Archivo de la etiqueta: Editorial Joaquín Mortiz

«La querella de México» de Martín Luis Guzmán

Propendemos los mexicanos, por razones educativas, a ver siempre las cuestiones que atañen a nuestro país –tan peculiar en su origen, en sus elementos formativos y en su historia –paralelamente a las que ha suscitado la vida de otros pueblos a los cuales nos parecemos muy poco. No sospechamos que debe existir una substancia propia en el fondo de cualquier idea nacional para que sea fecunda, y que sólo como luces o rectificaciones accidentales pueden añadírsele las influencias extrañas. Bien a causa de nuestra pereza mental, bien por estar acostumbrados al brillo e interés de los aspectos últimos del pensamiento europeo, no buscamos tener vida intelectual auténtica ni en lo que arranca del corazón mismo de los problemas sociales mexicanos. Estamos condenados a cierta condición perdurable de dilettanti. En el mejor de los casos no pasamos de ser solícitos espectadores de cuanto sucede más allá de nuestras fronteras, más allá de los mares. Casi no tenemos arte vernáculo; carecemos de filosofía y ciencias propias; nuestra religión nunca ha provocado entre nosotros conflictos de carácter meramente espiritual. No niego –eso no- que de vez en cuando nos vanagloriamos de no sé qué investigaciones y descubrimientos mexicanos; tampoco falta en nuestras escuelas la figura de tal cual varón sapientísimo cuya ciencia ponderan todos, todos ensalzan, si bien a nadie es dado comprobarla por sí mismo, pues esos nuestros sabios poco hablan y jamás escriben; ni es raro en nuestro país el ánimo esforzado de alguno que, de buenas a primeras, se sienta a escribir un libro para enmendar la plana al sabio extranjero del día: en México se desconoce la enorme labor, nunca interrumpida, que se requiere en el mundo de la ciencia para pretender la borla. Vivimos aún en la dorada etapa del genio, del hombre maravilloso que, en un rato perdido, se torna grave y explica el mundo. Además confundimos las ideas, confundimos los valores: creemos que lo mismo es un abogado que un humanista, un cirujano que un biólogo, un boticario que un químico. Habituados a hojear un libro hoy y otro mañana, suponemos que así se encuentra la directriz de la vida de un pueblo. ¿Hay nada más común, y al mismo tiempo más horrible que esa facilidad con que cualquiera se improvisa catedrático en nuestras escuelas? Y ya no hablo de aquellas ocasiones en que, llevado de un entusiasmo generoso o ante una laguna inesperada, alguien se pone a enseñar materias extrañas a su especialidad; aludo a la improvisación sistemática, a la creencia de que lo más enmarañado puede aprenderse en un día y enseñarse en el siguiente. Para los mexicanos, el discernimiento es un juego –juego que poco practican-; y como gente que piensa poco, ignoran que nada hay más difícil que manejar ideas. Somos dilettani.

Extracto de «La querella de México» de Martín Luis Guzmán.

portada_la-querella-de-mexico_martin-luis-guzman_201501272020

SINOPSIS Hace 100 años que se publicó esta novela, y Martín Luis Guzmán dejó clara sus ideas sobre las cuestiones importantes en México, así como los personajes de la Revolución –movimiento, en el cual, el autor estuvo unido-. Exponiendo los defectos del mexicano, Guzmán advierte que los lectores se acerquen a leer sin ira y con provecho.

portada_la-querella-de-mexico_martin-luis-guzman_201501272020.jpg
Martín Luis Guzmán

Cien años después de su publicación, aún asombran la vigencia y el poder que tienen las ideas de Martín Luis Guzmán en el México de hoy.

‘Las tierras flacas’ de Agustín Yáñez

-Ave María. Buenos días les dé Dios, ¿cómo amanecieron?

La luz del sol tocó en esos momentos la cumbre de la Tapona; pronto por la sierra de Cardos asomaría la rueda colorada. El valle se iluminaba con la refulgencia del cielo. Se disipaban los últimos bancos de neblina, confundidos con el humo que subían de las casas. Los mugidos de las reses, alargados en resonancias poderosas, dominaban los cantos de los gallos y los ladridos.

Como no le contestaban, el hombre se apeó del caballo, lo ató a la puerta de mano y concilió a los perros por sus nombres:

-Nerón, Herodes, Caifás, ¿ya no me conocen? –volvió a gritar hacia la casa con más fuerza-: Rómulo, compadre, comadrita, doña Merced, cómo amanecieron.

Enjugándose manos y brazos en el delantal, apareció una mujer.

-Ave María Purísima…

-Sin pecado original concebida. Qué anda haciendo tan temprano, compadre. Sosiéguense, demonios.

-Estuve gritando.

-No lo había oído. Con el ruido de la torteada. Salí a los ladridos. Ah, cómo aturden, perros condenados.

-¿Mi compadre?

-fue a echarle una vuelta al Epifanio, que sigue terco en lo que la máquina o la tierra, el cochino malentraña. Pero pase, compadre, para que almuerce. Rómulo no ha de tardar: se fue todavía a oscuras la mañana.

-Qué ¿ordeñó tan pronto?

-Qué quiere ya que ordeñemos. Las dos últimas vaquitas que nos quedaban se fueron –la voz combinó sufrimiento y dureza-: cómo también tendrán que irse pronto las yuntas de bueyes, los gallos, los perros y quién sabe si hasta la casa –dominada por la ola de amargura, la mujer añadió-: pero ésta no la quieren sin la tierra. Sobre todo es un capricho llevarse la máquina. Y a Rómulo se lo he dicho: primero me llevan a mí. En fin, pase, compadre, ¿de qué sirve renegar contra loa que Dios dispone? Echaré unas tortillas calientes para usted. Bendito sea Dios que todavía no nos faltan, y los frijolitos, el atole, los chiles.

-El coraje me agarrota la lengua, las quijadas; métase a la cocina, comadre; yo aquí espero, en el patio, a mi compadre; métase antes de que se me desatraganten las palabras y pueda oírme la sarta de barbaridades que me queman la sangre con lo que ha dicho, comadrita, que apenas puedo creer a dónde llega ese sinvergüenza; yo aquí espero; siga su quehacer.

Extracto de «Las tierras flacas» de Agustín Yáñez.

YAÑEZ

SINOPSIS Tierras Flacas sustituye la vida municipal por la vida del campesino. En un tiempo del México rural después de la Revolución, con una problemática social y abuso de poder por los opresores.

portada_las-tierras-flacas_agustin-yanez_201503252103.jpg
Agustín Yáñez

En Las tierras flacas el autor reencuentra su “campo vital”, entra de nuevo en contacto con las criaturas que ama y comprende.» Emmanuel Carballo