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¿Qué es el éxito? ¿Realmente vale la pena alcanzarlo?

Desde 1968, cuando estallaron las revueltas estudiantiles y las protestas de una contracultura occidental, cundieron las predicciones críticas  con la civilización sobre el “final del crecimiento” y surgió un movimiento ecologista políticamente cada vez más exitoso, el propio capitalismo de posguerra había caído en contradicciones crecientes.

A partir de mediados de la década de 1970, nada menos que los conservadores comenzaron a condenar el materialismo con múltiples alusiones a la física cuántica y la teoría de la información y en nombre del inmaterialismo, aunque con propósitos muy distintos de los de la izquierda.

El poder establecido había constatado con espanto cómo el movimiento de protesta de los años sesenta había logrado penetrar rápidamente en los sistemas del poder. Veinte años después, muchos de ellos no solo habían cambiado de bando y hallado en la revista Wired una plataforma, sino que a partir de ahora las nuevas tecnologías de las tecnologías de la información infectaban como un virus informático los códigos del ambiente antisistema. De esas nuevas tecnologías surgieron al cabo de pocos años la “nueva economía” y el “neoliberalismo”.

El empresario estadounidense George Gilder, archiconservador y asesor del presidente de su país, quien le había hablado de la “economía del espíritu” (y escrito el prólogo de su libro), pronunció exactamente diez años después del discurso de Reagan en el corazón del comunismo una conferencia en el Vaticano.

En ese espacio de tiempo, la revolución digital había avanzado a velocidad vertiginosa, es más, había convertido los muros en redes. Gilder tituló su discurso “El alma del silicio”, y era un sermón sobre la nueva economía del espíritu. “Ya no hay nada duro o físicamente determinado en la teoría actual del átomo”, exclamó. “La raíz de todos los cambios económicos de nuestra época es la superación de la sustancia material”.

Gilder atacó con desdén los “temores enfermizos” de los nuevos movimientos sociales sobre “las energías no renovables, las reservas finitas y los límites del crecimiento”. Esta gente, según él, apostaba por la carne y la materia e ignoraba la buena nueva de la ciencia y la vieja de la religión: “El mundo no está preso, el ser humano no es finito y el espíritu del hombre no está encerrado en la cabeza”.

Lo que valía para la globalización también valía para cada individuo.

Por lo visto, al público ante el que habló no le llamó la atención que ahora lo inmaterial, el alma misma, se convertiría en mercado. Gilder, que entonces era uno de los precursores más influyentes de la nueva economía y autor bien visto en Wired, no dejó lugar a dudas de que el “destino” en este nuevo mundo sin límites es lo que hace cada uno con su vida. Ni las limitaciones materiales ni -un factor todavía más decisivo- las casualidades imprevisibles podían frenarle, o, si las cosas iban mal, justificarle.

Lo que siguió fue un espectacular experimento en tiempo real que solo puede compararse con el desaparecido laboratorio socialista: el retorno del pensamiento mágico de la mano de la ciencia al mundo del siglo XXI.

Reagan todavía no había hablado como lo haría el servicio de pedidos del universo de frigoríficos que por mor de pura fantasía se encuentran en nuestras cocinas (del mismo modo que después, en la crisis inmobiliaria, incluso se construyeron casas enteras por pura fantasía), pero estaba claro quién era responsable si no estaban en la cocina: uno mismo.

En 1998, con motivo del quinto aniversario de la revista estadounidense Wired, que unió como ninguna otra el aura de la contracultura con la nueva economía, Gilder pudo proclamar el fin de la “tiranía de la materia”, y la redacción le secundó en un editorial titulado “La situación del planeta”, una alusión directa a los informes de tinte pesimista del Club de Roma:

“En este sistema económico, nuestra capacidad para crear riqueza ya no está constreñida por límites físicos, sino únicamente por nuestra capacidad para desarrollar nuevas ideas; en otras palabras, es ilimitada”.

El periodista Kevin Kelly, quien había sido hippie y procedía del movimiento Whole Earth antes de convertirse en redactor jefe de Wired, profetizó por la misma época que el “mundo hecho” sería penetrado por la fuerza pura del “espíritu global”.

El dominio del espíritu sobre la materia no es en absoluto una idea nueva. Es el dogma de la industria publicitaria, que a lo largo del siglo había perfeccionado continuamente la manipulación del alma. Ahora se convertiría en el modelo de negocio no solo para los ciberprofetas, sino también para el vendedor de automóviles de ocasión de la esquina.

En el libro más influyente de la era, New Rules for the New Economy, Kelly escribió que los principios que rigen el mundo de los programas informáticos, los medios de comunicación y los servicios “regirán pronto en el mundo de las máquinas, en el mundo de la realidad, de los átomos, de los objetos, de acero y el aceite, y en el del duro trabajo con el sudor de la frente.

Siempre ha existido una ética que responsabiliza al individuo de sus éxitos y sus derrotas. Quien tiene éxito lo tiene, según postula The Secret, porque lo ha atraído. Del mismo modo que a un amigo o amiga en la red social.

“Un único individuo con un ordenador de sobremesa”, había dicho Ronald Reagan, “puede comandar más recursos que cualquier gobierno hace algunos años”. Esto lo habían interpretado solo literalmente The Secret y otros tratados similares. Puedes tenerlo todo significa: tu bicicleta, tu nevera, tu televisor, tu puesto de trabajo y tu alma ya no sirven y sigues esperando a que te inviten a la televisión porque tú mismo ya no sirves y hay que renovarte.

En 2006, dos años antes de la bancarrota de Lehman Brothers, el Time Magazine resumió el ambiente de grandes expectativas en un reportaje de portada: “Quiere Dios que seas rico?”. La respuesta fue: sí quiere.

Lo que supone dudar de la voluntad divina lo tuvo que experimentar en propia carne, ese mismo año, un hombre llamado Mike Gelband, responsable del departamento inmobiliario de Lehman Brothers. En su alocución  dijo inesperada y visiblemente alarmado: “Tenemos que replantear nuestro modelo de negocio”, y fue despedido.

Si quieres saber más sobre el éxito y su relación con el ego y el capitalismo, no dejes de leer Ego: las trampas del juego capitalista, de Frank Schirrmacher.

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Ego: las trampas del juego capitalista, de Frank Schirrmacher, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Ariel.

4 anarquistas modernos que debes conocer

El anarquismo sobresale por encima del resto de ideologías por una razón clara: no existe como tal si la práctica no va unida a la teoría. Una persona anarquista, cooperativa, mutualista, individualista, naturista, atea, neomalthisiana o humanitarista puede siempre comportarse como tal en la vida pública y privada, en cualquier entorno cotidiano. Baste con que desafíe poderosamente a la autoridad y a la desigualdad.

A continuación, te contamos sobre tres representantes actuales del anarquismo, a las que vale la pena seguirles la pista.

Uri Gordon (1976)

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Es sin duda uno de los referentes del anarquismo antiglobalizador actual. Trabaja codo con codo con Indymedia, Acción Global de los Pueblos, o Anarquistas contra el Muro. Parte de sus escritos aparecen en Anarchy Alive! y en varios artículos donde investiga la propia historia del movimiento. Los Anarquistas contra el Muro (AAW) son un grupo autónomo israelí que se niega a la construcción del muro de Gaza que separa a los palestinos. Este grupo, caracterizado por sus métodos de acción directa, toma a veces el nombre de “Judíos contra los Ghettos” y se coordina con activistas anarquistas palestinos. Sus primeras acciones se produjeron en diciembre de 2003, cuando el activista Gil Na’amati fue herido por el ejército de Israel. Una acción que fue difundida en video a todo el mundo. Los judíos tienen tras de sí una importante tradición de lucha dentro del anarquismo que depasa el presente volumen. El hecho de constituir una población sin Estado y con una larga trayectoria de emigraciones les hace aceptar las ideas anarquistas e incluso editar varias publicaciones en yiddish como las que editan Rudolf Rocker o Josef Issil en el siglo XX. La idea comunalista de los Kibutz después de los asentamientos posteriores a la Shoah debe mucho también las ideas federalistas y descentralizadoras que provienen de los judíos rusos impregnados de Kropotkin o Tolstoi o del Martí Buber.

Stéphane Hessel (1917-2013)

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Dio nombre a los indignados a raíz de la publicación de un opúsculo que no pasó desapercibido en octubre de 2010. Se editaron legalmente unos cinco millones de copias. Se le considera el inspirador del movimiento de los indignados españoles, del movimiento americano de los okupantes de Wall Street y de varios más. Los indignados no son en sí mismos un colectivo anarquista, aunque su toma de decisiones en asamblea y la revocabilidad de los cargos o delegaciones tiene mucho de principio federativo y de apoyo mutuo. La ocupación de calles y plazas es un fenómeno todavía muy nuevo y tendremos que esperar para realizar un análisis desapasionado del mismo.

David Graeber (1961)

David Grarber / RAGEMAG

Antropólogo y en la estela de Pierre Clastres, es uno de los autores que actualmente escriben sobre anarquismo. En su libro Acción Directa: Una Etnografía (2008) explica que los anarquistas estadounidenses pueden ser descritos como “anarquistas sin adjetivos”, es decir, pocos pueden ser considerados estrictamente anarquistas. Sus posiciones sobre la ecología social, herederas del pensamiento prionero de Murray Bookchin que defiende el activismo social y organizado en la lucha ecológica, le han llevado al activismo social y a ser detenido en diversas ocasiones. En 2002 fue detenido en las protestas contra el Foro Económico Mundial en Nueva York. En sus obras investiga sobre las relaciones del dinero y la deuda en la historia de la humanidad y sobre otras formas de dones y cooperación. Sus escritos, realmente provocadores, atacan por igual al capitalismo o a la propia institución académica de la que ha sido expulsado.

Peter Gelderloos

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Hace su aportación al tema en Cómo la No-Violencia protege al Estado (2007) y aboga por una posición cercana a los clásicos, en especial a los geógrafos anarquistas Kropotkin y Reclus. Gelderloos propone no esquilmar el planeta en sus combustibles fósiles y volver al cultivo responsable en las comunidades locales como forma de salvar la Tierra. Naturalmente propone la abolición del capitalismo y la horizontalidad en las relaciones entre aldeas y regiones. Una de sus obras más divulgadas es Una solución anarquista al calentamiento global. Detenido en Barcelona en 2007, es un activista crítico del veganismo del que realiza una denuncia como consumismo en la sociedad capitalina. Es un activista del movimiento Comida, No Bombas.

Si quieres saber más sobre la anarquía, sus fundamentos y representantes a través de la historia, no te pierdas Anarquismo, de Dolors Marin.

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Anarquismo, de Dolors Marin, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Ariel.

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«En la Humanidad hay dos tipos de personas: las que obedecen y aspiran a ser obedecidos, y las que desafían la autoridad: ni obedecen, ni quieren ser obedecidos. Su máxima es la Libertad».

Mijaíl Bakunin

¿Qué tiene que ver Voltaire con los atentados terroristas del Estado Islámico?

En la gran manifestación que se celebró en París después de los asesinatos de Charlie Hebdo, encabezada por jefes de Estado de numerosos países, se enarbolaron innumerables pancartas con el lema “Je suis Charlie”. Bastantes de ellas llevaban también la silueta inconfundible de Voltaire. Y en los días posteriores se vendieron en Francia decenas de miles de ejemplares del “Tratado sobre la tolerancia”, una de las obras emblemáticas del príncipe de los ilustrados. Es curioso, algo semejante ocurrió cuando el ayatolá Jomeini lanzó su “fatwa” mortífera contra Salman Rushdie por su libro “Versos satánicos”. Yo estaba en Londres y recuerdo que en la manifestación de apoyo a Rushdie en Trafalgar Square vi una pancarta portada por un grupo de caballeros con aire de profesores oxonienses que decía: “¡Avisad a Voltaire!”.

Maravilla esa persistencia de su figura como emblema de la lucha contra el fanatismo y en defensa de las libertades amenazadas, sobre todo la de conciencia y también la de expresión (sin la cual la otra queda mutilada). Antes que Zola y su “J’accuse!”, mucho antes de que Bertrand Russell se manifestara en esa misma Trafalgar Square o Noam Chomsky lo hiciese en Berkeley, Voltairé escribió y luchó por que se devolviese su honor a Jean Calas, un protestante acusado injustamente por serlo de haber asesinado a su propio hijo. Pero sobre todo identificó la enfermedad cuya intransigencia más hace peligrar la convivencia en cualquier comunidad civilizada: el fanatismo. El fanático no es quien tiene una creencia (teológica, ideológica o la que fuere) y la sostiene con fervor, cosa perfectamente admisible porque tampoco el escepticismo o la tibieza son obligatorios (aunque algunos los tengamos por aconsejables…). El fanático considera que su creencia no es simplemente un derecho suyo, sino una obligación para él y para todos los demás. Y sobre todo está convencido de que su deber es obligar a los otros a creer en lo que él cree o a comportarse como si creyeran en ello. Con demasiada frecuencia, el fanático no se conforma simplemente con vociferar o lanzar inocuos anatemas, sino que aplica medios terroristas para imponer sus dogmas, sea desde el poder o desde la clandestinidad homicida. La persona humanista y civilizada pide las cosas por favor, el terrorista las exige por pavor. Voltaire fue quien primero resumió esta peligrosa manía en una fórmula lapidaria: “¡Piensa como yo o muere!”.

Si quieres saber más sobre Voltaire y por qué sus postulados están hoy más vigentes que nunca, entonces deber leer Voltaire contra los fanáticos, de Fernando Savater.

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Voltaire contra los fanáticos, de Fernando Savater, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Ariel.

¿Cómo saber si tu hijo(a) es una posible víctima de bullying?

Nadie desea que su hijo sea lastimado. ¡Cómo nos duele cuando lo vemos sufrir por un romance que termina! Es mucho más intenso aún cuando se convierte en objeto de tortura, crueldad y/o maltrato. Queriéndolo como lo hacemos, lo único que nos interesa es alejarlo lo antes posible del potencial depredador. Nuestras estrategias se concentran en analizar el exterior, en lo que rodea al niño, para idear la manera de protegerlo y evitar que lo dañen.

Por supuesto, hay muchas situaciones en las que puedes ser una “víctima circunstancial”. Por ejemplo, si estás en el banco en el momento de un asalto o si, sencillamente, un rayo te cae encima, sufrirás las consecuencias de lo que te sucedió sólo por estar en el lugar y momento equivocados. Pero, en muchos otros casos, tratas de cuidar cada uno de los detalles para que tu hijo no padezca ningún mal. Así, llamas a los padres del amigo que lo invitó a dormir para verificar que todo esté en orden o procuras no estar en sitios inadecuados para niños en horas imprudentes.

Si has visto en televisión documentales sobre la vida animal, habrás notado que cuando la leona sale a cazar no persigue a los miembros jóvenes y fuertes de la manada. De alguna manera, logra localizar al cachorro, al enfermo o al viejo, y a ese lo convierte en su presa. Sabe distinguir para poder alimentarse ese día.

Estoy convencida de que algo similar sucede con las personas. Todos “emitimos” señales distintas que otros pueden leer, indicando características específicas sobre nuestra personalidad. Si un hombre controlador va a un bar, sabrá identificar cuáles son las mujeres más dóciles y fáciles de manejar, e irá tras algunas de ellas. Sería absurdo que se acercara  a una que también fuera controladora, pues a él le costaría mucho trabajo tener el mando en la relación, que finalmente es lo que está buscando.

Estas conductas, gestos y expresiones que permiten a la gente conocer parte de nuestra personalidad suelen ser inconscientes. Puedes pasar años emparejándote con personas con las mismas características, preguntándote por qué te pasa esto a ti.

Tu hijo, de la misma manera, entrega señales de su carácter: su comportamiento, tanto en el colegio como fuera de él, expresa quién es, y los agresores, abusadores, aprovechados e incluso los criminales del mundo sabrán identificar si es o no una de sus víctimas potenciales.

Pero no he respondido la pregunta que titula este capítulo: ser víctima, ¿se nace o se hace? En el caso de la “circunstancial”, sabemos que esta surge por el contexto. Es su presencia en un lugar y momento determinado lo que finalmente le perjudica. En cambio, de toda una sala de clases el agresor selecciona a un niño en particular para lastimar. A pesar de que muchos pequeños tengan las características físicas y la edad que atraen a un abusador sexual, este elegirá sólo a quien detecte que puede seducir. Y estas señales son una combinación entre la personalidad de tu hijo y la manera en que fue criado. En este sentido, entonces, la víctima nace (temperamento), pero también se hace (crianza).

Hay rasgos con los que se nace y cada persona tendrá esas particularidades hasta el día de su muerte. Sin embargo, como padre de familia puedes enseñarle a tu hijo a conocerse mejor para que él pueda identificar sus fortalezas y debilidades, manejarlas para lograr sus objetivos y aprender a protegerse. Por otro lado, con tu estrategia educativa tu pequeño puede ir fortaleciendo su carácter para que sepa defenderse sin ser violento; mostrar seguridad y confianza en sí mismo sin ser prepotente; tener una vida digna y valiosa, resguardándose de los abusadores del mundo, y construir una vida buena y feliz.

Si quieres saber cuáles son las claves para construir el carácter de tu hijo y evitar que sufra de bullying, tienes que leer No más víctimas, de Mónica Bulnes.

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No más víctimas, de Mónica Bulnes, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.

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Mónica Bulnes

Consejos para criar hijos con buena autoestima, capaces de defenderse de posibles abusos.

2 formas de entender el crimen, según el cine mexicano

La película “Todo el poder” (Fernando Sariñana, 1999) se concibe bajo la perspectiva que considera al Estado una organización criminal que provoca la reacción de una sociedad justiciera. Se trata de un thriller de humor negro que nos hace ver que los hechos de violencia alguna vez considerados incidentes extraordinarios ocurren a todas horas, de manera que la cámara de Gabriel Castro (Demián Bichir) captará, sin proponérselo, algún asalto, disparo o robo en cualquier punto de la Ciudad de México. En una de las primeras secuencias, Gabriel se encuentra reunido con sus amigos en un restaurante elegante cuando irrumpe un grupo de enmascarados -que pronto sabremos que son los mismos policías que se habrán de encargar de las investigaciones del asalto-, que además de despojar a los comensales de sus objetos de valor, le roban a Gabriel la camioneta de su ex esposa. Semidesnudo entre las demás víctimas, jura que esta será la última vez que lo roban. Significativamente, su amiga Frida esconde la cámara de la vista de los asaltantes. Instrumento preciado de registro y denuncia, la cámara va a desempañar un papel central en la trama: es una forma eficaz de combatir a las fuerzas criminales que han instalado el estado de inseguridad. Gabriel emprende el juego del detective ciudadano (que veremos también en las novelas de tema policial) y, finalmente, coordina un grupo que roba a los ladrones, asalta a los asaltantes y secuestra a los secuestradores, acciones que sustentan lo que sería la tesis de la película: la solución irónica de que el crimen perpetrado por los policías sólo podría detenerse si los ciudadanos emprendieran la increíble hazaña de espiarlos, asaltarlos, secuestrarlos y denunciarlos a través de los medios, deseo ficticio que se estrella contra nuestra desesperanzada certeza de que todo el filme es un juego irrealizable. De ahí su humor negro. Reírse de la desgracia nacional parece ser la única forma de sobrevivirla. La audiencia responde al unísono con una amarga carcajada ante el incesante sucederse de hechos delictivos.

Jorge Ayala Blanco, en una crítica poco amable de esta cinta, apunta a que “Todo el poder” se restringe a la visión clasemediera del postsalinismo (1995 en adelante) con su “crítica superficial y frivolaza” de la inseguridad. La clase media honesta y trabajadora es víctima de las bandas de delincuentes organizadas y comandadas por las propias autoridades. Mientras que la película “El criminal” identifica como víctima al hombre de bien del medio rural, y con ello defiende una moral del patriarcado tradicional, “Todo el poder” presenta como víctima a la clase media urbana, donde hombres y mujeres comparten en papel heroico. Esta distinción de género se aleja de la figura del hombre justiciero cuya habilidad con las armas es clave en la lucha contra el Estado criminal. Por ello es importante notar que “Todo el poder” se realiza bajo el supuesto de que la reducción del crimen es posible gracias al azar perfecto en favor de las víctimas y el espionaje inadvertido a los policías por los ciudadanos. Utopía que no cree en sí misma, en esta película convergen, sin embargo, la visión del gobierno como enemigo de la sociedad, propia de las disidencias políticas, y el discurso conservador de la clase media que percibe en los delincuentes al sector inmoral y lumpen al servicio del crimen organizado de alta jerarquía oficial.

Aunque se construyen sobre estéticas completamente distintas y describen estructuras sociales opuestas (campo versus ciudad, sociedad basada en valores patriarcales versus sociedad con mayor equidad de género, etcétera), “El criminal”, “El infierno” y “Todo el poder” coinciden en plantear las siguientes hipótesis con respecto a cómo se presenta la criminalidad en el cine mexicano reciente:

1. El Estado es un aparato criminal. El Estado de terror que surgió como una necesidad de mantener la hegemonía ante la amenaza de los disidentes políticos durante la Guerra Fría continua como parte de un negocio que incluye robo, secuestro, asesinato por encargo, tráfico de estupefacientes y armas, donde los miembros de la policía y los funcionarios públicos son imaginados como los principales enemigos de la sociedad civil.

2. Se propone como una posición política legítima la lucha contra el aparato del crimen oficial, donde la población civil, identificada como agente de bien, toma en sus manos la responsabilidad de luchar contra el Estado. Esto sugiere un deseo utópico de vivir en un mundo libre de coerción oficial donde el control estaría a cargo de los ciudadanos.

Si quieres saber más sobre la forma en que el crimen es representado en el cine y la literatura mexicanos, y qué dice esto de nuestra sociedad, entonces lee Nación criminal: narrativas del crimen organizado y el Estado mexicano, de Héctor Domínguez Ruvalcaba.

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Nación criminal: narrativas del crimen organizado y el Estado mexicano, de Héctor Domínguez Ruvalcaba, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Ariel.

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Héctor Domínguez Ruvalcaba

Narrativas del crimen organizado y el estado mexicano.

Las ventajas y desventajas de tirar la hueva

Rainer María Rilke era una persona sensible, no compatible con su época. La Europa de los primeros años del siglo XX fue testigo del nacimiento brutal de la economía industrial moderna y de los horrores de la Primera Guerra Mundial. Durante ese periodo, también nació la creciente obsesión de la clase capitalista por medir el tiempo y maximizar la eficiencia del trabajador. Y fue entonces también cuando los primeros atisbos de la naciente industria de la administración del tiempo empezaron a envolver la cultura con sus tentáculos. Por primera vez, se multiplicaban los relojes en oficinas, fábricas y hogares. Los trabajadores se concebían como máquinas insertas en un sistema ideado para producir ganancias para los propietarios de la economía. Con ese telón de fondo, el introspectivo y sensible Rilke sacrificó el amor romántico, la familia y las comodidades materiales en aras de su arte.

Rilke sabía que dedicar tiempo a no hacer nada era fundamental para su proceso creativo. Aspiraba a entregarse al ocio con alegría, lo que para nuestros oídos de un siglo XXI sobrecargado de trabajo y atiborrado de tareas suena sorprendente. Gozar del ocio es anatema a nuestra creencia cultural de que si no desarrollamos una continua actividad, no aprovechamos al máximo nuestro potencial, creencia que nos enseñan de manera implícita desde nuestra infancia.

Investigaciones recientes han revelado que es probable que algunas formas de autoconocimiento  solo se nos presenten en estado de ocio. La red neuronal por defecto se activa solo cuando estamos en reposo, pero también cuando centramos nuestra atención en nosotros mismos y nos entregamos a la introspección. La mente empieza a vagar, y los contenidos de nuestro inconsciente se filtran en la conciencia. La red neural por defecto nos permite procesar información vinculada a relaciones sociales, nuestro lugar en el mundo, nuestras fantasías respecto al futuro y, por supuesto, las emociones.

Desde una perspectiva neurocientífica, Rilke estaba aprendiendo a permitir que regiones cerebrales, como la corteza prefrontal medial, informara acerca de imágenes y asociaciones provenientes de regiones cerebrales como el hipocampo o el neocórtex, cuyos contenidos más profundos no ingresan, a veces, en la conciencia. En nuestra lucha continua por alcanzar el éxito o incluso conservar nuestro trabajo, usamos las partes de nuestro cerebro que procesan los eventos externos inmediatos.  Esa red, centrada en el exterior, apaga la red neural por defecto y nos impide acceder a lo que puede ocurrir en el resto del cerebro. No obstante, nuestro cerebro está generando emociones y respondiendo a ellas de manera continua, y toda esa energía emocional debe disiparse en algún lugar.

Rilke también debió lidiar con ciertos accesos de depresión, debidos posiblemente a su implacable actitud respecto de sí mismo en el autoexamen: permitía que todos los aspectos desagradables de su mundo interno afloraran en la conciencia para poder analizarlos. Y aquí vemos la delgada línea que separa la cumbre de la genialidad del abismo de la depresión y la locura. Rilke vivió buena parte de su vida adulta en las proximidades de esa línea.

Si quieres saber más sobre las ventajas y desventajas de tirar la hueva, tienes que leer El arte y la ciencia de no hacer nada, de Andrew J. Smart.

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El arte y la ciencia de no hacer nada, de Andrew J. Smart, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.

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Andrew Smart

Aprende a optimizar tu tiempo con los descubrimiento más actuales de la neurociencia

Si conoces a alguien con estas características, podría ser un maldito asesino en serie

La psicopatía representa un cuadro clínico clasificado como un trastorno de personalidad, que incluye un conjunto de rasgos de naturaleza interpersonal, afectiva, conductual (estilo de vida) y antisocial. En el ámbito interpersonal, los psicópatas se caracterizan por poseer encanto superficial, narcisismo o grandioso sentido de la autoestima, mentir de manera patológica y emplear con maestría la manipulación y el engaño. Por lo que respecta a la faceta afectiva, destaca la falta de sentimientos de culpa, la ausencia de empatía y las emociones superficiales, junto con la incapacidad de responsabilizarse de los actos cometidos. En la faceta de la conducta o del estilo de vida predomina la irresponsabilidad en el cumplimiento de las obligaciones, la búsqueda de excitación, la impulsividad, la falta de metas realistas y un ánimo de vivir a costa de los demás (vida parásita). Finalmente, en la faceta antisocial, los psicópatas muestran una notable falta de autocontrol, problemas precoces de conducta, delincuencia juvenil, una amplia versatilidad delictiva y el quebrantamiento frecuente de las condiciones de la libertad vigilada o condicional.

Los psicópatas que presentan un historial criminal ya desde jóvenes son los más activos, los que cometen delitos más graves, los más versátiles. De entre los delincuentes conocidos por la policía y la justicia, éstos son los que tienen mayor riesgo de reincidencia, los que peor funcionan en los programas de tratamiento. Muchas veces su comportamiento desafiante aparece incluso mientras cumplen pena de prisión, al generar numerosos conflictos con los otros presos y con los funcionarios. Estos psicópatas identificados como tales son muy impulsivos, abusan generalmente del alcohol y de las drogas, y prolongan su carrera delictiva más allá de los cuarenta años. Dejan de delinquir al ser demasiado viejos para el crimen, o cuando las drogas les dejan hechos polvo, o bien, si tienen suerte, porque algún familiar o institución les permiten algún retiro donde la violencia ya no les aporta gran cosa.

Los psicópatas “integrados” son otra cosa. Estos individuos tienen un mejor control de los impulsos, planifican más, y cuando al fin deciden delinquir tienen muy claro que merece la pena correr los riesgos con tal de lograr sus propósitos. Puede ser dinero, propiedades, librarse de alguien incómodo, vengarse de un agravio… Nadie espera esa violencia porque no tienen antecedentes penales (o al menos estos no son por delitos graves), trabajan y muchas veces tienen una familia. Sin embargo, el núcleo de personalidad de ambos es el mismo: falta de empatía, emociones superficiales, profundo egocentrismo, acentuaso narcisismo… Las diferencias radican en que el psicópata criminal (no integrado) ha ejercido el delito desde joven, probablemente porque sus ansias hedonistas, su deseo de gratificación inmediata y su impulsividad y deseo de vivir situaciones límites le llevaron muy pronto a quebrantar las leyes y a explotar a los demás. Los psicópatas integrados manipulan mejor, tienen menos necesidad de vivir al filo de la navaja y han tenido el suficiente autocontrol como para llegar a adultos respetando las leyes.

Si quieres saber más sobre psicópatas y asesinos seriales, y te gustaría detectarlos en tu vida diaria, tienes que leer Perfiles criminales, de Vicente Garrido.

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Perfiles criminales, de Vicente Garrido, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Ariel.

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Los libros de Garrido, aparte de ser rigurosos, fascinan por su lenguaje divulgativo y por incluir siempre ejemplos reales.

Los estudios de mercado se inventaron en una lavandería

Un día de 1930, en Viena, los dueños de una nueva lavandería pidieron a Paul Lazarsfeld -profesor de Psicología de la famosa universidad de aquella ciudad- que los ayudara a hacer crecer su negocio. Según descubrió el instructor, muchas mujeres austriacas se mostraban renuentes a enviar su ropa a lavar, pues pensaban que hacerlo reducía su imagen de buenas amas de casa. Cuando entrevistó a los clientes de la lavandería, Lazarsfeld averiguó que las mujeres que utilizaban la lavandería con frecuencia habían llevado a lavar su ropa por primera vez a partir de una “emergencia”; por ejemplo, cuando uno de sus hijos se había enfermado o habían tenido huéspedes inesperados en casa. Sin embargo, una vez que experimentaban la alegría de que alguien más lavara su ropa sucia, quedaban enganchadas y se volvían clientes regulares. Esta revelación llevó a Lazarsfeld a sugerir a los dueños de la lavandería que enviaran una carta describiendo los servicios de su negocio a toda casa en la que un miembro de la familia hubiera fallecido recientemente, a sabiendas de que a los dolientes se les dificultaría lavar su propia ropa. Los dueños del negocio pusieron a prueba la idea y el negocio inmediatamente se fue para arriba, encendiendo una chispa bajo una nueva clase de investigación que a lo largo de las siguientes décadas revolucionaría la cultura global del consumo.

El uso ingenioso -aunque éticamente ambiguo- que dio Paul Lazarsfeld a lo que él denominó el “enfoque psicológico” para el estudio del comportamiento del consumidor reveló el valor indiscutible de lo que pronto se conocería como investigación de la motivación (o motivacional). Aunque realmente no es popular, Lazarsfeld fue una de las figuras más importantes en la historia de la publicidad y la mercadotecnia, y su tratamiento de la información obtenida de los consumidores es muy parecido al que sigue aplicándose en la actualidad.

Si quieres saber más sobre el origen de la investigación motivacional y la publicidad subliminal, no te puedes perder Freud en Madison Avenue, de Lawrence R. Samuel.

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Freud en Madison Avenue, de Lawrence R. Samuel, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.

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¿Qué quieren realmente los consumidores?

13 señales de que tu hijo(a) podría ser autista

Cuando los padres observan o sospechan que el desarrollo de su hijo(a) no es lo que se denomina “típico”, es importante realizar una consulta con un especialista para tener un diagnóstico completo y un tratamiento.

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Estas son algunas de las señales de que un desarrollo es “atípico” y nos podrían alertar sobre un posible autismo:

1. Ausencia de sonrisa social.

2. Falta de contacto visual: evita la mirada y el contacto con los demás.

3. Ausencia del balbuceo.

4. Detención en la entrada en el lenguaje verbal y no verbal.

5. Tendencia al aislamiento.

6. Ausencia de demandas (por ejemplo, no estira los brazos).

7. Repetición de sílabas o palabras-frase aisladas y fuera de contexto.

8. Repetición de fragmentos escuchados en algún lugar.

9. Aparición de la angustia en situaciones aparentemente normales.

10. Dificultad para aceptar los cambios de rutina.

11. Manipulación estereotipada de los objetos y fijación exclusiva con algunos en concreto, más que jugar con ellos o usarlos de forma funcional.

12. Estereotipias y rituales obsesivos.

13. Agresión a sí mismo o a otros.

Si quieres saber más sobre el autismo o comprender con más profundidad esta compleja condición, te recomendamos leer Autismo: guía para padres y profesionales, de Matías Cadaveira y Claudio Waisburg.

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Autismo: guía para padres y profesionales, de Matías Cadaveira y Claudio Waisburg, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.

Los ataques de pánico fueron creados por las farmacéuticas

Actualmente los ataques de pánico son un elemento habitual de la clínica psiquiátrica y de la cultura popular. Hasta once millones de estadounidenses serán diagnosticados formalmente, en algún momento de su vida, de un trastorno de pánico. Y sin embargo, todavía en una fecha como 1979 no existían oficialmente ni los ataques de pánico ni el trastorno de pánico. ¿De dónde surgieron estos conceptos? De la imipramina.

En 1958, Donald Klein era un joven psiquiatra del hospital Hillside de Nueva York. Cuando la imipramina estuvo disponible, Klein y uno de sus colegas empezaron a administrarla indiscriminadamente a la mayoría de los doscientos pacientes psiquiátricos que tenían a su cargo en Hillside. “Dábamos por supuesto que sería como una especia de supercocaína que arrancaría a los pacientes de su parálisis -recordaba Klein-. Increíblemente, aquellos pacientes apáticos, anoréxicos e insomnes empezaron a dormir y a comer mejor, y a decir, tras varias semanas, que “el velo se había alzado”.

Lo que más interesó a Klein fue que catorce de esos pacientes, que previamente sufrían de modo intermitente episodios agudos de ansiedad caracterizados por “respiración acelerada, palpitaciones, debilidad y una sensación de muerte inminente” (síntomas de lo que se llamaba entonces, en la tradición freudiana, neurosis de angustia), experimentaban una remisión considerable o total de su ansiedad. A Klein le llamó la atención un paciente en particular. El hombre acudía despavorido al puesto de las enfermeras, diciendo que temía que iba a morirse. La enfermera lo tomaba de la mano y le hablaba con tono tranquilizador y, al cabo de unos minutos, el ataque remitía. El proceso se repetía cada pocas horas. La Torazina no había funcionado con él. Tras medicarlo varias semanas con imipramina, sin embargo, las enfermeras advirtieron que sus visitas regulares en pleno acceso de pánico se habían interrumpido. El paciente aún sufría un alto nivel de ansiedad crónica, pero los paroxismos agudos habían desaparecido por completo.

A Klein este caso le dio que pensar. El hecho de que la imipramina pudiera anular los paroxismos de ansiedad sin suprimir la ansiedad general o inquietud crónica indicaba que había algo equivocado en la teoría imperante de la ansiedad.

Klein llegó a la conclusión de que estos paroxismos de ansiedad -que acabaría llamando ataques de pánico– tenían su origen en un fallo biológico que provocaba una alarma de asfixia, como el designaba a la cascada de actividad fisiológica que conduce, entre otras cosas, a lo que subjetivamente parece un ataque espontáneo de terror.

El trastorno de pánico fue la primera enfermedad psiquiátrica en cuya creación resultó ser determinante el efecto de un fármaco. La imipramina cura el pánico, por tanto, debe existir un trastorno de pánico.

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