Padres tóxicos: Legado disfuncional de una infancia

El arte de ser un padre funcional empieza mostrando los propios sentimientos de manera abierta, sana y honesta.

Un padre sano no desquita su enojo o su frustración con sus hijos y deja claro que el amor no está condicionado a ningún estado de ánimo ni a ninguna conducta. El amor es incondicional aunque existan errores de los hijos y los estados de ánimo fluctúen en la familia.

Ahora bien, los que no tuvimos la fortuna de crecer en una familia funcional tenemos un doble trabajo para fortalecer la autoestima y sentirnos capaces de ser amados y respetados. Los que pertenecimos a una familia disfuncional -donde alguno o ambos de los padres es tóxico- tenemos mayor probabilidades de tener conductas autodestructivas y de hacernos daño o lastimar a quienes amamos, ya que aprendimos que merecíamos ser constantemente castigados y rechazados. Aprendimos que el amor dependía de nuestro comportamiento y, en muchos casos, no tuvimos claro lo que se esperaba de nosotros. Aprendimos que amar era lastimar y sufrir, ignorar y rescatar, controlar y abusar. Por eso también tenemos mayor probabilidad de establecer dinámicas disfuncionales de relación interpersonal.

Aunque seamos responsables de nuestra vida en la edad adulta, la verdad es que de nuestra familia de origen dependerá nuestra capacidad para mantener relaciones sanas cuando crezcamos. En nuestra familia de origen aprendimos a relacionarnos, a enojarnos, a manipular, a manejar el conflicto, a defendernos; a generar un concepto de unión, lealtad y cohesión; a perdonar, a guardar resentimientos, a ser agresivos pasivos, a ser amorosos…

Si quieres saber más sobre este tema, lee Padres Tóxicos, de Joseluis Canales.

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Padres Tóxicos, de Joseluis Canales, estará disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós, a partir de agosto.

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