Creando el mundo social: la estructura de la civilización humana

El rasgo distintivo de la realidad social humana, lo que la distingue de otras formas de realidad animal que conozco, es que los humanos tienen la capacidad de imponer funciones a objetos y personas que por sí mismos no pueden ejecutar esas funciones exclusivamente en virtud de su estructura física. La ejecución de la función requiere que haya un estatus colectivamente reconocido, y únicamente con base en dicho estatus es que la persona o el objeto que lo tiene puede ejecutar la función en cuestión. Los ejemplos están casi en todas partes: un trozo de propiedad privada, el presidente de los Estados Unidos, un billete de veinte euros y un profesor universitario son todas personas u objetos capaces de cumplir ciertas funciones en virtud de que tienen un estatus colectivamente reconocido que les permite cumplirlas de una manera que no sería posible sin el reconocimiento colectivo de su estatus.

¿Cómo actúa el sistema de funciones de estatus? Tendré muchas cosas que decir al respecto más adelante. Por ahora, puedo señalar que para que las funciones de estatus realmente funcionen, debe haber aceptación o reconocimiento colectivo del objeto o la persona como poseedor de dicho estatus. En escritos anteriores tuve la tendencia a enfatizar en la aceptación, pero varios comentaristas, especialmente Jennifer Hudin, consideraron que este concepto implicaría aprobación. No quise que implicase aprobación. La aceptación, como yo la interpreto, va desde la adhesión entusiasta hasta la admisión a regañadientes, pasando incluso por la identificación del hecho de que uno simplemente está imposibilitado de hacer algo respecto de, o rechazar, las instituciones en que uno se encuentra.

Extracto de Creando el mundo social: la estructura de la civilización humana, de John R. Searle.

creando el mundo social portada

Creando el mundo social: la estructura de la civilización humana, de John R. Searle, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.

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