Sólo en las provincias del norte (hogar de los indios nómadas, apaches, comanches), en varios puntos del noroeste (lugar de indios guerreros pero sedentarios: tarahumaras, yaquis, seris, mayos) y en el sureste (zona histórica de los mayas), la “agitación violenta” había sido frecuente, y aun en esa zona existían enclaves adictos a la Corona. En la amplia región central y occidental del altiplano (hogar de multitud de etnias, asiento de los antiguos imperios mexica y tarasco), en las sierras orientales que miran al Golfo de México, habitadas por indios huastecos y totonacas, y en la babel indígena de Oaxaca, predominaron largos periodos de <<reposo>> puntuados por breves e infrecuentes estallidos de violencia. De hecho, hasta bien entrado el siglo XVIII, la Nueva España había sido escenario privilegiado de una <<pax hispánica>> que tenía varios fundamentos, la autonomía política de los pueblos de indios con autoridades propias que los representaban como corporación ante la justicia española; la propiedad comunal de la tierra; el control (o convencimiento) religioso o ideológicos que ejercían los sacerdotes, muy marcado en esas regiones que habían sido el escenario específico de la evangelización. Los pioneros franciscanos desplegaron su misión por tres siglos enteros en el país entero, sobre todo en el centro, y todavía en pleno siglo XVIII extendían su labor hasta los límites de la Alta California. Los agustinos se concentraron fundamentalmente en el occidente. Los dominicos se orientaron al sur y sureste: Oaxaca, Chiapas y Yucatán. Los jesuitas, últimos en arribar, desarrollaron su labor educativa en el centro, con ramificaciones misioneras importantes en la zona de los indios nómadas del septentrión. Aunque existieron casos de repulsión indígena al empeño misionero, en territorios donde la religión católica había echado ya raíces, el martirio de los frailes fue la excepción.
Extracto de La presencia del pasado, de Enrique Krauze.
SINOPSIS: El mundo prehispánico, la Conquista y el Virreinato fueron etapas que cambiaron el proceso histórico de México, no sólo en la historia misma, sino en las ideas, en la política, en lo social, y en las actitudes de la valoración del pasado. La discordia ha confrontado a historiadores como Lucas Alamán, Manuel Orozco y Berra, José Fernando Ramírez, Vicente Riva Palacio y Justo Sierra.
La presencia del pasado, de Enrique Krauze, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Tusquets.