los anales de la historia de México donde los errores humanos (pendejadas) superan la imaginación de cualquier caricaturista o escritor de ficción. Una investigación cómica e histórica.

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10-   Las vergüenzas de México- Los conspiradores

Eugenio Aguirre, Francisco Martín Moreno, Benito Taibo y Alejandro Rosas hacen un análisis de momentos cruciales en la historia de México por medio de reflexiones a manera de conversaciones entre ellos. Es una revisión de los momentos vergonzosos plagados de traición, ambición desmedida y deshonor.

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¿En qué momento se jodió México?

En 1969, Mario Vargas Llosa publicó Conversación en La Catedral e hizo la célebre pregunta: «¿En qué momento se jodió Perú?». Yo nací ese mismo año, cuando la Revolución mexicana cumplía cincuenta y nueva años y el llamado «milagro mexicano» agonizaba sin remedio; sus estertores anunciaban el inicio de la crisis que terminaron por hundir al país en la desesperanza y la frustración. ¿En qué momento se jodió México, si cuando yo nací ya estaba jodido?

Crecí mirando a mis papás ejercer su derecho al voto, a pesar de que, por entonces, valía poco o nada? Acudían religiosamente a las urnas, más como un acto de fe que como un ejercicio cívico; los dados siempre estaban cargados, así que no había lugar para milagros. ¿Para qué votamos?, se preguntaba gran parte de la sociedad cuando sólo había lugar para el mismo resultado: carro completo.

Me inculcaron el amor a una patria imaginaria que estaba por encima de lo que el sistema político había construido: una vergonzosa simulación de república. En esa patria imaginaria, la noche del Grito era una entrañable reunión familiar, ajena por completo a la retórica patriotera o a los gritos de coyuntura como «¡Viva el Tercer Mundo!», de Echeverría; la bandera tenía un significado profundo a pesar de haber sido expropiada para estampar sus colores en el logotipo del partido oficial, el cual había dejado que la patria se desmoronara en sus manos. Podía sentirme orgulloso de que la familia guardara un pasado revolucionario que no tenía relación con la Revolución que había desvirtuado el propio sistema.

Yo tenía 12 años de edad cuando vio llorar al presidente López Portillo en cadena nacional, y enjugar sus lágrimas con el decreto de nacionalización de la banca; quince, cuando escuché a Miguel de la Madrid declarar ante los medios, en septiembre de 1985, con una ciudad devastada por escenografía, que estábamos preparados para «atender la situación» y no necesitábamos ayuda del exterior. ¿Renovación moral de la sociedad? Tan sólo una ironía.

A los 25, también desperté de una larga fantasía: la moneda mexicana no se llamaba peso, sino UDI. Rebasaba ya los treinta cuando sacamos al PRI de los Pinos sólo para construir una realidad alternativa, el paraíso de la inconsciencia, llamado Foxilandia. Hoy tengo cuarenta años y el país navega a la deriva, sin orden ni concierto.

¿En qué momento se jodió México?

Extracto de El México que nos duele: Crónica de un país sin rumbo, de Alejandro Rosas y Ricardo Cayuela Gally.

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El México que nos duele: Crónica de un país sin rumbo, de Alejandro Rosas y Ricardo Cayuela Gally está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Booket.