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Sorprendentes historias sobre la capacidad intelectual de los animales en “¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales?”, de Frans de Waal

A través de estas páginas, hallarás conmovedoras historias de cooperación y empatía entre delfines, divertidísimos ejemplos sobre la memoria visual de algunas aves o asombrosos relatos sobre un incipiente sentido del bien y del mal en los primates superiores y su capacidad para anticiparse al futuro.

Te compartimos un extracto de Pozos Mágicos, primer capítulo de “¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales?”, autoría del renombrado primatólogo y etólogo Frans de Waal.

“Pozos Mágicos

Convertirse en un bicho

Al abrir los ojos, Gregor Samsa se despertó dentro del cuerpo de un animal sin especificar. Provisto de un exoesqueleto duro, la ‘horrible sabandija’ se escondía bajo el sofá, reptaba arriba y abajo por las paredes y el techo, y le encantaba la comida podrida. La transformación del pobre Gregor incomodó y disgustó tanto a su familia que su muerte fue un alivio para todos.

‘La metamorfosis’ de Franz Kafka, publicada en 1915, fue una singular salva de apertura de un siglo menos antropocéntrico. Al elegir una criatura repulsiva para mayor efecto metafórico, el autor nos fuerza desde la primera página a meternos en la piel de un bicho. Hacia la misma época, Jakob von Uexküll, un biólogo alemán, llamó la atención sobre el punto de vista del animal, el Umwelt (que en alemán significa ‘mundo circundante’). Para ilustrar este nuevo concepto, Uexküll nos invitó a dar un paseo por diversos mundos, con objeto de hacernos ver que cada organismo percibe el entorno a su manera. Su primer ejemplo era la garrapata, que no tiene ojos y trepa a un tallo de hierba a la espera de oler el ácido butírico que emana de la piel de los mamíferos. Puesto que los experimentos han evidenciado que este arácnido puede pasarse hasta dieciocho años sin alimentarse, la garrapata tiene tiempo de sobra para encontrarse con un mamífero, caer sobre su víctima y atiborrarse de sangre caliente, después de lo cual ya puede poner sus huevos y morir. ¿Podemos entender el Umwelt de la garrapata? Parece una visión del mundo increíblemente pobre en comparación con la nuestra, pero Uexküll contemplaba esta simplicidad como una ventaja: el objetivo de la garrapata en esta vida está bien definido, y pocas cosas la distraen.

Uexküll examinó otros ejemplos para mostrar que un mismo entorno ofrece cientos de realidades propias de cada especie. Esto es muy diferente de la noción de ‘nicho ecológico’, que concierne al hábitat necesario para la supervivencia. El Umwelt se refiere al mundo subjetivo centrado en el propio organismo, que representa sólo una pequeña fracción de todos los mundos perceptibles. Según Uexküll, los diversos mundos subjetivos no son comprensibles ni discernibles para todas las especies que los construyen. Algunos animales perciben la luz ultravioleta, mientras que otros viven en un mundo de olores, o tantean su camino bajo tierra, como el topo estrellado. Unos se sientan en las ramas de un roble, otros viven bajo su corteza, mientras que una familia de zorros excava una  madriguera entre sus raíces. Cada uno de estos animales percibe el mismo árbol de manera diferente.

Nosotros, que somos una especie altamente visual, compramos aplicaciones para teléfonos móviles que convierten imágenes en color en lo que perciben las personas sin visión del color. También nos vendamos los ojos para simular el Umwelt de los invidentes y así aumentar nuestra empatía. Pero mi experiencia más memorable con un mundo ajeno fue criando grajillas (parientes pequeñas de los cuervos). Dos de ellas vivían justo debajo de mi ventana del cuarto piso de una residencia de estudiantes, así que podía verlas ir y venir. Cuando eran jóvenes e inexpertas las seguía con gran apuro, como cualquier buen padre. Solemos pensar que el vuelo es algo que surge de manera natural en las aves, pero lo cierto es que es una habilidad que debe aprenderse.  El aterrizaje es lo más difícil, y siempre temía que se estrellaran contra algún vehículo. Comencé a pensar como un ave, construyendo un mapa mental del entorno como si buscara el sitio perfecto para aterrizar, y evaluando cada objeto distante (una rama, un balcón) con este objetivo en mente. Tras un aterrizaje exitoso, mis grajillas expresaban su contento con un ‘caw-caw’. Luego yo las llamaba para que volvieran, y vuelta a empezar. Cuando ya se habían convertido en voladoras expertas, me deleitaba con sus juguetonas cabriolas en el aire como si estuviera volando con ellas. Me había metido en el  Umwelt de mis pájaros, aunque fuera de manera imperfecta”.

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Una obra sorprendente y polémica sobre la capacidad intelectual de los animales.