¿En qué momento se jodió México?

En 1969, Mario Vargas Llosa publicó Conversación en La Catedral e hizo la célebre pregunta: «¿En qué momento se jodió Perú?». Yo nací ese mismo año, cuando la Revolución mexicana cumplía cincuenta y nueva años y el llamado «milagro mexicano» agonizaba sin remedio; sus estertores anunciaban el inicio de la crisis que terminaron por hundir al país en la desesperanza y la frustración. ¿En qué momento se jodió México, si cuando yo nací ya estaba jodido?

Crecí mirando a mis papás ejercer su derecho al voto, a pesar de que, por entonces, valía poco o nada? Acudían religiosamente a las urnas, más como un acto de fe que como un ejercicio cívico; los dados siempre estaban cargados, así que no había lugar para milagros. ¿Para qué votamos?, se preguntaba gran parte de la sociedad cuando sólo había lugar para el mismo resultado: carro completo.

Me inculcaron el amor a una patria imaginaria que estaba por encima de lo que el sistema político había construido: una vergonzosa simulación de república. En esa patria imaginaria, la noche del Grito era una entrañable reunión familiar, ajena por completo a la retórica patriotera o a los gritos de coyuntura como «¡Viva el Tercer Mundo!», de Echeverría; la bandera tenía un significado profundo a pesar de haber sido expropiada para estampar sus colores en el logotipo del partido oficial, el cual había dejado que la patria se desmoronara en sus manos. Podía sentirme orgulloso de que la familia guardara un pasado revolucionario que no tenía relación con la Revolución que había desvirtuado el propio sistema.

Yo tenía 12 años de edad cuando vio llorar al presidente López Portillo en cadena nacional, y enjugar sus lágrimas con el decreto de nacionalización de la banca; quince, cuando escuché a Miguel de la Madrid declarar ante los medios, en septiembre de 1985, con una ciudad devastada por escenografía, que estábamos preparados para «atender la situación» y no necesitábamos ayuda del exterior. ¿Renovación moral de la sociedad? Tan sólo una ironía.

A los 25, también desperté de una larga fantasía: la moneda mexicana no se llamaba peso, sino UDI. Rebasaba ya los treinta cuando sacamos al PRI de los Pinos sólo para construir una realidad alternativa, el paraíso de la inconsciencia, llamado Foxilandia. Hoy tengo cuarenta años y el país navega a la deriva, sin orden ni concierto.

¿En qué momento se jodió México?

Extracto de El México que nos duele: Crónica de un país sin rumbo, de Alejandro Rosas y Ricardo Cayuela Gally.

El México que nos duele portada

El México que nos duele: Crónica de un país sin rumbo, de Alejandro Rosas y Ricardo Cayuela Gally está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Booket.

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