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«Lo que no te mata te hace más fuerte», reseña del NY Times

Los fanáticos de la extraña pareja, creada por Stieg Larsson, que conforman el periodista Mikael Blomkvist y la genio hacker Lisbeth Salander; no se sentirán decepcionados por la nueva entrega escrita por David Lagercrantz, luego de que Larsson falleciera en 2004 por un ataque al corazón. A pesar de algunos grumos a lo largo de la novela, Salander y Blomkvist han sobrevivido a la transición entre autores y son tan convincentes como siempre.

«Lo que no te mata te hace más fuerte» coloca a la pareja en el caso enigmático de Frans Balder, científico y experto prominente en inteligencia artificial, quien se ve envuelto en una intriga internacional que involucra a la Policía de Seguridad Sueca (SAPO por sus siglas en sueco), a la mafia rusa, a algunos espías industriales de Silicon Valley y a los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos.

Los esfuerzos del Sr. Lagercrantz para conectar hechos desagradables en Suecia a las maquinaciones dentro de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos son tensos y difusos, un vago intento por capitalizar lo que Edward J. Snowden reveló sobre la agencia y el debate sobre sus métodos de vigilancia. Pero, los lectores de «Los hombres que no amaban a las mujeres», no eran cautivados por su trama política o por la política anti-autoritarista de Larsson. Ellos fueron marcados por esa novela  y sus dos secuelas – «La chica que soñaba con un cerillo y un galón de gasolina» y «La reina en el palacio de las corrientes de aire»- gracias al poderoso encanto de Salander y Blomkvist, y por su química única y extraña. También por que Larsson era tan hábil creando una malhumorada y oscura Suecia que convirtió el estereotipo de una limpia y brillante Escandinavia (donde la gente maneja Volvos y compra muebles en Ikea), en una tierra de inviernos largos y atormentados por los fantasmas de Strindberg y Bergman.

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En «Lo que no te mata te hace más fuerte», Lagercrantz demuestra un sentimiento instintivo por el mundo que Larsson creó y por sus dos detectives poco convencionales: Blomkvist, el dedicado reportero (y por su edad poco probable de ser un imán para las chicas); y Salander, la chica feroz y dañada que se ve como una versión enojada y punk de Audrey Hepburn (si es que pueden imaginar a Holly Golightly con tatuajes y perforaciones, en lugar de una tiara), quien pelea con las habilidades de videojuego de Lara Croft.

Lagercrantz captura el cansancio, incluso la vulnerabilidad que se esconde bajo la resistencia de estos dos personajes y entiende que cada uno está motivado por un deseo. En el caso de Blomkvist, el idealismo y deseo de justicia; y en Salander el deseo de vengar años de abuso infantil por parte de Zala, su padre, un ex agente soviético que desertó y se convirtió en la cabeza de una gran empresa criminal.

Al igual que en las novelas anteriores, en ésta se incluyen pistas sobre el pasado de Salander. Lo que arroja nueva luz sobre cómo esta víctima se transformó en una feroz y despiadada sobreviviente, que se re inventa a si misma como una vengadora/ superhéroe. Incluso su ausente hermana gemela, Camilla, emerge en algunas escenas melodramáticas como su archienemiga; una mata hombres que se asemeja más a una villana caricaturesca de Bond, que a un ser humano real.

Un personaje mucho más persuasivo y convincente en esta novela, es el hijo autista de Balder, August. Un  sabio extraordinariamente dotado como artista y matemático, pero seriamente traumatizado por el abuso del violento amante de su madre. Casi incapaz de hablar. August, quien presencia el asesinato de su padre y quien es pieza clave en la búsqueda de su asesino, recordará a algunos lectores al narrador autista de la novela de 2003 de Mark Haddon, «The Curious Incident of the Dog in the Night-Time». Lagercrantz hace al muchacho un personaje conmovedor. Su dolor y excepcionales dones lo hacen un joven alter ego de Salander, quien usa sus habilidades y su propia genialidad para protegerlo de los enemigos de su padre.

«Lo que no te mata te hace más fuerte» es menos sangrienta, se siente menos como una película de terror que sus antecesoras. Lagercrantz ha logrado sintonizar el estilo narrativo de Larsson, mezclando los clichés del género con frescos detalles de reportaje y vueltas de tuerca que recuerda de las secuencias de las novelas originales con descripciones enérgicamente investigadas del lado oscuro de Internet.

Y mientras que el Sr. Lagercrantz nunca menciona la participación de la NSA en el caso que Salander y Blomkvist están investigando, remotamente convincente y escribe con tanta seguridad estos pasajes más dudosos.

En lugar de detenerse a analizar la inverosimilitud de algunas de las conspiraciones de «Lo que no te mata te hace más fuerte», el lector cambia rápidamente las páginas para ver cómo Salander y Blomkvist se encargarán de unir las piezas del rompecabezas del caso Balder. Nos preguntamos cómo las decisiones que toman en el momento – en la carrera o bajo fuego – arrojan nueva luz sobre lo que son en este momento de sus vidas. Y si sus misiones individuales – sus intentos de desenredar la historia de Balder; y sus esfuerzos para localizar a las empresas criminales de su odiado padre- se ponen en un curso de colisión para hacerlos socios,  o involucrarlos románticamente de otra manera, una vez más.

Lo que no te mata te hace más fuerte, cuarto libro de la Serie Millennium está disponible en librerías a partir de HOY (27 de agosto de 2015).

Texto original publicado en The New York Times en línea, para leerlo da click aquí.

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David Lagercrantz

Salander y Blomkvist han sobrevivido intactos la transición y son tan arriesgados e inspiradores como siempre. –NYTimes

Reseña de ‘Los que habitan el abismo’, una novela policíaca de Diego Petersen Farah

Por Víctor Fernández

¿Qué es el quehacer periodístico? ¿Para qué sirve y quién en su sano juicio lo haría? Esas son las preguntas que día a día miles de comunicadores se hacen a sí mismos. Esas son justamente las preguntas que Diego Petersen Farah intenta responder en su novela Los que habitan el abismo; ese gran salto hacia la ficción que solamente pocos periodistas pueden dar.

Con la crudeza agridulce que solamente puede tener alguien que ama su oficio y lo odia a la vez, Petersen nos narra la historia de Manuel Reza, el subdirector de El Matutino de Guadalajara, quien se ve envuelto en las intrigas de un caso de fraude que implica a la policía, el ejército y el narco. Cuando exhuma al ataúd vacío de la viuda de Lacroix, madre de un amigo personal del subdirector, Manuel queda en medio de una tormenta que se desata cuando chocan la ética periodística y los intereses personales.

Una historia que atrapa al lector y no lo suelta hasta que ésta llega a su sorprendente conclusión. Una historia, sí, para periodistas, pero también para todo aquel que disfrute de una gran novela policiaca.

Dentro de sus páginas y con este gran pretexto que es la narración, Petersen hace una disección del periodismo de oficio en contraposición con el «profesional». La comparativa lanza una pregunta: ¿Tiene el mismo valor el periodismo que ejerce alguien que lo aprendió en la calle, que el periodismo que se enseña en las aulas? El conflicto que ocurre entre Manuel Reza y Beto Zaragoza es, en gran medida, la respuesta a esta pregunta. Por un lado, un periodista que llegó a los medios con una convicción, esa que a todos los que hemos trabajado informando nos ha llamado alguna vez, la de contribuir a la sociedad manteniéndola al tanto; por el otro, alguien que heredó el oficio. Alguien que, pese a no tener los conocimientos rigurosamente teóricos, puede navegar de forma eficaz ese mar lleno de peligros que es la fuente policial. Un personaje que se enamoró profundamente lo que hace a fuerza de hacerlo. El arte en la era de la técnica.

Una profunda reflexión en torno al papel que desempeña el periodismo en la sociedad, donde el autor pinta con trazos firmes la realidad que aqueja a los medios de hoy en día. Y es que entre recortes de personal, políticas e intrigas alimentadas por conflictos de interés y el sacrificio que implica ejercer esta profesión, Diego Petersen nos regala una radiografía del día a día que ocurre en las redacciones.

Durante seis días, los personajes nos muestran como es que se hace un periódico y nos dejan claro que las páginas del mismo no sólo están impresas con tinta; cada edición lleva sudor, esfuerzo… sangre, inclusive. Miles de historias públicas que salen a la luz a costa de miles más de historias personales que nunca serán contadas. Pequeñas tragedias que solamente están escritas entre líneas y que solamente son visibles para aquellos que realmente ponen atención.

Esta novela es una carta de amor a la profesión más bella e ingrata del mundo, escrita nada más y nada menos que por uno de sus sobrevivientes. Por que al fin y al cabo, el periodista no es otra cosa que un náufrago a la deriva en ese infinito mar de información que llamamos realidad.

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Los que habitan el abismo, de Diego Petersen, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Planeta.

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Diego Petersen
Novela policiaca basada en el estremecedor caso de «La viuda negra», ocurrido en el occidente de México

Reseña de ‘La fiesta de la insignificancia’, de Milan Kundera, publicada en la revista Letras Libres

Por Pablo Sol Mora.

Prácticamente cincuenta años separan a la primera novela de Milan Kundera, La broma (1967), de esta última, La fiesta de la insignificancia. Durante ese lapso, el autor ha construido una de las mayores obras narrativas del siglo XX, heredera directa de una de las grandes tradiciones de la novela moderna, la de Europa central, aquella a la que pertenecen Kafka, Musil, Broch y Gombrowicz, entre otros (la obra de Kundera, de hecho, es depositaria de varias e ilustres tradiciones: la novela cervantina, el espíritu libertino, la ilustración dieciochesca…). Su aparición no ha dejado de sorprender, pues, tras la publicación de La ignorancia en el año 2000, muchos daban –dábamos– por hecho que el escritor checo se había retirado ya de la novela. Pocos autores se dan el lujo de publicar una nueva obra entrados los ochenta años. Frente a un acontecimiento de esta naturaleza, el crítico no puede dejar de reaccionar con cierta suspicacia, casi morbo: ¿se tratará de un libro superfluo, la típica obra extemporánea de quien fue un gran escritor y que habría sido mejor omitir, o, por el contrario, del canto del cisne, una última obra maestra? Conforme pasaba las páginas de La fiesta… y, sobre todo, al final, mis dudas y temores se disiparon: no solo se trata de un pequeño chef-d’œuvre, sino de un verdadero epílogo al conjunto de una obra, su palabra final. Con La fiesta de la insignificancia Kundera cierra un círculo que comenzó con La broma; son muchos los puntos de contacto entre ambas y bien podría establecerse un diálogo entre ellas, pero, como suele ocurrir en la obra de los grandes autores, la visión final del mundo no es una mera confirmación de la inicial, sino, en varios sentidos, su rectificación y hasta su refutación. Basta comparar los dos finales: serio y melancólico el de La broma, ligero y alegre el de La fiesta… El hombre y el novelista de 85 años tiene algunas cosas que enseñarle al de 35.

Por frivolidad, por afectación, por mera fatuidad, tendemos a identificar la profundidad de pensamiento con lagravedad y la tragedia, y a la alegría y la comedia con cierta ingenuidad. Aunque reconozcamos la importancia del humor, en el fondo pensamos que lo auténticamente profundo no puede ser sino serio. En el caso de la novela, poco parece importar que varios de sus mayores ejemplos, las cimas de la novelística, sean obras cómicas: Gargantúa y Pantagruel, el Quijote, el Tristram Shandy, La conciencia de Zeno. Nos seguimos aferrando a la idea de que una obra, para ser verdaderamente grande, debe poseer una visión grave de la vida, cuando no trágica. A deshacer este lamentable malentendido se ha encaminado buena parte de la obra de Kundera, de la cual La fiesta… es el último argumento.

En La broma –devastadora crítica del socialismo real–, Ludvik, el protagonista, ve su vida destruida por un chiste (una postal que envía a la chica que le gusta con tres frases: “¡El optimismo es el opio del pueblo! El espíritu sano hiede a idiotez. ¡Viva Trotski!”). Tragicómicamente, Ludvik descubrirá que los regímenes totalitarios tienen escaso sentido del humor. Al final, el significado de la broma se amplía: ya no es solo el chiste banal que desencadenó su desgracia, sino la totalidad de su vida y, más allá, la Historia entera, una broma fatal, descomunal, estúpida, cuya gracia se nos escapa. En La fiesta…, los cuatro amigos protagonistas –Ramón, Alain, Charles y Calibán– aman los chistes y el sentido del humor, pero viven en una época (la actual) que ya no sabe apreciarlos o en la que incluso resultan peligrosos: “el crepúsculo de las bromas”, explica Ramón, “la era de las posbromas” (en efecto, no son solo los totalitarismos políticos los enemigos del humor: prueben hacer una broma en los ambientes de ultracorrección política que prevalecen en las universidades norteamericanas). Conscientes de que es imposible cambiar el mundo, los héroes kunderianos se refugian en la amistad, el hedonismo y el buen humor, pues “solo desde lo alto del infinito buen humor puedes observar debajo de ti la eterna estupidez de los hombres, y reírte de ella”.

La fiesta de la insignificancia narra –mediante una trama apenas esbozada, pues aquí, como en Sterne o Diderot, maestros de Kundera, la trama es lo de menos y lo que importa son los personajes y sus conversaciones– la conquista de la sabiduría y el humor. Se respira en ella, mutatis mutandis, la atmósfera que se respira en La tempestad, el prólogo al Persiles o los últimos ensayos de Montaigne: una atmósfera alegre, serena, benévola, conciliatoria. Pocos, muy pocos artistas logran al final de sus vidas esa visión olímpica.

A lo largo de toda su obra, Kundera se ha interrogado sobre la historia y el individuo, sobre la posibilidad de justicia en la historia, sobre la memoria y el olvido. En La broma, la conclusión era francamente pesimista: “la mayoría de la gente se engaña mediante una doble creencia errónea: cree en el eterno recuerdo (de la gente, de las cosas, de los actos, de las naciones) y en la posibilidad de reparación (de los actos, de los errores, de los pecados, de las injusticias). Ambas creencias son falsas. La realidad es precisamente lo contrario: todo será olvidado y nada será reparado”; en La fiesta…, la perspectiva ha cambiado radicalmente, no, desde luego, porque ahora crea en la memoria eterna y la posibilidad de justicia, sino porque ha sabido reconocer y abrazar por completo su falta de importancia. Es la conclusión de la novela y, en mi opinión, de toda la obra de Kundera: “La insignificancia, amigo mío, es la esencia de la existencia. Está con nosotros en todas partes y en todo momento. Está presente incluso cuando no se la quiere ver: en el horror, en las luchas sangrientas, en las peores desgracias. Se necesita con frecuencia mucho valor para reconocerla en condiciones tan dramáticas y llamarla por su nombre. Pero no se trata tan solo de reconocerla, hay que amar la insignificancia, hay que aprender a amarla. Aquí en esta parte, ante nosotros, mira, amigo mío, está presente en toda su evidencia, toda su inocencia, toda su belleza. Sí, su belleza (…) Respira, D’Ardelo amigo mío, respira esta insignificancia que nos rodea, es la clave de la sabiduría, es la clave del buen humor.” Rabelais, Cervantes, Montaigne –la familia espiritual de Kundera– habrían asentido. ~

Reseña de La fiesta de la insignificancia,  de Milan Kundera, escrita por Pablo Sol Mora y publicada originalmente en la revista Letras Libres.

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La fiesta de la insignificancia, de Milan Kundera, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Tusquets.

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Milan Kundera

Una desenfadada visión del mundo que recoge la esencia de toda la narrativa de Kundera.

Reseña: ‘Vampiros y limones’ , de Karen Russell

Hablar sobre los cuentos de Vampiros y limones de Karen Russell es como tratar de responder a las preguntas ¿cuál es tu libro favorito? ¿cuál es tu película favorita? Como si entre la inmensidad de las palabras sólo tuvieras la opción limitada de escoger forzosamente una frase. Es injusto, eso no se puede. Los ocho cuentos que conforman este libro desbordan de imaginación en la construcción de la historia y de los personajes, a tal punto que el lector se pregunta ¿por qué no se me ocurrió esto a mí antes? Te adentras en su mundo con tanta facilidad que te parece familiar el que los presidentes de Estados Unidos sean unos caballos atrapados en un Establo sin poder salir por el impedimento inexplicable de poder saltar La Valla, en el cuento El Establo al final de nuestro mandato; o que unas gaviotas acumulen pedazos del pasado, el presente y el futuro de las personas en su nido: “Esas gaviotas nos están robando pedazos de vida para hacerse un nido extraño que he descubierto en el hueco de un árbol de Strong Beach. Esos pájaros están jugando con nuestro destino”.

Karen Russell es una escritora de cuentos cortos y novelista estadounidense, cuyo primer libro, Tierra de Caimanes (publicado en 2012) fue finalista para el premio Pulitzer de ficción. Nacida en Miami en 1981, esta mujer es considerada como una de las mejores escritoras jóvenes estadounidenses. Y con Vampiros y limones nos demuestra que la línea que divide la ficción y la realidad se pierde entre las líneas de estas historias: sin que te des cuenta ya estás con las chicas kaiko joko en el imperio Meiji donde a las familias de las jóvenes les venden ilusiones en una vocación imperial e, indefensas, terminan en un taller fantasma transformándose lentamente en devanadoras de seda de carne y hueso. O al principio de las hojas, al saborear los limones que quitan la sed (temporal) de los vampiros del limonar de Santa Francesca… Podría seguir describiendo cada uno de los cuentos y contar las historias que transcurren en esta colección, pero les quitaría la oportunidad de descubrir por su cuenta las historias fantásticas que Russell nos regala, convirtiéndose en una de las autoras que vendrían a la mente cuando alguien te preguntara ¿quién es tu escritor favorito?

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Vampiros y limones, de Karen Russell, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Tusquets.

Carne de telebasura: reseña de ‘Reality Boy’ en Lee+

Por: Andrés Mayo Góngora

Publicada originalmente en: Lee+

Dentro del gran catálogo de libros juveniles disponibles en librerías, se puede identificar dos vertientes muy claras. La primera cuenta historias sobre el descubrimiento del primer amor y las dificultades que lo rodean, y aquí caben lo mismo Romeos y Julietas, que sagas vampíricas o personajes conmovedores enfrentados a la enfermedad. La otra vertiente retrata personajes con personalidades complejas, viviendo al límite, por lo general adolescentes en busca de la redención.

Reality Boy se inscribe dentro de la segunda vertiente, presentando un personaje sumamente atractivo, con una línea vital que atrapa al lector desde la primera frase: “Soy el niño que viste en televisión”, ese niño del que crees conocerlo todo, pero que irá demostrándote lo falso de esta afirmación.

Reality boy, está llamado a ser uno de los acontecimientos literarios del año. Su autora, A. S. King es una reconocida escritora de libros juveniles, por lo que entiende perfectamente a su público, lo que se nota en cada elemento escogido para construir esta novela. En alguna ocasión ha dicho de sus personajes: “Algunas personas no saben si mis personajes están locos o si están experimentando algo mágico”, y eso es lo que sucede con el protagonista de esta historia, no se revela desde el inicio, por lo que no es fácil descubrir si está loco o es su realidad la que se encuentra trastornada.

En muy poco tiempo Gerald Faustus, el protagonista, podría convertirse en el personaje emblemático de una generación de adolescentes insatisfechos con sus vidas, con la familia disfuncional que le tocó por azar, que no comprenden los cambios a los que se enfrentan y por qué deben cargar con responsabilidades que les resultan ajenas. Para desgracia de Gerald, esto no es lo mejor que puede sucederle, ser lanzado, de nueva cuenta al reconocimiento público. Porque lo que más desea es una zona de anonimato que le brinde la oportunidad de reparar su vida, rota desde el momento en que las cámaras de televisión entraron a su casa, cuando él tenía tan solo cinco años.

O ¿cuál sería tu reacción si los padres que deben cuidarte y protegerte, consintieran en exponerte como carne de reality show? Tal vez la misma que la del pequeño Gerald, dejarías salir tu lado más obscuro, mostrarías cuán miserable puedes ser con el único propósito de que los espectadores evadan su propia miseria, sin comprender los costos que representarán en tu futuro. Todo por la audiencia.

10 años después de la primera emisión del programa que cambió su vida, Gerarld tratará de dejar atrás su pasado mediático, pero este insiste en hacerse presente, hasta que conoce a “la chica de la Caja 1” y a Joe Jr., los únicos capaces de entender cuán difícil es recomponerse, pero con los que no dejará de intentarlo.

Esta historia tremenda solo puede contarse con un sentido del humor extravagante, para sumar al lector como un cómplice más. Reality boy, lectura cautivante y entretenida, apta para todas las audiencias.

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Reality Boy, de A. S. King, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Destino.

Reseña: ‘Aprender a pensar leyendo bien’, de Yolanda Argudín y María Luna

Por Liliana Vázquez Hoyos

La universidad supone uno de los más altos escalafones en la educación de una persona; sin embargo, hoy en día tanto en México como en casi cualquier parte del mundo se habla de la baja comprensión lectora que padecen la mayoría de los jóvenes que inician su instrucción superior.

Yolanda Argudín y María Luna vivieron de forma personal el problema de la incomprensión lectora en los estudiantes universitarios, y elaboraron, con buenos resultados, Aprender a pensar leyendo bien, un libro-manual escrito a manera de guía personal para salir de este laberinto. El libro está dirigido a toda aquella persona que necesite y quiera mejorar sus habilidades y competencias lectoras; es ideal para estudiantes de preparatoria y universidad.

Leer bien, según Argudín y Luna, consiste en ser capaz de comprender lo que se lee, crear nuevas ideas a partir de un texto, poder criticar y hasta pelear con un autor. Desafortunadamente, la mayoría de los jóvenes lectores que llegan a las aulas universitarias no acostumbran a leer, son pasivos e iletrados. Su falta de hábito es, en gran parte, la responsable del aburrimiento, la confusión, y hasta del fracaso escolar, que experimentan los estudiantes cuando enfrentan texto medianamente complejo y mejor no hablar de los libros especializados.

Si quieres leer la reseña completa, da click aquí.

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RESUMEN DEL LIBRO: Todos los que han pasado por la escuela primaria saben leer, en un sentido: descifran los signos escritos y asocian las palabras a determinados significados. Aun así, esta capacidad meramente técnica no basta para ser lo que se llama un buen lector: alguien que sabe leer críticamente, que comprende a profundidad los textos y dialoga con ellos, que reflexiona y es capaz de tener un juicio propio, que al leer estimula y pone en acción su pensamiento, que aprovecha al máximo sus horas de lectura y sabe distinguir entre lo sustancial y lo prescindible. Este libro, del que se presenta ahora una edición corregida y actualizada, enseña tales habilidades de lectura y de razonamiento con un accesible método que ha probado plenamente su eficacia con miles de lectores a lo largo de varios años.

Aprender a pensar leyendo bien, de Yolanda Argudín y María Luna está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Paidós.

En este panteón inicia ‘Los que habitan el abismo’, de Diego Petersen Farah

Los que habitan el abismo es una novela de Diego Petersen Farah que está basada en una experiencia real de este autor, y que tiene que ver con una investigación por fraude que comienza cuando el ataúd de una conocida viuda es abierto y se descubre que su cadáver no está allí.

De hecho, en la foto que te compartimos aquí abajo puedes ver el lugar exacto en que comienza la novela: un panteón ubicado en la comunidad de Chapala, al que uno de los protagonistas llega para realizar un macabro descubrimiento.

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Si quieres saber qué es lo que ocurre exactamente en este lugar, te invitamos a que leas el siguiente extracto.

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Beto Zaragoza se encontraba ahí, parado junto a la tumba; él siempre estaba donde tenía que estar. Desde niño aprendió que lo más importante en el oficio de reportero de rota roja es hallarse en el lugar adecuado a la hora precisa: no importa si es temprano o tarde, si llueve o hace un sol que quema, hay que estar ahí. “Los cadáveres no se mueven, es uno el que tiene que ir a ellos, donde sea”, le decía su padre, el viejo don Eulalio.

Adalberto tenía ocho años cuando su padre lo llevó por primera vez a cubrir una nota. Era domingo en la madrugada, había llovido por la noche y el ambiente estaba fresco. El viejo lo despertó de un empellón, le dio una cámara Kodak Instamatic 125 y le dijo: “Vístete y acompáñame, es hora de que te metas al oficio”. Don Eulalio llevaba su cámara Pentax al hombro y un radio que hacía un ruido endemoniado en el cinturón; lo que se escuchaba eran sólo claves, números y palabras extrañas que Beto entonces no alcanzaba a comprender. Subieron al Ford Falcon azul metálico del padre y enfilaron rumbo a San Isidro. El viaje le pareció eterno, el radio no dejaba de sonar. Ya cerca del Periférico le dieron alcance a la ambulancia de la Cruz Verde, esas que levantaban a los muertos. Llegaron al bosque del Centinela con las primeras luces de la mañana. Mientras los “zopilotes” (como llamaban entre los reporteros de nota roja a los levantamuertosn de la Cruz Verde) bajaban la camilla, don Eulalio preguntó dónde se encontraba el cadáver. “Aquí abajo, pegado a la presa”, le dijeron. Apresuraron el paso para llegar antes que nadie. Contrario a la canción, en la nota roja es más importante llegar primero que saber llegar. De pronto Beto se topó con el cuerpo de una mujer colgada de un árbol. Se quedó petrificado: era la primera vez en su vida que veía un muerto de verdad. Había visto muchos, en las fotos de su papá, degollados, quemados, martirizados, balaceados, apedreados, pero nunca “un muerto en vivo”, como los llamaba irónicamente don Eulalio. No podía apartar la mirada de los ojos de aquella mujer: eran unos ojos tristes, vacíos, un poco desorbitados, sin vida pero expresivos. Don Eulalio tomó la foto cuidando el foco, ajustando la luz con la velocidad de disparo y el encuadre; su hijo, con su camarita entre las manos a la altura de la cintura, viendo fijamente el rostro de aquella mujer vestida de rosa con medias negras, el pelo castaño bien peinado, los ojos maquillados y, como fondo, el amanecer entre los eucaliptos. Una imagen hermosa que Beto aún conserva, mitad como ejemplo de una buena foto de nota roja, mitad como diploma de graduación: ese día, con ocho años de edad, entró al oficio de reportero de policía. Ahora, cada vez qu puede, porque hoy el peligro es mayor, Adalberto lleva a su hija Juana, de diez años, a que tome fotos de cadáveres.

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Beto Zaragoza estaba ahí, en el Cementerio de Chapala,  bajo un sol inclemente de mayo mientras a pico y pala destruían la tumba de la viuda de Lacroix para exhumar el cadáver. A su lado estaba el comandante Peláez, policía judicial a quien conocía de muchos años atrás, cuando él mismo era ayudante de su padre y Peláez «madrina» del exprocurador Godínez, hoy huido por sus nexos con el narcotráfico. Rosendo Juárez, ministerio público de Chapala, coordinaba los trabajos y llevaba el papeleo; Luis Ramírez, abogado de Seguros Monterrey y quien solicitó la exhumación del cadáver, fue invitado como testigo; Pedro Corola, secretario del juzgado de Chapala que había concedido la orden de exhumación, juró no perderse detalle, y Juana Zaragoza, cansada y distraída, harta después de dos horas de escuchar ese sonido repetitivo y agudo del pico sobre la tumba.

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Finalmente se escuchó un ruido sordo y grave entre aquel concierto de agudos; el pico había golpeado el cajón. Destruyeron completamente la losa que lo tapaba y liberaron el paso. Pusieron un malacate encima de la tumba, amarraron la caja que ya daba muestras de destrucción por la humedad a pesar de que aún no había comenzado la temporada de lluvias, y empezaron a tirar rítmicamente, muy despacio, como si se tratara de algo muy valioso o al menos digno de respeto. El ruido agudo de los picos había dado paso a un rechinar de cadenas no menos molesto para los oídos de Juana. Beto sacó de su morral dos pañuelos, los roció con agua de colonia («la de Sanborns para esto sí sirve», le decía su padre), le dio uno a Juana y le indicó cómo amarrarlo cubriendo nariz y boca. Preparó la cámara, una EOS con una lente 50-200 mm, f 2.8, que le costó mucho más de lo que ganaba en el periódico en un mes pero era su orgullo y su pasión, y fue documentando lo que pasaba.

Cuando el cajón estuvo arriba lo pusieron con cuidado sobre la tumba de al lado y le quitaron el exceso de tierra con una escoba vieja. los enterradores voltearon a ver al secretario, esperando instrucciones.

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Los que habitan el abismo, de Diego Petersen Farah, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Planeta.

Lorena Amkie (Gothic Doll) reseña ‘Alguien allá arriba te odia’

En días pasados, la escritora Lorena Amkie (Gothic Doll) publicó su reseña del libro Alguien allá arriba te odia, de Hollis Seamon. Su reflexión sobre esta novela que aborda el sentido de la vida en vísperas de la muerte nos resultó tan interesante que decidimos compartirla con ustedes.

Pueden leerla, justo aquí abajo.

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Una buena vida

Esta semana me tocó hablar mucho acerca de la vida y la muerte: me pidieron que presentara una novela juvenil llamada “Alguien allá arriba te odia”, de Hollis Seamon, en la librería Rosario Castellanos, y he tenido un par de entrevistas al respecto. Se trata de la historia de Richie, un chico de 17 años que en 10 días va a morir de cáncer y que pasa sus últimos días en el pabellón de enfermos terminales. Ya sé, suena edificante, ¿no? Pero lo es, mucho. Porque Richie, lejos de reflexionar acerca de la luz al final del túnel, el infierno o dios, y más lejos todavía de pensar en si su vida valió la pena o no, en si trascendió o dejó una huella o todas esas cosas que los adultos creemos que estarán en nuestras mentes en los últimos días, encuentra el modo de seguir siendo un adolescente idiota, como debe de ser. Se la pasa viéndole el trasero a las enfermeras, coqueteando con la otra chica moribunda del pabellón, y hasta encuentra el tiempo para tener su primer blowjob, fumarse un churro, tomarse un par de cervezas, perder la virginidad, y echarse uno que otro jueguecito de póker entre tanto. O sea, se la pasa de poca madre. O bien, se “porta mal”.

Para esta presentación se lanzó a Twitter la pregunta “¿qué harías si te quedaran 10 días de vida?” y por supuesto, la mayoría de las respuestas tenían que ver con portarse mal. Esto no nos sorprende pero yo, justo hoy, me preguntaba por qué. Creo que tiene que ver con el tema de las consecuencias, y con la liga que hay entre la idea de portarse mal y cometer errores. Crecemos con la idea, instaurada por El Sistema, de que hay una manera correcta de hacer las cosas y una incorrecta (o varias). Hay un carril por el que se vale caminar, con reglas, estructura, y satisfacciones prefabricadas. Tiene que ver con la moral, con las reglas, con la presión social, las expectativas, y hasta el judeocristianismo. Si ya voy a morirme, me gastaría todo mi dinero en ese viaje, dejaría a mi esposo, saldría a bailar desnuda por las calles, tendría sexo con más amantes, comería pasteles, etcétera. O sea, cometería todos los errores… pero ¿y si nuestra definición de lo que es un error es incorrecta? ¿Y si nuestra idea de lo que es “una buena vida” también?

Amar a la persona incorrecta: error, ¿no? ¿Por qué? Por que acabó mal. O más bien, porque acabó. Como si nada más lo eterno pudiera ser válido o correcto. Richie, por ejemplo, no se pregunta en ningún momento si Sylvie, la chica de la que se ha enamorado, y que morirá pronto también, es la correcta o no. Elige amarla porque puede, porque quiere, porque están los dos ahí y es mejor haber amado que no. ¿Valía la pena cuidarse más el corazón? Los adolescentes actúan como inmortales y eso es lo que les admiramos. Y eso es lo que olvidamos.

Me parece que una buena vida, una vida suficiente, buena en cuanto a bondad, en cuanto a bienestar y expectativas cumplidas, no suena tan mal. Nada mal, de hecho. Una vida de armonía, de árboles podados, sueldos suficientes, rutinas funcionales. Una vida de satisfacción, de comidas equilibradas, sábanas limpias y noches completas de sueño. La vida correcta. Deséame, si me quieres, caminos rectos, obstáculos fáciles de saltar, amigos viejos. Una vida de tranquilidad, abundancia, cariño, estabilidad y bonanza. Una vida buena. Y deséame, si me entiendes, una vida plena… plena de montañas, aventuras peligrosas, pasiones indomables, lluvias agridulces, amigos nuevos, idiomas complejos, canciones entrañables, rutas perdidas y un sin fin de errores de los que no tenga que disculparme jamás.

Este artículo fue publicado originalmente por el sitio de Internet Sin embargo, en el siguiente enlace.

ALGUIEN ALLA ARRIBA TE ODIA portada

Alguien allá arriba te odia, de Hollis Seamon, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Seix Barral.

Portada de ‘Caballo de fuego: Gaza’, última parte de la trilogía de Florencia Bonelli

Caballo de Fuego: Gaza es la tercera y última parte de la trilogía Caballo de Fuego de Florencia Bonelli, una autora que, tan sólo con esta saga, se ha hecho de miles de seguidoras en todo el mundo.

En Caballo de Fuego: GazaMatilde y Eliah han vuelto a separarse. En el Congo, sus esperanzas de una vida juntos se desvanecieron al ritmo de los celos, las circunstancias hostiles y las bajezas.

Matilde, cirujana pediátrica, se refugia en su pasión: el trabajo humanitario que lleva a cabo para la organización Manos Que Curan. Su nuevo destino es la Franja de Gaza, el territorio más densamente poblado del mundo, donde la consigna diaria es sobrevivir. Eliah Al- Saud se impone olvidar a Matilde y acabar con la obsesión que lo ata a ella.

En Bagdad, por su parte, Saddam Hussein da los últimos retoques para alcanzar su sueño: convertir a Irak en una potencia nuclear. Y en esta carrera diabólica, Matilde y Eliah se convertirán en piezas clave, debiendo emplearse a fondo no sólo para evitar una catástrofe mundial sino también para salvar la propia vida.

A un ritmo frenético y con giros inesperados, Florencia Bonelli pone fin a su exitosa trilogía Caballo de fuego, una apasionante historia donde el espíritu humano trata de imponerse en un mundo presa de la violencia y el terrorismo, aunque también lleno de bondad y solidaridad.

Aquí te compartimos la portada de Caballo de Fuego: Gaza, que estará disponible para su venta a partir de octubre bajo el sello Planeta.

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Alberto Villarreal comenta ‘Nada’, la novela que puso en aprietos a la juventud

Alberto Villarreal es el booktuber que administra el canal Abriendo libros, el cual es un verdadero éxito en YouTube.

Por eso, a continuación te compartimos este video, en el que Alberto nos habla del libro Nada, de Janne Teller.

Chécalo.

¿Qué tal? ¿Te gustaría leer este libro?

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Nada, de Janne Teller, está disponible en librerías y tiendas en línea bajo el sello Seix Barral.