‘Las tierras flacas’ de Agustín Yáñez

-Ave María. Buenos días les dé Dios, ¿cómo amanecieron?

La luz del sol tocó en esos momentos la cumbre de la Tapona; pronto por la sierra de Cardos asomaría la rueda colorada. El valle se iluminaba con la refulgencia del cielo. Se disipaban los últimos bancos de neblina, confundidos con el humo que subían de las casas. Los mugidos de las reses, alargados en resonancias poderosas, dominaban los cantos de los gallos y los ladridos.

Como no le contestaban, el hombre se apeó del caballo, lo ató a la puerta de mano y concilió a los perros por sus nombres:

-Nerón, Herodes, Caifás, ¿ya no me conocen? –volvió a gritar hacia la casa con más fuerza-: Rómulo, compadre, comadrita, doña Merced, cómo amanecieron.

Enjugándose manos y brazos en el delantal, apareció una mujer.

-Ave María Purísima…

-Sin pecado original concebida. Qué anda haciendo tan temprano, compadre. Sosiéguense, demonios.

-Estuve gritando.

-No lo había oído. Con el ruido de la torteada. Salí a los ladridos. Ah, cómo aturden, perros condenados.

-¿Mi compadre?

-fue a echarle una vuelta al Epifanio, que sigue terco en lo que la máquina o la tierra, el cochino malentraña. Pero pase, compadre, para que almuerce. Rómulo no ha de tardar: se fue todavía a oscuras la mañana.

-Qué ¿ordeñó tan pronto?

-Qué quiere ya que ordeñemos. Las dos últimas vaquitas que nos quedaban se fueron –la voz combinó sufrimiento y dureza-: cómo también tendrán que irse pronto las yuntas de bueyes, los gallos, los perros y quién sabe si hasta la casa –dominada por la ola de amargura, la mujer añadió-: pero ésta no la quieren sin la tierra. Sobre todo es un capricho llevarse la máquina. Y a Rómulo se lo he dicho: primero me llevan a mí. En fin, pase, compadre, ¿de qué sirve renegar contra loa que Dios dispone? Echaré unas tortillas calientes para usted. Bendito sea Dios que todavía no nos faltan, y los frijolitos, el atole, los chiles.

-El coraje me agarrota la lengua, las quijadas; métase a la cocina, comadre; yo aquí espero, en el patio, a mi compadre; métase antes de que se me desatraganten las palabras y pueda oírme la sarta de barbaridades que me queman la sangre con lo que ha dicho, comadrita, que apenas puedo creer a dónde llega ese sinvergüenza; yo aquí espero; siga su quehacer.

Extracto de «Las tierras flacas» de Agustín Yáñez.

YAÑEZ

SINOPSIS Tierras Flacas sustituye la vida municipal por la vida del campesino. En un tiempo del México rural después de la Revolución, con una problemática social y abuso de poder por los opresores.

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Agustín Yáñez

En Las tierras flacas el autor reencuentra su “campo vital”, entra de nuevo en contacto con las criaturas que ama y comprende.» Emmanuel Carballo

10 pensamientos sobre “‘Las tierras flacas’ de Agustín Yáñez”

  1. Quiero el libro completo y si es posible quiero escuchar la radionovela: las tierras flacas de Agustín yañez. La escuche por allá por los años 80, 81 y quisiera volverla a oír, me encanto.

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