‘Los albañiles’ de Vicente Leñero

Lo encontró Isidro, el peón de quince años que cargando un bote de mezcla, arrastrando una carretilla, enrollando una manguera, corriendo a traer refresco, recogiendo las palas, buscando el bote de clavos, regresando a la bodega, aparecía y desaparecía como un fantasma urgido por los gritos de Jacinto. Apúrate-apúrate-apúrate-apúrate-apúrate-apúrate.

Tropezaba en el andamio:

-Bruto.

Al tratar de conservar el equilibrio soltaba el bote de mezcla:

-Imbécil.

La mezcla se derramaba en las vigas y goteaba al suelo:

-Pendejo.

Reían los albañiles y reía don Jesús.

-pero lo que pasa es que yo no me río de ti igual que ellos, me río de lo chistoso del azotón que diste, nada más. Ahí está la diferencia –le decía a las ocho de la noche, cuando ya solos los dos, el viejo se disponía a continuar relatando cómo fue que a la edad de quince años empezó a trabajar en las minas de Zacatecas.

Alumbrado por la pequeña fogata su rostro ya no parecía, como a las once de la mañana, el rostro de un loco, a pesar de que le temblaban las manos, pero podía ser por el frío, era por el frío, y don Jesús se frotaba las manos mientras volvía con lo mismo: que en Salvatierra vivió en una casa grande, casa propia, hijo de su padre que era un tiempo padre suyo y dueño de media Salvatierra; hasta que a su padre lo mataron una noche, cuando regresaba Querétaro: la cabeza rajada de un machetazo, el machete encajado en su panza inflada de pulque, abierta, el cadáver en la mera entrada de la casa, víctima primera de una maldición que nada lograría detener porque no bastaba con la sangre, la vida, del dueño de media Salvatierra y alrededores, hasta Uriangato, para saciar la sed de sangre –así decía don Jesús: sed de sangre, y repetía canija sed de sangre – de quienes fueron víctimas primero y jueces por su propia mano después. No fue suficiente la sangre de su padre ni sería suficiente la sangre de él, muchacho aún, que huyó de Salvatierra, pero volvió a Salvatierra cuando creyó que todo estaba olvidado y que por derecho le correspondía a él y sólo a él ser el dueño de las casas, de los animales, de las tierras, de los árboles de su padre. Pero ya no. Las casas, los animales, la tierra, los árboles no eran de él ni de nadie. Nada le pertenecía. Sólo era dueño de la rejodida maldición.

Extracto de ‘Los albañiles‘ de Vicente Leñero

Albañiles

SINOPSIS Un viejo velador de una obra en construcción ha sido asesinado. Entre estas páginas no sólo sabremos quién es el asesino, también conocemos a los albañiles, personajes que en su narrativa muestran la esencia que Leñero logra captar junto a una sociedad desigual y alienada.

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Vicente Leñero

Metáfora monumental llevada al cine y al teatro, Los albañiles es ya un clásico de la literatura nacional

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