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“Cuauhtémoc: La defensa del Quinto Sol” de Pedro Ángel Palou

Cuauhtémoc fue el último emperador Azteca, fue aquel que vio el ocaso y fin del imperio de Tenochtitlan. Incapaz de dimensionar el terror que viviría su gente al no rendirse, los llevó a una última batalla tratando de conseguir lo imposible.

El libro de Pedro Ángel Palou titulado “Cuauhtémoc:  La defensa del Quinto Sol” narra la historia de Ocuilin, un sirviente cercano al emperador azteca que se encargó de registrar los convulsos días desde la perspectiva de los derrotados.

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Aquí un extracto:

“Año 1 Caña

¿Que cómo sé yo todo esto? Sepan todos lo que vean este documento que yo me llamo Ocuilin, sepan que soy un enano huasteco. Bufón, paje, criado. Llámenme como quiera en un idioma que no es el mío, y que me pesa como me pesan su Dios y su rey y mis días en este lugar que ustedes llaman Nueva España . Con esta declaración hago mi testamento. Y estoy esperando la muerte de la que ninguno se puede escapar, la cual a nadie abandona. Mi cuerpo lo dono a la tierra, que pues de ella salió; ya que es tierra, es lodo. Y deseo que tan sólo sea envuelto en una manta para que así sea enterrado.

Quiso la suerte que se me asignara cuidar al joven Cuauhtémoc desde su entrada al Calmécac. Lo acompañé hasta su muerte camino a esa tierra que ustedes llaman Hibueras. Lo presencié todo , lo observé todo, lo escuché todo. ¿Eso les basta para confiar en mí y seguir leyendo? O tal vez tenga que decirles que ahora sigo mi oficio en las manos de quien fuese su mujer, Tecuichpo, bautizada por los españoles como Isabel de Moctezuma, y casada por segundas y terceras y cuartas nupcias con un teul, como le llamamos nosotros a los de Castilla. No lo sé ni me importa. No escribo esto, como tantos otros, para obtener falsas dádivas de la Corona o de capitán alguno. Lo hago para que quede memoria, recuerdo. Para disipar también una que otra mentira. No se me juzgue entonces si digo silla, porque uso la palabra castilla y no ictpalli para que se me entienda. Escribo en castilla, no en náhuatl, aunque use palabras de mi lengua allí donde no sé que escribir ya. Y me obligo a mi mismo a traducirme e interpretarme y otra vez como enloquecido. Soy fiel a mi memoria. Eso es lo que vale.”

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