LA SILENCIOSA CONQUISTA DE CHINA

Para la mayoría de los mortales esa fecha quizá y ano signifique nada, pero el 8 de agosto de 2008, a las 20:08 y 8 segundos exactamente, la Historia cambió su curso. En ese preciso instante comenzaba la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín, la primera cita de este tipo que se celebraba en un país en desarrollo. El evento venía envuelto en dudas  y polémica. A la incertidumbre que siscitaba la inexperiencia de los organizadores, se sumaba la politización de la competencia deportiva, consecuencia de la enésima represión en el Tíbet acontecida meses antes y, en general, por la naturaleza dictatorial del régimen de Pekín.

Sin embago, dieciocho días después, los Juegos concluían con la misma pompa con la que habían comenzado. China pasó la reválida: la organización fue notable  y por primera vez se convirtió en la potencia deportiva de referencia, al superar en el medallero a Estados Unidos. Sin embargo, la gran victoria no se fraguó en la pista de atletismo del imponente Estadio del Nido de Pájaro o en la piscina olímpica en forma de cubo. El triunfo supremo se plasmó en las relevisiones de los más de 2 mil millones de personas que siguieron el acontecimiento, a quienes llegó a través de la pequeña pantalla la imagen fresca y amable de un país moderno y confiado en sus propias fuerzas. La imagen de la China del siglo XXI.

Para el régimen chino, Pekín 2008 supuso una campaña de relaciones pública impagable. Sirvió para legitimarse ante su pueblo y, a la vez, para hacerse acreedor a un prestigio internacional que borró de un plumazo el trágico recuerdo de los tanques en Tiananmen, el derrame de sangre en el Tíbet o el pisoteo diario de los derechos humanos. Jefes de Estado y de Gobierno que meses antes amenazaban con boicotear la cita olímpica, rendían ahora más pleitesía que nunca a sus homólogos mandarines. En los periódicos, China ya sólo interesaba en clave económica, mientras las historias sociales, de injusticia o de represión pasaron, sorprendentemente, a un segundo plano. De la noche a la mañana, parecía que China se había convertido en uno de los nuestros.

Fragmento de La Silenciosa Conquista de China, de Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo.

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Fragmento de La Silenciosa Conquista de China, de Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Crítica de Paidós.

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