“En términos personales, este libro ha sido como un hijo olvidado que después de muchos años, casi cuarenta, vuelve al redil familiar. Está basado esencialmente en la reconstrucción económica, tomo 10 de la historia de la Revolución mexicana, libro que en 1977 inauguró la colección que publicó El Colegio de México a lo largo de muchos años, hasta casi completar los 23 volúmenes que se tenían previstos.
De pronto, ante las miradas sorprendidas, la voluntad, el genio y el entusiasmo de un hombre congregaban a otros hombres y ofrecían caminos de acción, de movimiento, ajenos por igual a la violencia destructora o a la pura contemplación. Se fundaban bibliotecas, estadios, escuelas; se repartían libros; se alfabetizaba y se traducía a los autores clásicos. Poetas, filósofos, abogados, se embarcaban en aventuras creadoras y sentían el optimismo de quien domina su técnica y modifica día con día la realidad. Son los años en que el poeta de ese entusiasmo, Carlos Pellicer, escribe:
En medio de la dicha de mi vida,
Deténgome a decir que el mundo es bueno
La voluntad de reconstruir no había nacido en realidad con el año de 1920. La Constitución de 1917 fue también, antes que nada, un “orden y nos amanecemos”; Vasconcelos ya había sido encargado de la educación pública por un lapso de semanas en el gobierno de la Convención de Aguascalientes.
Un psicohistoriador echaría mano de Freud y, al contratar todos los proyectos de reconstrucción económica que se discutieron y se archivaron en legislaturas obregonistas, explicaría que el ánimo reconstructor se transfirió al terreno menos comprometido y más simbólico de la Educación.
En 1924 alcanza la presidencia el general Plutarco Elías Calles, maestro Sonorense, gobernador de su estado natal durante el carrancismo (en donde ensayó las políticas qu aplicó más tarde en todo México), Secretario de Gobernación a lo largo de casi todo el periodo de Obregón. De temperamento opuesto al de su predecesor –introvertido, serio, reflexivo, aplomado, racional, congruente, observador, ecuánime e inflexible –, Calles fue un reformador imperioso y racional, que buscó desfacer los entuertos financieros, físicos, sociales y económicos del país desde su origen.
Los callistas soñaban con que el campesino mexicano sería sustituido idealmente por un laborioso farmer –rico, ordenado y responsable, a imagen y semejanza de los granjeros, norteamericanos. El hombre de la utopía vasconceliana era mas complejo: Vasconcelos lo imaginaba mestizo, conquistador de lo mejor de la cultura universal, más culto, vital y esteta. Vasconcelos se refería a menudo a su propia “violencia creadora” mientras los técnicos callistas casarían con la realidad menos a la poesía que a la razón. En 1925, un conjunto venturoso de circunstancias disolvió la transferencia y los reconstructores pudieron dedicarse plenamente a modificar la realidad y no a educar a futuros reconstructores. Una ingeniería social desbordada reemplazó a la acción apostólica de Vasconcelos, el “cristiano tolstoliano” que, significativamente, salía en 1924 al exilio.”
Un texto fundamental para comprender la historia de México.
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