“Muerte en Estambul” de Petros Márkaris

Muerte en Estambul es un libro policiaco y detectivesco escrito por Petros Márkaris. La historia es sobre el comisario Kostas Jaritos, quien después de la boda de su hija decide tomar un relajante paseo por Estambul al lado de su temperamental esposa. Siendo la capital turca un lugar donde confluyen muchas culturas, incluida la del país natal de Jaritos, Grecia, los colores y tradiciones abundan. El comisario empieza a ver relación entre varios homicidios que se cometieron entre la comunidad griega de la ciudad. Sintiéndose cercano a los asesinatos, Jaritos comienza a trabajar con el suspicaz comisario turco Murat para desenvolver los misterios sobre estas muertes.

Aquí un extracto:

La Virgen me contempla desde las alturas con expresión severa, casi represora. Eso me parece, aunque podría ser mi impresión o un exaltado complejo grecocristiano ¿Por qué iba a fijarse en mí la madre de Dios? Ella contempla a su rebaño, que se apelotona en el pórtico inmenso. Y por pura casualidad me encuentro yo entre ellos, con mi esposa y un hatajo de turistas atenienses.

-El mosaico de la Virgen con el Niño data del 867 y es el más antiguo de cuantos se conservan. –La voz de la guía turística me devuelve al presente-. Fue elaborado hacia el final del periodo iconoclasta.

-Gracias, Señor, por haberme permitido verlo- susurra a mi lado Adrianí y se santigua mientras concluye-: Santa María, madre de Dios, escucha mi plegaria. – Yo sé por qué reza, pero prefiero no remover el asunto.

-La altura de la cúpula de Santa Sofía es de cincuenta y cinco metros con sesenta centímetros- suena de nuevo la voz de la guía-. Su diámetro de norte a sur es algo más corto que el diámetro de este a oeste. Allí donde se puede apreciar el texto árabe, en torno a los radios más pequeños, estaba el mosaico del Pantocrátor. El texto árabe, añadido en el siglo XVIII, corresponde al primer versículo del Corán…

Finjo estar embobado con la grandeza del lugar y me alejo del grupo con la mirada perdida en el entorno, porque Despotópolus, general de una división acorazada en la reserva, es amante de la sagrada alianza entre las fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad. Por eso cada vez que lo acomete la exaltación patriótica me pregunta lo mismo <<¿Usted que opina, comisario?>> Y yo tengo que aguantarme las ganas de contestar que, puesto que los albaneses conquistaron Atenas cuando llegaron miles tras la caída del régimen comunista, ya es hora de que nosotros reconquistemos Constantinopla, a modo de intercambio de poblaciones a la inversa…

Recorro la iglesia en círculo para admirarla en toda su inmensidad y estudiar la iluminación. Me pisa los talones un batiburrillo de lenguas: ingles, francés, alemán, griego, italiano, turco. Cierro los ojos porque me ciegan los flashes de un grupo de japoneses que se fotografían unos a otros alegremente, mientras, a mi lado, unos monjes embutidos en hábitos color marrón oscuro, con capuchas y unas cruces enormes escuchan las explicaciones en lengua eslava de un sacerdote.

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