Los errores de las mujeres en el amor y cómo evitarlos

En la tradición romántica femenina, el príncipe azul, o lo que es lo mismo, el hombre atractivo, bueno, sin mancha ni pecado, aparece como el sueño de toda dama.

Este ideal sobrevive aún hoy en el imaginario femenino, aunque desde luego de forma mucho más reducida que en tiempos pasados.

El guión sentimental de la que busca al príncipe azul corresponde a la imagen de una mujer que tiene una elevada estima de sí misma, ya sea por su belleza, por su inteligencia o por sus habilidades sociales, y precisamente en virtud de ello se cree en disposición de poder apuntar alto.

Su tragedia es que, si ya en el pasado había muy pocos «príncipes azules», hoy día este tipo de hombres es, si cabe, una rareza aún mayor.

Ya he mencionado que la evolución sociocultural de las últimas décadas ha transformado al hombre fuerte tradicional en un mustio e indolente, y en el caso que nos ocupa, conviene recordar que para aspirar al título de príncipe azul este hombre debería ser capaz de hacer sentir a la compañera constantemente fascinada y protegida.

Eso requiere por su parte virtud y encanto, grandes dotes y sentido de la responsabilidad, no solo personal sino también familiar y social, características en verdad raras en los jovencitos que han crecido en el seno de sociedades y familias irresponsables como lo son las modernas, donde para él existen muchos derechos, pocos deberes y numerosas oportunidades frente a poquísimas obligaciones.

Por tanto, como muestra claramente este cuadro, la búsqueda del príncipe azul es en todo similar a la de la piedra filosofal: una empresa improbable, tanto que, después de un tiempo, la mayoría de las «buscadoras» se acomoda y renuncia, imponiéndose la máxima de contentarse con el «menos malo» disponible. Esta elección obligada se convierte en una especie de condena, autoinflingida, a una vida sin lances amorosos con tal de evitar la soledad.

No hacen falta intuiciones proféticas para prever que la primera capa azul que nuestra desilusionada buscadora vea pasar por su lado, no importa si el príncipe tiene ya princesa propia o es soltero, desencadenará una pasión inevitable e irrefrenable.

El deseo de acapararlo se vuelve tan incontenible como un «tsunami» y arrolla cualquier otra realidad.

La buscadora, llevada por esta tempestad emocional, se transforma por lo general en depredadora de príncipes, es decir, en aquella que lo hace todo para seducirlos.

Por desgracia, la mayoría de las veces no lo consigue y se siente aún más víctima de su frustración, o lo hace pero pronto se da cuenta de que el azul y el príncipe estaban sólo en su imaginación, distorsionada por su necesidad insatisfecha.

¿Te gustaría saber cómo evitar estas situaciones?

Entonces lee Los errores de las mujeres en el amor, de Giorgio Nardone.

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Los errores de las mujeres en el amor, de Giorgio Nardone, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.

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