at the seaside

Las ventajas y desventajas de tirar la hueva

Rainer María Rilke era una persona sensible, no compatible con su época. La Europa de los primeros años del siglo XX fue testigo del nacimiento brutal de la economía industrial moderna y de los horrores de la Primera Guerra Mundial. Durante ese periodo, también nació la creciente obsesión de la clase capitalista por medir el tiempo y maximizar la eficiencia del trabajador. Y fue entonces también cuando los primeros atisbos de la naciente industria de la administración del tiempo empezaron a envolver la cultura con sus tentáculos. Por primera vez, se multiplicaban los relojes en oficinas, fábricas y hogares. Los trabajadores se concebían como máquinas insertas en un sistema ideado para producir ganancias para los propietarios de la economía. Con ese telón de fondo, el introspectivo y sensible Rilke sacrificó el amor romántico, la familia y las comodidades materiales en aras de su arte.

Rilke sabía que dedicar tiempo a no hacer nada era fundamental para su proceso creativo. Aspiraba a entregarse al ocio con alegría, lo que para nuestros oídos de un siglo XXI sobrecargado de trabajo y atiborrado de tareas suena sorprendente. Gozar del ocio es anatema a nuestra creencia cultural de que si no desarrollamos una continua actividad, no aprovechamos al máximo nuestro potencial, creencia que nos enseñan de manera implícita desde nuestra infancia.

Investigaciones recientes han revelado que es probable que algunas formas de autoconocimiento  solo se nos presenten en estado de ocio. La red neuronal por defecto se activa solo cuando estamos en reposo, pero también cuando centramos nuestra atención en nosotros mismos y nos entregamos a la introspección. La mente empieza a vagar, y los contenidos de nuestro inconsciente se filtran en la conciencia. La red neural por defecto nos permite procesar información vinculada a relaciones sociales, nuestro lugar en el mundo, nuestras fantasías respecto al futuro y, por supuesto, las emociones.

Desde una perspectiva neurocientífica, Rilke estaba aprendiendo a permitir que regiones cerebrales, como la corteza prefrontal medial, informara acerca de imágenes y asociaciones provenientes de regiones cerebrales como el hipocampo o el neocórtex, cuyos contenidos más profundos no ingresan, a veces, en la conciencia. En nuestra lucha continua por alcanzar el éxito o incluso conservar nuestro trabajo, usamos las partes de nuestro cerebro que procesan los eventos externos inmediatos.  Esa red, centrada en el exterior, apaga la red neural por defecto y nos impide acceder a lo que puede ocurrir en el resto del cerebro. No obstante, nuestro cerebro está generando emociones y respondiendo a ellas de manera continua, y toda esa energía emocional debe disiparse en algún lugar.

Rilke también debió lidiar con ciertos accesos de depresión, debidos posiblemente a su implacable actitud respecto de sí mismo en el autoexamen: permitía que todos los aspectos desagradables de su mundo interno afloraran en la conciencia para poder analizarlos. Y aquí vemos la delgada línea que separa la cumbre de la genialidad del abismo de la depresión y la locura. Rilke vivió buena parte de su vida adulta en las proximidades de esa línea.

Si quieres saber más sobre las ventajas y desventajas de tirar la hueva, tienes que leer El arte y la ciencia de no hacer nada, de Andrew J. Smart.

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El arte y la ciencia de no hacer nada, de Andrew J. Smart, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.

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Andrew Smart

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