‘Muertes históricas’, un revelador libro de Martín Luis Guzmán

El 5 de mayo por la mañana, la situación política y militar de Venustiano Carranza no tenía remedio.

Las olas del descontento en armas, de la rebelión, de la defección, habían venido propagándose desde las más remotas comarcas del país hasta el interior mismo de los salones presidenciales. Ya no era sólo Calles en Sonora, si Estrada en Zacatecas, ni Obregón en los estados del Sur, donde las tropas acogían al rebelde y se pronunciaban. Era Pablo González, que se mantenía en Texcoco rodeado de partidarios, como en acecho, y que no necesitaba sino extender la mano para adueñarse de la capital. Y entre tanto, Carranza, aparte de ignorar quiénes lo acompañaban todavía para sostenerlo, y quiénes para traicionarlo oportunamente, veía apartarse de su lado a militares y civiles que horas antes le protestaban adhesión; veía cómo defeccionaban hasta sus regimientos preferidos, y aquellos cuyos jefes y oficiales recibían paga y sobrepaga, y cuyos soldados rasos tenían haberes de sargentos.

¿Tan insensato de juzgaba su propósito de entregar la Presidencia a don Ignacio Bonillas, tan criminal su idea, que así lo abandonaban o negaban casi todos? Sola surgía esta pregunta en el espíritu de cuantos entonces penetraban a fondo lo que estaba ocurriendo; sola se le formulaba a él. Y como él sabía de historia, bien hubiera podido pronosticar para sí mismo, interrogándose y respondiéndose, cuán funesto habría de serle aquel error, y cómo habría bastado el más somero análisis para entender el vacío a que se asomaba poco a poco, 

Porque hay una hora, si se produce, que nunca falla en el derrumbamiento de los gobernantes mexicanos: la mala hora en que se proponen, con olvido de su origen, provocar una repulsa verdaderamente nacional, una negativa a la que después tratan de enfrentarse. Y esa hora la había sonado él queriendo improvisarse un sucesor, y luego la había acortado empeñándose en sacar de la nada, o casi de la nada, al hombre dispuesto a constituirse (de hecho o en apariencia) en heredero de una situación política que nadie, ni el propio Carranza, podía alegar arbitrariamente, ya que otros, con muy buenos títulos, también la consideraban suya.

Extracto de Muertes históricas: Febrero de 1913, de Martín Luis Guzmán.

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Muertes históricas: Febrero de 1913, de Martín Luis Guzmán, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Joaquín Mortiz.

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