‘Palabralogía’, de Virgilio Ortega: un libro para entender la evolución de las palabras

Si nuestros técnicos inventaban el coche, pues tomaban una palabra griega, autos, ‘por sí mismo’, y una latina, mobilis, móvil, ‘que se mueve’, y creaban automóvil, ‘que se mueve por sí mismo’, sin que lo arrastre un caballo. Y si nuestros científicos descubrían un antepasado nuestro situado a medio camino entre el hombre y el mono, acudían al griego y le llamaban pitecántropo, ‘hombre mono’, de píthekos, ‘mono’ y ánthropos, ‘hombre’. Los griegos nunca usaron esa palabra: jamás hablaron de <pitecántropos>. ¿Hablaron de píthekos? Sí, claro, esa palabra es suya. ¿Hablaron de ánthropos? Sí, por supuesto, muchas veces. Pero jamás usaron ese palabro que nosotros hemos creado uniendo dos palabras suyas en una nuestra. Y lo mismo ocurrió con los romanos: ellos jamás hablaron de los Homo sapiens. Claro que hablaron de los Homo, claro que discutieron de si eran sapiens… ¡Pero nunca usaron esa expresión en el mismo sentido que nosotros, uniendo esas dos palabras en uno solo significante para referirse a una especie humana! ¡Ni siquiera tenían ese concepto de especie, aunque tuvieran esa palabra: species! Hemos sido nosotros quienes les hemos robado a ellos su palabra para nombrar un nuevo concepto nuestro. Hemos creado un neologismo.

Otro modo de crear nuevas palabras ha sido recurriendo a varias palabras que ya existían antes y componiendo con ellas una nueva. Si ya teníamos ‘limpiar’, ‘parar’ y ‘brisa’, tras la invención del automóvil uníamos las dos últimas y así creábamos una palabra nueva con la que nombrar esa luna que ‘para las brisas’ al avanzar nuestro coche: el parabrisas, y bastaría unirle la primera de las tres para designar ese mecanismo que limpia el parabrisas de la lluvia que cae: el limpiaparabrisas. Y lo mimso se podía conseguir uniendo palabras del latín o el griego: un griego jamás miró por un caleidoscopio, pues ese mágico tubo no fue patentado por un inventor escocés hasta hace casi doscientos años; sin embargo, el griego nos prestó tres palabras que, en composición, nos permitían designarlo: kalos, ‘bello’, eidos, ‘forma’ y skopéin, ‘mirar’, o sea, ‘mirar formas bellas’ que es lo que nos permite un caleidoscopio.

Un tercer sistema ha sido el unamuniano <<¡que inventen ellos!>>. Cuando los ingleses reinventaron el balompié y crearon la Football Association hace 150 años, crearon también una palabra de ámbito universal, nuestro fútbol, hoy usada en todo el mundo… excepto en otro país de habla inglesa, Estados Unidos, donde se llama soccer. ¡Y eso que los ingleses simplemente habían compuesto su ‘pie’, foot, y su ‘balón’, ball, para formarla! ¡Como si nosotros no hubiéramos podido difundir más nuestro balompié! Cuando finalmente se inventaron esas máquinas de volar más pesadas que el aire con las que ya soñaba Leonardo, el pionero de la aviación Clément Ader creó la palabra francesa avión para llamarlas, sobre la raíz del latín avis, ‘ave’, y de ahí la tomamos nosotros a principios del siglo pasado castellanizándola en avión. En ambos casos, ‘fútbol’ y ‘avión’ simplemente hemos cogido palabras prestadas de otras lenguas, compañeras de otros imperios, como antes las habíamos tomado del imperio cultural griego o del imperio militar romano. ¿Tomaremos algún día oaralabras del futuro imperio económico chino?

Extracto de Palabralogía, de Virgilio Ortega.

PALABRALOGÍA

 SINOPSIS: La evolución de nuestro lenguaje es una composición de palabras tomadas prestadas de antiguas civilizaciones del mundo, además de ser un recorrido histórico no sólo en las palabras, sino en su formación y sus cambios; Palabralogía nos deja entender la formación del castellano, por qué unas palabras siguen muy vivas y otras murieron. Es un entendimiento y conocimiento de nuestras propias palabras.

Palabralogía, de Virgilio Ortega, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Crítica.

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